viernes, 11 de enero de 2013

"Sereis mis testigos... hasta los confines del mundo...


La soledad de los pueblos y la compañia de Dios




"Consolad, consoladad a mi pueblo" 

(Isaias 40, 1ss)

Con gran alegría recibí tu mensaje.muchas felicidades y bendiciones para este año nuevo. Qué grato es saber que desde el epicentro de la Iglesia se acuerdan de las periferias del Reino.

Yo sigo aquí contento y feliz en este pequeño rincón de la gran amazonia, acompañando y buscando ser instrumento de la consolación en este querido y amado pueblo de Ospina, sitiado por el conflicto armado, silenciado por un Estado y Grupos Insurgentes que luchan por sus intereses, mientras la gente resiste, sobrevive y cuando no puede màs... se va. He visitado, con dolor, a las Comunidades del lado colombiano y he constatado un éxodo masivo, la gente se ha ido de sus casas.

A los pocos que se han quedado les he querido comunicar la esperanza y decirles que Dios no los ha abandonado, que la Parroquia los seguirá visitando y que yo, como misionero de la consolata, permanezco firme, como las montañas de antioquia, a su lado. Como el buen samaritano.


En la comunidad de Piñuña Negro los Eudistas salieron por temor de arriesgar la vida. Hablando con Monseñor Munera quedamos de seguir, desde Ospina, acompañando a esta Comunidad.
Qué alegría cuando llegué, al ver sus rostros de esperanza! Y qué bueno escucharlos decir: la Iglesia no nos ha abandonado!

Acompaño también a puerto El Carmen, pues el Padre que Monseñor Pablo había nombrado, solo aguantò dos meses.


En definitiva uno entiende que ser Misionero es una cosa muy fregada. Estas tierras necesitan que uno, màs que cura, sea misionero.

Qué orgullo ser Misionero de la Consolata y haber vivido los años de inestabilidad política en Etiopía, el conflicto armado en el Cauca, el conflicto eclesial en Sucumbios y ahora la tarea que se me ha encomendado de ser signo de consolación en Ospina.

Definitivamente los misioneros somos un especie muy rara y que no nace en todos los jardines, pero se adapta a cualquier clima.

El misionero es como la Defensa Civil: siempre listo! No tiene horarios de atención al publico ni oficinas porque eso seria como aprisionarlo en una jaula.

Somos los eternos itinerantes que por los ríos de esta amazonia navegamos, viajamos y y nos movemos entre pueblos, culturas y diversos mundos sin fronteras. Solo tejiendo vínculos.

Que Dios te bendiga!
Antonio



El P. Antonio Benitez  es Misionero de la Consolata, colombiano. Hace parte del Equipo Misioneros de la Frontera colombo-ecuatoriana, integrada por el rio Putumayo y tejida por la visita  de los misioneros a las Comunidades de ambos paises.
La fotografia de las torres del templo de Puerto Ospina brota del ojo simbòlico del P. Juan Antonio Sozzi, también Misionero de la Consolata, italiano, navegando por el mismo rio.


martes, 1 de enero de 2013

El SOl que nace de lo alto



Nos viene a visitar y se queda con nosotros


La fiesta del Nuevo Año Solar, que en el hemisferio norte coincide con el solsticio de invierno, se ha celebrado desde antiguo en muchos pueblos tanto en Asia como en Europa, África o América. Es la fiesta del Sol que se renueva y vuelve a recorrer su giro celeste cada año, después de haber descendido y haberse “apagado” en el horizonte. El gran astro de la vida vuelve a nacer (a subir, a calentar) y es de sabios y agradecidos celebrarlo.
En ese sentido, ésta es una fiesta cósmica, pagana, que han celebrado y siguen celebrando casi todos los pueblos de la tierra (aunque muchos pueblos, entre ellos los judíos antiguos, han destacado más los ciclos de la luna, poniendo el comienzo del año en el equinoccio de primavera --pascua cristiana-- o del otoño --día del Kippur judío).
En principio, para los cristianos, la fiesta del Sol que re-nace cada año es signo del Nacimiento de Cristo, que ha nacido una sola vez y para siempre, como “para alumbrar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por caminos de paz” (Lc 1, 78). Lógicamente, los cristianos antiguos, que no sabían ya el día en que había nacido Jesús, situaron su Nacimiento en la Gran Semana del Nacimiento del sol, que va del 24 de diciembre al 1 de enero (su octava). Por eso, al celebrar el Nacimiento de Jesús estamos recordando y celebrando también el re-nacimiento anual del sol, en el que Dios se manifiesta.
Los cristianos separaron así los dos días (tomados de las fiestas de Roma).
‒ Celebran primero en Nacimiento de Jesús, al comienzo de la Gran Semana, el día “aproximado” del solsticio de invierno.
‒ Celebran la octava del Nacimiento de Jesús éste día 1 Enero, como nacimiento del año del sol, pero dedican este día a la memoria de Santa María, “la madre humana del Sol que nace de lo alto”.
Por eso, en la liturgia actual la fiesta de Año Nuevo (nacimiento del sol) se ha convertido piadosamente en fiesta de Santa María, la Madre del Sol (madre de Dios, sin mención del padre). Así, a la semana del nacimiento del Hijo, los cristianos católicos celebramos la fiesta de su Madre. Dos fiesta en una: Del Niño y la Madre. 
Estas fiestas han sido ajustadas cuidadosamente, a partir del calendario romano (llamado Juliano, por estar patrocinado por Julio César), que fue actualizado por el Papa Gregorio XIII, el año 1582, por causas astronómicas (se habían desajustado los días del año en referencia al sol, de manera que se pasó del jueves 4 de octubre de 1582 al viernes 15 de octubre de 1582) y, sobre todo, por causas litúrgicas (para que la Navidad cayera realmente en el Solsticio de Invierno y para que la pascua, el equinoccio de la primavera, cayera en torno al 21 de marzo). En principio esa reforma fue aceptada sólo por los países católicos, pero después la aceptaron casi todos los países del mundo, menos varias iglesias ortodoxas, que siguen celebrando su liturgia según el Calendario Juliano (así su Navidad cae en torno al 6 de Enero).
Este nuevo año solar,  en nuestro cómputo es el 2013 después del nacimiento de Cristo, que habría sucedido el año “0”, aunque en realidad fue hacia el 6. A.C. (Dionisio el Exigió, buen monje, pero mal historiador calculó mal la fecha…), debería ser, entonces, el año 2019.
El año se renueva cada giro del sol: muere un año, nace otro… como nosotros moriremos, en el ciclo inmenso de este Planeta Tierra donde el Sol guía y dirige (con la Luna) nuestros ciclos de vida. Gracias, Sol, por nacer de nuevo.
Pero el Año Nuevo de Cristo no se renueva cada ciclo de sol, sino que permanece para siempre, aunque cada año celebremos de nuevo su Nacimiento. Por eso debo recordar, con la liturgia de Año Nuevo, la fiesta de Santa María, Madre del Año., retomando y comentando el texto básico de Pablo (la epístola del día) que nos habla del Año Nuevo, que empezó en la Plenitud de los Tiempos (Gal 4, 4).

Fuente:  http://blogs.periodistadigital.com/xpikaza.php/2013/01/01/p327022#more327022