sábado, 28 de noviembre de 2015

Iglesia, discipula misionera, del Señor Jesus, en el Africa de hoy


El Pacto de las Catacumbas y la Iglesia en África
Parte IV (páginas  368-378)
Un Pacto Misionero: Evangelizar a los pobres, los pobres evangelizan


1. Introducción (pg. 355)
2. Antecedente del Pacto de las Catacumbas: los ideales del Vaticano II respecto a la vida socioeconómica
2.1. El destino común de los bienes terrenos
2.2. Reforma de estilo de vida
2.3. Cambio de estructuras y políticas para beneficiar a los pobres
3. El Pacto de las Catacumbas: «mea culpa», «metanoia» y compromiso episcopal
3.1. Un estilo de vida sencillo
3.2. Liderazgo participativo/colaborativo
3.3. Creación de un nuevo orden social
4. El reto del Pacto de las Catacumbas para la Iglesia en África
5. Actitud respecto a la riqueza y el estilo de vida en un contexto africano
6. Actitud respecto a la autoridad y el poder
7. Conclusión (pg. 378)

1. Introducción

El Pacto de las catacumbas de Domitila es uno de los primeros frutos significativos del dinamismo y el sugerente impacto del Concilio Vaticano II. Es un documento firmado por cuarenta obispos conciliares como una expresión de su compromiso personal con los ideales del Concilio. El mensaje medular de tal compromiso se centra en el auténtico testimonio cristiano de la pobreza evangélica dentro de la sociedad moderna. Es un mensaje que mantiene su importancia y capacidad de reto en todos los tiempos y generaciones. En África, incluso con la independencia política de muchas naciones de este continente, la gente ha seguido experimentando condiciones políticas y económicas muy ásperas, difíciles y turbulentas.

La pobreza aumenta en muchas regiones y lleva muchas personas jóvenes y llenas de energía a emigrar en busca de un futuro mejor. En la Iglesia, el liderazgo ha pasado de estar formado mayoritariamente por misioneros occidentales a tener una composición esencialmente africana indígena.

¿Qué mensaje de esperanza cristiana puede ofrecer la Iglesia en África a sus gentes sometidas a las duras realidades de la injusticia social y económica?

Esta es la perspectiva desde la que el presente ensayo examina el reto que el Pacto de las Catacumbas representa para la Iglesia en África. Este estudio ha adoptado un enfoque analítico crítico para la investigación. En la primera fase analiza y sitúa el contenido del documento dentro de los principios básicos del Concilio Vaticano II sobre cuestiones económicas y relaciones sociales. Seguidamente, el estudio presenta y explica ese contenido como la primera respuesta episcopal al llamamiento del Vaticano a volver a los valores evangélicos de Jesús en cuestiones socioeconómicas. Por último, pone de relieve algunos desafíos que el Pacto plantea a la Iglesia en África, particular mente con respecto a la actitud frente a la riqueza y estilo de vida de su jerarquía y clero, así como su postura en lo tocante a autoridad y poder.

En conclusión, el Pacto llama a la Iglesia en África a hacer que su denuncia verbal y escrita de la pobreza esté en consonancia con un estilo de vida, que rechace la codicia y desarrolle una actitud y práctica que vea la autoridad como servicio en imitación de Jesús, quien no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45). 

4. El reto del Pacto de las Catacumbas para la Iglesia en Africa
La Iglesia católica en África es una Iglesia muy vibrante. Se dice que un notable 16% de los católicos del mundo viven en este continente, y que en el número de los católicos africanos se ha registrado un crecimiento de casi el 21% entre 2005 y 2010. Abundan las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, y muchos sacerdotes, religiosos y religiosas africanos trabajan como misioneros en todas partes del mundo.

En muchos países africanos, sobre todo en el África subsahariana, las celebraciones litúrgicas están llenas de fieles ardorosos y entusiastas, que recurren a la Iglesia no solo en busca de alimento espiritual, sino también de protección y apoyo material frente a la difícil situación socioeconómica y política que el continente lleva sufriendo desde hace siglos.

 ¿Cómo es, pues, que el Pacto de las Catacumbas supone un reto para la Iglesia católica y 
los líderes eclesiásticos en África?

 Para empezar, hay que determinar la medida en que el documento y su contenido son conocidos por el clero y el pueblo africanos. El párrafo final del Pacto dice así: “Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones”.

¿Cuántos de esos obispos representaban a la Iglesia en África?

Un análisis de la procedencia de los signatarios del documento es significativo: de África, 7; de Asia, 12; de Europa, 10; de Norteamérica, 2; de Latinoamérica, 9. Total, 40.

A juzgar por los apellidos de los obispos, la mayor parte de estos eran de origen europeo, que servían en su país o eran misioneros en África, Asia y, en cierta medida, en Latinoamérica. Los siete obispos representantes de África eran mayoritariamente misioneros que trabajaban en los siguientes países: Argelia, Egipto, Togo, Congo, Chad, Zambia y Congo-Brazzaville.

En la historia de la Iglesia en África, los misioneros católicos y sus superiores han tenido fama de haber dedicado sus vidas, talentos y bienes al servicio y desarrollo de la gente, especialmente de los pobres. Este es un punto reconocido y subrayado en la Primera Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, convocada por Juan Pablo II, quien escribió: El espléndido crecimiento y las realizaciones de la Iglesia en África se deben en gran parte a la heroica y desinteresada dedicación de generaciones de misioneros. 

¿Por qué, entonces, siete obispos misioneros, representantes de la Iglesia en África en el Concilio Vaticano II, consideraron necesario firmar el Pacto de las Catacumbas?

Lo que estaba en juego no era simplemente la cuestión de responder a las necesidades de los pobres o menos privilegiados, puesto que ya lo venían haciendo activamente en virtud de su trabajo como misioneros.

El Pacto de las Catacumbas, como los artículos 63-72 de la Gaudium et spes que lo inspiraron, tocaba la cuestión de la auténtica respuesta cristiana a la pobreza económica involuntaria que se alimenta de la extendida injusticia social de los tiempos modernos. Desde esta perspectiva hay que considerar la pertinencia y los retos del documento para la Iglesia en África. 

A este efecto, los padres sinodales de la Primera Asamblea Especial para África plantearon una oportuna pregunta: “En un continente saturado de malas noticias, de qué modo el mensaje cristiano constituye una Buena Nueva para nuestro pueblo?”

El Pacto de las Catacumbas tocó algunos de los principales temas que presentan retos a la Iglesia en África, a saber: actitud respecto a la riqueza y el estilo de vida, y actitud respecto a la autoridad y el poder. 

5. Actitud respecto a la riqueza y el estilo de vida en un contexto africano
Es importante señalar desde el principio que África es un continente enorme, dividido entre muchas naciones con experiencias diversas. Por eso hay que estar prevenido respecto a generalizaciones, que suelen presentar solo un lado de la historia. No obstante, es posible discernir ciertos rasgos que caracterizan la experiencia de diferentes sociedades africanas durante un tiempo determinado.

África ha pasado por periodos de tráfico de esclavos, colonialismo, y neocolonialismo posterior a las independencias, con desequilibrios económicos e injusticia social de efectos devasta dores. Por otro lado, los africanos no son una excepción en cuanto a apreciar los bienes materiales. De ahí que haya entre ellos cierto frenesí en la persecución de riqueza, la cual constituye una importante fuente de poder, prestigio e influencia en la sociedad. No raramente, los abundantes recursos naturales de muchas naciones africanas son saqueados por una élite poderosa, en detrimento de toda la población.

Tal situación ha contribuido a la coexistencia de una pobreza deplorable y una riqueza desaforada, ya condenada por los padres conciliares del Vaticano II. La cuestión de la riqueza y el estilo de vida, abordado de nuevo en el Pacto de las Catacumbas, reta a la Iglesia en África a examinar su actitud y estilo de vida frente a la realidad histórica de la riqueza y la pobreza como son experimentadas en el continente. Desde la época colonial, de fuerte presencia misionera en África, la Iglesia siempre ha proporcionado alivio a los pobres, muchas veces tomando de unos recursos escasos.

La caridad cristiana siempre ha constituido una marcada característica de la Iglesia en África, como ha quedado dicho. Hay, sin embargo, una creciente conciencia de que la caridad por sí sola no es la solución a la extendida pobreza e injusticia social en la sociedad moderna. La caridad cristiana debe estar precedida por la justicia y apoyada por un estilo de vida sencillo, como el de Cristo, que suponga una denuncia del apego excesivo a las riquezas y el afán por acumularlas. 

Este reto ha sido tomado de diversas dimensiones de la Iglesia en África.

La promoción de la justicia formó parte de la temática y discusiones durante la Primera y Segunda Asambleas Especiales para África del Sínodo de los Obispos. De hecho, Juan Pablo II escribió así en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa: Respecto a la promoción de la justicia y, en particular, a la defensa de los derechos humanos fundamentales, el apostolado de la Iglesia no puede dejarse a la improvisación. Consciente del hecho de que en numerosos países de África se perpetran flagrantes violaciones de la dignidad y de los derechos del hombre, pido a las Conferencias episcopales que instituyan, donde todavía no existan, Comisiones de «Justicia y Paz» en los diversos niveles. Estas deben sensibilizar a las comunidades cristianas en su responsabilidad evangélica sobre la defensa de los derechos humanos.

En casi todas las diócesis de África se ha establecido una comisión de Justicia y Paz, cuya eficacia varía de un lugar a otro. Además del establecimiento de esa comisión, los obispos de África se han pronunciado a menudo y enérgicamente contra la existencia de violencia, inestabilidad política, injusticia socioeconómica y miseria en muchas regiones del continente.

El mensaje es reiterado en la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, así como en la correspondiente exhortación apostólica postsinodal: Que una minoría confisque los bienes de la tierra en detrimento de pueblos enteros, es inaceptable porque es inmoral. La justicia obliga a “dar a cada uno lo suyo”: ius suum unicuique tribuere. Se trata, pues, de hacer justicia a los pueblos. África es capaz de asegurar a todos – personas y naciones del continente - las condiciones básicas que les permitan participar en el desarrollo.

Teólogos de la liberación africanos, como Jean-Marc Ela, ha señalado, sin embargo, que la persistente “irrupción de los pobres”, por usar las palabras del propio Ela, supone un grave desafío para la credibilidad del cristianismo en África.

La cuestión de la credibilidad del cristianismo en África frente a la «irrupción» de los pobres suscita algunas preguntas pertinentes: ¿Qué mensaje transmite el estilo de vida de la jerarquía y de los líderes religiosos en África a los africanos en el contexto socioeconómico en que estos viven? ¿Condena su estilo de vida la pobreza y la codicia, conforme a su denuncia oficial? ¿Da el estilo de vida del clero testimonio elocuente de los valores del Reino al modo de Jesús, que se hizo pobre para que nosotros pudiéramos ser ricos? (2 Cor 8,9). ¿O también la autoridad eclesiástica en África ha quedado atrapada en el ansia frenética de acumulación de riquezas y materialismo?

¿Pueden los pobres y las víctimas de la injusticia social en África identificarse realmente con la jerarquía y los líderes religiosos en asociación y solidaridad? ¿O permanecen estos todavía en el nivel de ayudar a los pobres de sus bienes sobrantes o acumulados, pese a que los bienes de la Tierra fueron creados para todos?

En algunas regiones de África, muchos líderes cristianos - sacerdotes, obispos y religiosos - son propensos a llevar una vida de opulencia a la manera de los ricos aristócratas de su sociedad. Su espléndido estilo de vida los expone a padecer de cierta avidez por el dinero y apego a las cosas, en una sociedad que hace ídolos de las riquezas y las posesiones materiales.

El clero compite dentro de sus propias filas y con miembros de la sociedad civil en cosas tales como el uso y posesión de múltiples casas o vehículos caros e impresionantes y el disfrute regular de costosas vacaciones en Europa o América, etc. Se da la triste ironía de que algunos de esos bienes o viajes son sufragados por feligreses pobres que contribuyen con sus escasos recursos a satisfacer las incesantes demandas o manipulaciones de su clero. También pueden proceder de ricos aristócratas de esas sociedades, que ven conveniente alinearse con los dirigentes eclesiásticos.

El afán de bienes materiales entre sacerdotes se manifiesta también en la proliferación de centros del ministerio de curación. Con el tiempo, algunos de esos centros se han convertido en verdaderos negocios, que han situado al correspondiente sacerdote-sanador entre los más ricos de la sociedad. El éxito material de tales centros ha conducido en Nigeria, por ejemplo, al establecimiento de universidades y colegios superiores privados, así como al surgimiento de numerosas industrias e instituciones financieras, que a su vez contribuyen a aumentar el poder y el prestigio de su propietario.

Algunos centros del ministerio de curación llegan a utilizar estrategias manipulativas para conseguir dinero de gentes vulnerables que buscan sus servicios. Tal abuso de poder espiritual fue condenado por E. C. Uzochukwu cuando escribió: El ministerio es para el beneficio de los miembros de la Iglesia y no solo para el lucimiento de algunos. Los sacerdotes que en Nigeria hacen ostentación de dones para fascinar a la gente común o enriquecerse son comparables a los ofeke debía (curanderos estúpidos e ignorantes) de la tradición Igbo...  Nuestros sacerdotes y laicos que en Nigeria y otras partes de África están activos en el ministerio de curación deberían tener presente la espiritualidad tradicional de considerar sus dones destinados al servicio de la comunidad, a fin de que aprecien el significado profundo de los carismas para la construcción de la comunidad como fue vivida en el cristianismo primitivo (1 Cor 12). Esto calará más cuando el ministerio sea aprendido esencialmente como servicio y no como una escalera para alcanzar rango y privilegio.

Desde esta perspectiva, el Pacto de las Catacumbas reta a los líderes religiosos de África a dar auténtico testimonio de los valores que Jesús predicó y conforme a los cuales vivió, y que formaron luego la base para la vida y práctica de los primeros cristianos.Un estilo de vida sencillo promueve un reparto equitativo, entre todos, de los bienes comunes de la Tierra; supone un rechazo y una crítica de la acumulación de riqueza por parte de unos pocos en perjuicio de la mayoría; no busca manipular la religión para ganar popularidad, poder, prestigio y privilegios (1 Tes 2,5-10). Según John Marc Ela: No basta con que el la «lucha por la justicia» se incluya en el discurso oficial de cierto número de sacerdotes, obispos o teólogos, mientras que las prácticas y las orientaciones de la vida cristiana en conjunto siguen configuradas por la problemática de un cristianismo todavía atrapado en las sutiles maquinaciones de una sociedad dominante. 

En lo sucesivo deberemos tener el coraje de vivir nuestra relación con Dios en la fe partiendo de nuestra experiencia de solidaridad con África, que busca su liberación.

Desde este punto de vista, lo que necesitamos en nuestras iglesias es un cristianismo de “mangas remangadas”, que abandone su mentalidad de gueto y se comprometa en las cuestiones reales que deciden el futuro de un pueblo.

6. Actitud respecto a la autoridad y al poder
El Pacto de las Catacumbas reta a la Iglesia en África también a examinar su actitud con respecto a la autoridad y el poder, a la luz de las enseñanzas y prácticas de Jesús y de la Iglesia primitiva. En palabras de Donal Dorr: “Como no haya la percepción de que la Iglesia es verdaderamente justa en su manera de proceder, se verá gravemente comprometido su trabajo por la justicia en la sociedad”.

También los padres sinodales en la Primera Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos apuntaron: La Iglesia, como comunidad de fe, debe ser un testigo firme de la justicia y la paz incluso en sus estructuras y en las relaciones entre sus miembros.

A la luz de esta declaración surgen algunas preguntas fundamentales: ¿Qué significa que la Iglesia en África “debe ser un testigo firme de la justicia y la paz incluso en sus estructuras y en las relaciones entre sus miembros»? Las estructuras existentes dentro de las que actúan las autoridades eclesiásticas en África, ¿promueven la justicia o toleran la injusticia? ¿Proporcionan alternativas razonables a la dominación, explotación y opresión que operan en la estructura económica, social y política de muchas sociedades africanas? 

Dos factores principales influyen en el ejercicio de la autoridad dentro de la Iglesia en África. El primero es un fuerte clericalismo, heredado de los misioneros occidentales, que el obispo Mwoleka ha calificado de “enfermedad incurable”. El segundo es una imagen deteriorada de la autoridad del jefe africano autocrático, imagen propagada por los dictadores de África en el terreno político. Estos dos factores, que combinados dan lugar a la autocracia clerical, constituyen grandes peligros para el ejercicio de la autoridad dentro de la Iglesia en África.

Se ven en este continente situaciones en que la Iglesia está todavía intensamente clericalizada. Por un lado, hay un puñado de obispos y sacerdotes en la cúspide de la pirámide que tienen una autoridad casi absoluta, con derechos y privilegios en la administración de las diócesis y las parroquias. Hay también, por otro lado, un alto porcentaje de fieles laicos, sobre todo mujeres, que sufren esa situación en la base piramidal.

Este modelo de Iglesia se desentiende, en la práctica, de la enseñanza oficial del Vaticano II sobre la Iglesia como Pueblo de Dios, así como sobre la colegialidad y el ministerio colaborativo. Sus estructuras están constreñidas por mecanismos de injusticia que van en contra del valor evangélico de la autoridad entendida como servicio. Son lo contrario de la manera que tenía Jesús de proceder con sus discípulos. Cuando los apóstoles empezaron a rivalizar entre ellos por posiciones de poder,

Jesús los llamó y los instruyó de este modo: Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.

A la luz de esta visión evangélica de la autoridad como servicio, los obispos del Pacto de las Catacumbas declararon: Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así, nos esforzaremos por “revisar nuestra vida» con ellos; buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo; procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores; nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión (Mc 8,34-35; Hch 6,1-7; 1 Tim 3,8-10) 39.

7. Conclusión
El Concilio Vaticano II es un gran hito en la historia de la Iglesia en tiempos modernos. El Pacto de las Catacumbas de Domitila desarrolla una aplicación práctica de los principios teóricos del Concilio Vaticano II sobre materias socioeconómicas. Constituye un gran reto para la Iglesia en África y para la Iglesia universal volver a los valores evangélicos de Jesús en la respuesta a las relaciones económicas y sociales en la sociedad moderna.

El Pacto reta a los dirigentes eclesiásticos en África y demás partes del mundo a rechazar la injusticia social y económica no solo mediante denuncias formales, sino especialmente con un cambio de mentalidad y un estilo de vida sencillo que promueva la justicia y la utilización común de los bienes de la Tierra.

Subraya la necesidad de que la Iglesia en África se convierta en auténtico testigo de justicia y paz en sus estructuras y en la relación entre sus miembros. Reta a todos los cristianos a luchar contra el desequilibrio económico con justicia social y caridad, más un estilo de vida inclusivo de los pobres como socios respetables en la compartición de los bienes comunes de la Tierra. Exhorta a los Gobiernos y las organizaciones internacionales a hacer y aplicar leyes y políticas desde la perspectiva de sus beneficios para los pobres.

* Ethel Ezeh, Mare-Noelle. Religiosa de las Hermanas del Inmaculado Corazón de María Madre de Cristo (Nigeria). Ha estudiado en la Universidad Católica de París y en la Sorbona (Paris IV). Enseña en el Department of Religion and Society in Anambra State University, Nigeria.



lunes, 23 de noviembre de 2015

La misión de la Sal enviada

Aqui se cuenta...

Gracias al Padre común por ti, hermano Salvador
Gracias a ti, Salvatore, por la compañia y la amistad.

Gracias Padre Mura por tu vida hecha misión
Gracias Padre Salvador por tu misión hecha vida.

A la orden o mandato de salir: Sal!
Tu, Salvatore, saliste:
 de Cagliari a Turin, de Italia a Colombia.

Al imperativo de ir: Va!
Tu, Salvador, fuiste:
Viviste, amaste y serviste.

Fuiste Sal,
salaste, le diste sabor al dolor o a la dor,
como suene mejor, en Español o en Portugués.

!Sal Va Dor!

Naciste en Cagliari - Italia el 16/02/1933
Viviste en Colombia
Renaciste en Alpignano - Italia el 22/11/2015

Arrivederci!
Salvador


sábado, 14 de noviembre de 2015

“Pacto por una Iglesia Sierva y Pobre”


El Pacto de las Catacumbas 

El 16 de noviembre de 1965, pocos días antes de la clausura del Concilio, cerca de 40 padres conciliares celebraron una Eucaristía en las catacumbas de Domitilla. Pidieron “ser fieles al espíritu de Jesús”, y al terminar la celebración firmaron lo que llamaron “el pacto de las catacumbas”.

Nosotros, obispos, reunidos en el Concilio Vaticano II, conscientes de las deficiencias de nuestra vida de pobreza según el evangelio; motivados los unos por los otros en una iniciativa en la que cada uno de nosotros ha evitado el sobresalir y la presunción; unidos a todos nuestros hermanos en el episcopado; contando, sobre todo, con la gracia y la fuerza de nuestro Señor Jesucristo, con la oración de los fieles y de los sacerdotes de nuestras respectivas diócesis; poniéndonos con el pensamiento y con la oración ante la Trinidad, ante la Iglesia de Cristo y ante los sacerdotes y los fieles de nuestras diócesis, con humildad y con conciencia de nuestra flaqueza, pero también con toda la determinación y toda la fuerza que Dios nos quiere dar como gracia suya, nos comprometemos a lo que sigue:

1. Procuraremos vivir según el modo ordinario de nuestra población en lo que toca a casa, comida, medios de locomoción, y a todo lo que de ahí se desprende. Mt 5, 3; 6, 33s; 8-20.

2. Renunciamos para siempre a la apariencia y la realidad de la riqueza, especialmente en el vestir (ricas vestimentas, colores llamativos) y en símbolos de metales preciosos (esos signos deben ser, ciertamente, evangélicos). Mc 6, 9; Mt 10, 9s; Hech 3, 6. Ni oro ni plata.

3. No poseeremos bienes muebles ni inmuebles, ni tendremos cuentas en el banco, etc, a nombre propio; y, si es necesario poseer algo, pondremos todo a nombre de la diócesis, o de las obras sociales o caritativas. Mt 6, 19-21; Lc 12, 33s.

4. En cuanto sea posible confiaremos la gestión financiera y material de nuestra diócesis a una comisión de laicos competentes y conscientes de su papel apostólico, para ser menos administradores y más pastores y apóstoles. Mt 10, 8; Hech 6, 17.

5. Rechazamos que verbalmente o por escrito nos llamen con nombres y títulos que expresen grandeza y poder (Eminencia, Excelencia, Monseñor…). Preferimos que nos llamen con el nombre evangélico de Padre. Mt 20, 25-28; 23, 6-11; Jn 13, 12-15.

6. En nuestro comportamiento y relaciones sociales evitaremos todo lo que pueda parecer concesión de privilegios, primacía o incluso preferencia a los ricos y a los poderosos (por ejemplo en banquetes ofrecidos o aceptados, en servicios religiosos). Lc 13, 12-14; 1 Cor 9, 14-19.

7. Igualmente evitaremos propiciar o adular la vanidad de quien quiera que sea, al recompensar o solicitar ayudas, o por cualquier otra razón. Invitaremos a nuestros fieles a que consideren sus dádivas como una participación normal en el culto, en el apostolado y en la acción social. Mt 6, 2-4; Lc 15, 9-13; 2 Cor 12, 4.

8. Daremos todo lo que sea necesario de nuestro tiempo, reflexión, corazón, medios, etc. al servicio apostólico y pastoral de las personas y de los grupos trabajadores y económicamente débiles y subdesarrollados, sin que eso perjudique a otras personas y grupos de la diócesis. Apoyaremos a los laicos, religiosos, diáconos o sacerdotes que el Señor llama a evangelizar a los pobres y trabajadores, compartiendo su vida y el trabajo. Lc 4, 18s; Mc 6, 4; Mt 11, 4s; Hech 18, 3s; 20, 33-35; 1 Cor 4, 12 y 9, 1-27.

9. Conscientes de las exigencias de la justicia y de la caridad, y de sus mutuas relaciones, procuraremos transformar las obras de beneficencia en obras sociales basadas en la caridad y en la justicia, que tengan en cuenta a todos y a todas, como un humilde servicio a los organismos públicos competentes. Mt 25, 31-46; Lc 13, 12-14 y 33s.

10. Haremos todo lo posible para que los responsables de nuestro gobierno y de nuestros servicios públicos decidan y pongan en práctica las leyes, estructuras e instituciones sociales que son necesarias para la justicia, la igualdad y el desarrollo armónico y total de todo el hombre y de todos los hombres, y, así, para el advenimiento de un orden social, nuevo, digno de hijos de hombres y de hijos de Dios. Cfr. Hech 2, 44s; 4, 32-35; 5, 4; 2 Cor 8 y 9; 1 Tim 5, 16.

11. Porque la colegialidad de los obispos encuentra su más plena realización evangélica en el servicio en común a las mayorías en miseria física cultural y moral -dos tercios de la humanidad- nos comprometemos: 
* a compartir, según nuestras posibilidades, en los proyectos urgentes de los episcopados de las naciones pobres; 
* a pedir juntos, al nivel de organismos internacionales, dando siempre testimonio del evangelio, como lo hizo el papa Pablo VI en las Naciones Unidas, la adopción de estructuras económicas y culturales que no fabriquen naciones pobres en un mundo cada vez más rico, sino que permitan que las mayorías pobres salgan de su miseria.

12. Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así, 
* nos esforzaremos para “revisar nuestra vida” con ellos;
* buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo; 
* procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores; 
* nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión. Mc 8, 34s; Hech 6, 1-7; 1 Tim 3, 8- 10.

13. Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones.

Que Dios nos ayude a ser fieles

Nota sobre los participantes en la celebración del Pacto de las Catacumbas, las Catacumbas de Santa Domitila, Roma, 16 de noviembre 1965”. Evangelizadoras de los Apóstoles. 
Beozzo, José Oscar (17 de noviembrede 2012).

Brasil:
Dom Antônio Fragoso (Crateús-CE),
Don Francisco Mesquita Filho Austregésilo (Afogados da Ingazeira – PE),
Dom João Batista da Mota e Albuquerque, arzobispo de Vitória, ES,
P. Luiz Gonzaga Fernandes, que había de ser consagrado obispo auxiliar de Vitória
Dom Jorge Marcos de Oliveira (Santo André-SP),
Dom Helder Camara, obispo de Recife
Dom Henrique Golland Trindade, OFM, arzobispo de Botucatu, SP,
Dom José Maria Pires, arzobispo de Paraíba, PB.

 

Colombia:
Mons. Tulio Botero Salazar, arzobispo de Medellín
Mons. Antonio Medina Medina, obispo auxiliar de Medellín
Mons. Anibal Muñoz Duque, Obispo de Nueva Pamplona,
Mons. Raúl Zambrano de Facatativá
Mons. Angelo Cuniberti, vicario apostólico de Florencia.


Argentina:
Mons. Alberto Devoto de la diócesis de Goya
Mons. Vicente Faustino Zazpe de la diócesis de Rafaela
Mons. Juan José Iriarte de Reconquista
Otros países de América Latina
Mons. Alfredo Viola, obispo de Salto (Uruguay) y su auxiliar,
Mons. Marcelo Mendiharat, obispo auxiliar de Salto (Uruguay)
Mons. Manuel Larraín de Talca en Chile,
Mons. Gregorio McGrath Marco de Panamá (Diócesis de Santiago de Veraguas),
Mons. Leonidas Proaño en Riobamba, Ecuador
Francia
Mons Guy Marie Riobé, obispo de Orleans,
Mons Gérard Huyghe, obispo de Arras,
Mons. Adrien Gand, obispo auxiliar de Lille
Otros países de Europa
Mons. Charles Marie Himmer, obispo de Tournai, Bélgica,
Mons. Rafael González Moralejo, obispo auxiliar de Valencia, España,
Mons. Julius Angerhausen, obispo auxiliar de Essen, Alemania…
Mons. Luigi Betazzi, obispo auxiliar de Bolonia
África
Dom Bernard Yago, arzobispo de Abidjan, Costa de Marfil
Mons. José Blomjous, obispo de Mwanza, en Tanzania
Mons. Georges Mercier, obispo de Laghouat en el Sahara, África
Asia y América del Norte
Mons. Hakim, obispo melquita de Nazaret,
Mons. Haddad, obispo melquita, auxiliar de Beirut, Líbano
Mons. Gérard Marie Coderre, obispo de Saint Jean de Quebec, Canadá,
Mons. Charles Joseph de Melckebeke, de origen un belga, obispo de Ningxia, China.

El unico lugar donde se puede encontrar la transcripcion completa del texto es en la “Cronica del Vaticano II” hecha por el Obispo franciscano Boaventura Kloppenburg. El entitulo el documento “Pacto por una Iglesia Serva y Pobre”. 
 

martes, 3 de noviembre de 2015

Navegando por los rios, entre arbustos y edificios


Africa y América se encuentran
Comunicado de prensa final del Taller consultivo sobre la creación de una Red Eclesial
para la protección de la cuenca del Congo


1. Por iniciativa de la Comisión de Justicia, Paz y Desarrollo, y de Cáritas África, ambas estructuras pertenecientes al Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), y del Apostolado Social Jesuita en África, se llevó a cabo un taller de consulta sobre la creación de una red eclesial para la protección de la cuenca del Congo durante los días 8 a 9 octubre de 2015, en la sede de la Cáritas Congo en Kinshasa, República Democrática del Congo.

Los delegados asistieron de parte de las Comisiones de Justicia y Paz de Congo - Brazzaville, Camerún y República Democrática del Congo, de las Cáritas nacionales de los mismos tres países, de la Comisión Episcopal sobre Recursos Naturales (CERN / CENCO) de la RD del Congo, del Centro de Estudios para la Acción Social (CEPAS – RD Congo) y del Instituto Superior Agro-Veterinario, Kimwenza / Kinshasa (VAIS).

La intención de este taller fue la de reflexionar, a la luz de la Encíclica "Laudato Si" del Papa Francisco, sobre la contribución de la Iglesia Católica en África, con respecto de la salvaguardia de la selva y bosque de la Cuenca del Congo.

2. En la inauguración del taller, el obispo Donatien BAFUIDINSONI, hablando en nombre de la Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO), y sustentado en el n ° 38 de "Laudato Si'' que trata de la importancia de la preservación de las cuencas del Congo y del Amazonas, señaló su rechazó por el hecho de que el debate sobre el cambio climático ha estado, durante mucho tiempo, confiscado a espacios de expertos y con frecuencia ha sido abordado de una manera que puede ser muy científica, pero a veces carente de conciencia y responsabilidad.

Él recomendó a los participantes desarrollar una visión común y definiciones prácticas para articular acciones futuras con el fin de aumentar el conocimiento y comprensión del cambio climático, que se comprometan a luchar contra éste, el proteger la biodiversidad, promover un modelo de desarrollo sostenible, y a entrar en diálogo con otras redes internacionales.

3. Durante el taller los participantes profundizaron su comprensión sobre las cuestiones del cambio climático, y los desafíos de la gestión sostenible del bosque de la cuenca del Congo, con el fin de preservar la biodiversidad y garantizar el desarrollo de las comunidades locales.

También descubrieron la forma en que los países de la Cuenca del Congo aspiran a movilizar los recursos financieros dispuestos con miras a la COP 21, a fin de contribuir a la preservación de la selva y el bosque.

4. Los participantes deploraron el hecho de que cuando los países contaminantes, a través de la industrialización, la deforestación y los modelos de desarrollo consumista, emprenden acciones para restaurar el medio ambiente, estas acciones son más lentas que aquellas que lo destruyen y lo dañan.

5. Todos los oradores llegaron a la misma conclusión de que el planeta tierra enfrenta un gran riesgo si las acciones concretas para cambiar no se hacen ahora.

6. Frente a este peligro para el mundo, el Papa Francisco alienta a la sociedad civil a utilizar los legítimos mecanismos de presión, para que cada gobierno cumpla con su propio e indelegable deber de preservar el ambiente y los recursos naturales de su país, sin venderse a intereses espurios locales o internacionales(Laudato Si, 38).

7. Los participantes se han beneficiado posteriormente de la experiencia de la REPAM (Red Eclesial Pan-Amazónica), a través de su Secretario Ejecutivo, quien presentó el contexto de la creación de esta red, el compromiso de la Iglesia en América Latina junto con las comunidades para
salvaguardar la biodiversidad, su atención por la defensa de los intereses de los pueblos indígenas, la lucha por un cambio en la comprensión del concepto de desarrollo el cual debe estar orientado a la protección de la biodiversidad, sus actividades de incidencia que han comenzado desde el nivel local (las comunidades) y pasado al nivel internacional mediante la construcción de redes nacionales y regionales.

8. Informados sobre estos hechos, y con el fin de asumir la responsabilidad y cumplir con la misión profética de la Iglesia en la búsqueda de soluciones en África, los participantes se comprometieron a:
a) Actuar dentro de la Iglesia de una manera concertada y coordinada para proteger el bosque en la cuenca del Congo mediante la creación de la Red Eclesial de la Cuenca del Congo (REBAC);

b) Difundir la encíclica del Papa Francisco '"Laudato Si" sobre el cuidado de la casa común en nuestras diferentes estructuras de la iglesia (regionales, diocesanas, parroquiales, comunidades de base), en cada uno de nuestros diferentes países;

c) Trabajar con las comunidades locales, las organizaciones de la sociedad civil, los gobiernos, los parlamentarios, aliados, en apoyo de las acciones para la protección del planeta;

d) Establecer y poner en funcionamiento el comité interino de la REBAC.

9. El Comité Interino de REBAC se compone de representantes de la Comisión Justicia, Paz y Desarrollo y la Cáritas África, ambas pertenecientes a SECAM, del Apostolado Social de los Jesuitas en África, y un representante de cada país representado en el taller de Kinshasa. Su
misión consiste en:

a) Transmitir al SECAM, y otros colaboradores asociados, el mensaje y los compromisos asumidos al final de este taller;

b) Garantizar la organización de la próxima reunión con representación de todos los países que conforman la cuenca del Congo (sumando a Gabón, Guinea Ecuatorial y la República Centroafricana); c) Transmitir y posicionar las resoluciones del taller para los socios y colaboradores, y en la COP 21.

10. Los participantes recomendaron:
a) Para SECAM Asumir un papel de liderazgo en la promoción de la REBAC;

b) Para las Conferencias Episcopales Nacionales,
Establecer estructuras nacionales de REBAC;
Obtener información sobre el mensaje de sus representantes gubernamentales en la COP;
Poner en marcha y monitorear los mecanismos para asegurar que los fondos que se destinen a partir de la COP21 beneficien a las comunidades locales;
Asegurarse de que la proporción de los fondos asignados a las comunidades locales sea justa y tome en cuenta sus preocupaciones;

c) Para los gobiernos
Evaluar con precisión la contribución de los países para la lucha contra el cambio climático;
Cumplir los compromisos contraídos en la COP 21 y dedicar la mayor parte de los fondos recibidos a la reducción de la pobreza;

d) Para las comunidades locales
Aprender y comprender las cuestiones relacionadas con el cambio climático;
Involucrarse en las acciones de salvaguarda de la cuenca del Congo y adoptar un comportamiento responsable hacia el medio ambiente.

e) Para los operadores económicos (minería)
Contribuir al esfuerzo común para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y a la preservación del medio ambiente.

Kinshasa, 09 de octubre 2015