miércoles, 23 de febrero de 2011

Diasporas africanas en Amerindia


PERSPECTIVA PASTORAL Adrodescendiente (I).

El primer capítulo del libro del Éxodo inicia diciendo:
Estos son los nombres de los Israelitas que llegaron con Jacob a Egipto,
 cada uno con su familia; Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulon,
Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. (Ex. 1, 1-4).


Como si se tratara de una historia que vuelve a contarse pero en otros contextos, vemos en la historia del pueblo afroamericano una situación bastante parecida y que nos puede ayudar a encontrar en ella una historia de fe enmarcada en una manifestación permanente de Dios en medio de un pueblo que ha pasado por las “duras y las maduras” en su lucha para alcanzar la tan añorada dignidad de hijos e hijas de Dios.

La Asamblea General de las Naciones Unidas en su Sesión 64 aprobó declarar el año 2011 Año Internacional de los Afrodescendientes con el objeto de fortalecer las medidas nacionales y la cooperación regional e internacional en beneficio de los afrodescendientes en relación con el goce pleno de sus derechos económicos, culturales, sociales, civiles, y políticos, su participación e inclusión en todas las esferas de la sociedad y la promoción de un mayor respeto y conocimiento de la diversidad, su herencia y su cultura.

Como es común, es de esperar que esté año transcurra en medio de foros, conferencias, congresos, cumbres, encuestas, festivales, homenajes, declaraciones y manifestaciones espirituales y culturales de estos pueblos, tanto para el beneficio propio como también corriendo el riesgo de sacar de sus manos luchas que ellos vienen realizando al estilo cimarrón a partir de pequeñas micro-resistencias contempladas desde la base.

La Pastoral Afrocaleña, a demás de invitar a todos sus agentes a que participen de manera activa en todas las iniciativas que este año propicie; quiere suscitar una reflexión evangelizadora que permita a los mismos afrodescendientes igual que a toda la población de nuestra arquidiócesis a que procuremos leer desde la fe lo que ha sido la historia afro en nuestro país. Así nos daremos cuenta de que tenemos un camino de fe para ofrecer al resto de la humanidad. Sólo desde la fe podremos contar con orgullo el Éxodo Afro encontrando la mano de Dios en los sufrimientos, en los atropellos y en todo aquello que sin Dios hubiera sido el fin de toda una población que sigue siendo fuerte en los contextos donde inicialmente llegaron en condiciones de esclavos.

Así como a Egipto llegaron unas familias con Jacob; a América latina llegaron las siguientes etnias africanas: Los Carabalíes, los Lucumies, los Mandingas, los Ocorós, los Possús, los Minas, los Arboledas, los Quiñones, los Mosqueras etc.

Mientras que los Israelitas fueron a Egipto por cuestiones de calamidades, la llegada de José quien después los acogió allá fue muy similar a la de los afrodescendientes. Los hermanos lo vendieron forzosamente a los Ismaelitas por veinte monedas (Génesis 37). Los africanos fueron saqueados, desarraigados de sus tierras, por los españoles hacia Colombia y fueron traídos bajo fuerza para nunca regresar a sus tierras. Otros fueron vendidos a cambio de telas de color brillante, vidrios, botella de aguardiente, pólvora etc.

Poco a poco, igual que los Israelitas en Egipto, los afrodescendientes fueron creciendo. Por eso los egipcios (españoles) pusieron capataces encargados de someter a los Israelitas (negros) a trabajos muy duros. Les hicieron construir las ciudades de Pitón y Ramsés (Cartagena, Baranquilla, Santamarta, canal del dique etc. ), que el faraón, rey de Egipto, usaba para almacenar provisiones. Pero mientras más los maltrataban, más aumentaban (Ex. 1, 11- 12).

Según las estadísticas del banco interamericano de desarrollo sobre la población afrodescendiente (2004) y de la comisión económica de América Latina y el Caribe sobre población total (2005), la población afrodescendiente en América latina y el Caribe constituyen los siguientes porcentajes de la población nacional: Bajamas (69.0 %), Belice (40.5 %), Bolivia (1.6 %), Brasil (28.3 %), Colombia (16.3 %), Costa Rica (1.5 %), Cuba (54.7 %), Ecuador (8.7 %), Guyana (43.4 %), Haití (74.2 %), Honduras (4.0 %), Jamaica (88.5 %), México (0.5 %), Nicaragua (10.2 %), Panamá (56.9 %), Paraguay (2.7 %), Perú (8.0 %), República dominicana (68.3 %), Surinam (33.4 %), Trinidad y Tobago (39.0 %), Uruguay (4.9 %), Venezuela (8.0 %). En pocas palabras se estima que de los 590 millones de latinamareicanos y caribeños, unos 150 millones son afrodescendientes.

Más de 500 años después de esta experiencia dolorosa, existen en nuestros días, hombres y mujeres que aún están sanando las heridas de haber sido desarraigados de sus territorios; bien sea por la esclavitud, por la violencia, asesinato de los seres queridos etc. Conscientes del sufrimiento tal como deben haber sufrido los africanos esclavizados en Colombia y en América latina, elevemos nuestro grito al Señor en comunión con ellos orando con el Salmo 69.

“Sálvame, Dios mío, porque estoy a punto de ahogarme; me estoy hundiendo en un pantano profundo y no tengo donde apoyar los pies. He llegado a lo más hondo del agua y me arrastra la corriente. Ya estoy ronco de tanto gritar; la garganta me duele; ¡Mis ojos están cansados de tanto esperar a mi Dios¡ ”.

Para entender y vivir plenamente lo que pretende el año internacional de los afrodescendientes, es fundamental retomar el tema de la trata de los esclavos. Del mismo modo que el libro del Éxodo es realmente antes que Génesis a pesar de que Génesis es el primer nombre que se exhibe en la Biblia. Así mismo la memoria histórica debe tratarse antes de tocar el tema de los derechos de los afrodescendientes. La razón porque Éxodo es antes que Génesis es porque Israel nunca hubiera estado interesado en el mensaje del primer libro de la Biblia si Dios no les hubiera rescatado antes de la esclavitud de Egipto y haber hecho pacto con ellos. Lo mismo nos pasa a nosotros como afrodescendientes; de nada sirve creernos hijos e hijas de Dios si no logramos percibir la mano de Dios en los acontecimientos históricos por desagradables que pudieron haber sido.

Pbro. Munyiri Venanzio Mwangi IMC.
Delegado Arquidiocesano,
Pastoral Afrocolombiana, Cali.
22 de febrero 2011.

lunes, 14 de febrero de 2011

Viejo principio de santidad, inspirador de Calidad Total


«HACER BIEN EL BIEN, CON CONSTANCIA, SIN RUIDO»


Este princio inspirador de santidad puede, muy bien, ser leido y vivido al servicio de la moderna teoria de la "calidad total", sin que necesitemos por eso una costosa "certificación" empresarial.

Se trata del camino hacia la santidad misionera que José Allamano, Fundador de los Misioneros/as de la Consolata (1901 - 1910), propuso con una intensidad especial a los miembros de sus dos Instituciones misioneras. Casi podemos definirlo como el “corazón” de su propuesta. 

Ya en 1902 proponia para el Instituto de la Consolata este principio tan actual: «La forma que debéis adoptar en el Instituto es la que el Señor me inspiró y me inspira, y que yo, aterrorizado por mi responsabilidad, quiero absolutamente que el Instituto perfeccione y viva vida perfecta. Estoy convencido de que el bien hay que hacerlo bien, porque si no es así, entre tantas ocupaciones mías, no me habría embarcado también en esta otra tan grave de la fundación tan importante del Instituto» .

Se trata de un principio básico, apuntalado en dos actitudes complementares: “hacer bien el bien”, pero “con constancia” y “sin ruido”.

“Hacer bien el bien”.

Este principio ascético fue aprendido por José Allamano de su santo tio José Cafasso que solia decir a sus alumnos sacerdotes: "[…] pocos entre nosotros están llamados a acciones extraordinarias, y aunque así fuera, esas cosas extraordinarias y raras no pueden dar el carácter y formar el tejido de nuestra vida; y qué ayudaría finalmente hacer el bien y perfectamente una obra en sí heroica si, hecha la misma, se hicieran mediocremente las demás; supongamos que alguien sea llamado por Dios para dejar su patria, sus familiares, sus empleos, sus comodidades para retirarse a un claustro, o para ir a las Misiones extranjeras; sacrificio grande, extraordinario, heroico, es verdad; no se puede negar; y lo [hace] alegremente, prontamente, con toda la virtud posible, pero si después de esto realizara las acciones comunes de su carrera mediocremente, ¿se podrá decir que es verdaderamente un sacerdote santo y perfecto? No ciertamente. […]".

Todo misionero, diríamos hoy, todo ciudadano, de cualquier estado de vida y profesión, está llamado a obrar así en todas las circunstancias y en cualquier misión en la que se encuentre, como también en cualquier situación de edad, fuerzas y salud.

Pero la fuente de este rico y ético principio no es Cafasso sino el mismo Jesús de Nazaret, como lo refieren, en Latín, los dos testigos, inspirados en Mc 7,37: "Bene omnia fecit! = Todo lo hizo bien".

Pues bien, Allamano tomó también esta inspiración  de su tío que decía: "[...] pero no creamos que sea suficiente para ser un verdadero sacerdote pasar nuestros días en acciones semejantes, yo diría que sería lo de menos, porque lo mejor de todo está en hacer todo bien, de modo que de un sacerdote se pueda decir proporcionalmente lo que se decía del Hijo de Dios, según Marcos en el capítulo 7, que “todo lo hizo bien”... "En nuestro ministerio representamos a la persona de nuestro Señor Jesucristo; obramos por él, en su lugar, [...] de modo que al ver a un sacerdote se pueda decir: mira otro Salvador, otro Redentor del mundo, mira otro Jesucristo, por ser destinado, enviado a hacer lo que hizo Jesús" .

“Hacer el bien con constancia”.

Es claro, entonces, que el bien debe hacerse bien, pero “con constancia”, es decir, “siempre”. La constancia era lo que José Allamano más apreciaba de su tío: "El heroísmo de su virtud consiste en la constancia. No consiste en los milagros el heroísmo, sino en hacerse violencia, en estar siempre firme en querer bien, en no perder nunca el tiempo: esto es asunto nuestro. Yo admiro cada día más la vida de este hombre porque no anduvo a saltos, no, sino que siempre fue derecho; su camino era aquel y… adelante; y esto lo hizo a lo largo de toda su vida. Siempre la misma fe, el mismo amor a Dios y al prójimo; siempre prudente, siempre justo, siempre temperante…, no le falta nada […], él seguía siempre adelante; todo lo hacía siempre bien".

“Hacer el bien sin ruido”.

Finalmente y en consecuencia, el bien debe hacerse siempre bien, con constancia, pero “sin ruido”, es decir, con humildad y sin alaraca, como lo hacia José Cafasso: "Esto es lo que constituye la ocupación del día de los buenos sacerdotes; nada extraordinario ni nada estrepitoso; un sacerdote puede pasar mucho tiempo e incluso toda su vida en esos ministerios que debe hacer sin que el mundo apenas se dé cuenta de que existe, al menos sin que la gente calcule o se maraville; y esto es un pensamiento que debe consolar […]. Hay santos muy grandes delante de Dios, [...] la vida de los cuales ha sido oscura y escondida, cuyas acciones nada tuvieron de estrepitoso y de admirable, ni de ellos habló el mundo. Eran grandes por su santidad, pero toda su santidad se limitaba a cosas pequeñas. Eran grandes por su humildad, y su humildad los llevaba siempre a elegir los últimos empeños y las acciones más bajas" .