Este no ha sido el primero sino el V
Congreso Juvenil Consolación y misión que estuvo conectado con los anteriores,
como parte de un proceso ideado o soñado y planeado a partir de 2014, por el
Equipo de Animación Misionera de la Región IMC Colombia.
1.
Consolación
y misión (2014, en Bucaramanga)
2.
Discipulado
misionero (2015, en Ibagué)
3.
Pastoral
de consolación (2016, en Bogotá)
4.
Misión
ad gentes (2017, en Bogotá)
5.
Vocación
(2018, en San Luis, corregimiento de la Unión – Valle)
Con-vocados
a la Unión
Esta buena idea se convirtió en excelente
oportunidad para los jóvenes de Colombia y de otros lugares del planeta, 138
entre los participantes y los animadores, equiparse de sentidos y herramientas
espirituales, en clave de consolación y misión, para el camino de la vida. Tuvo
como tema LA VOCACIÓN, entendida como un llamado a todos los seres humanos, especialmente a los jóvenes, a poner la
Consolación en Misión entre los pueblos del mundo y sus culturas.
Re-Unidos en San Luis, del 12 al 15 de
octubre, en la casa de los Misioneros de la Consolata (Km 92 vía Toro), lugar
de uvas y variedad de frutas, disfrutamos con el Misionero del Padre maternal y
su madre María, “la mujer del vino nuevo”, animados e iluminados por el fuego
del Paráclito, el “Otro Consolador”.
El ambiente de alegría y fe, calentado por
el radiante sol de los días, acariciado por la suave brisa de las tardes e
iluminado por la tímida luna estrellada, en las noches azules, enmarcó el
Congreso juvenil, garantizando así que la fiesta de la vida en cada uno de los
participantes, en sus hogares, Iglesias, ciudades y en la creación entera, no
se acabará mientras María y el Señor Jesús estén en ella.

La vid y sus sarmientos, las uvas y el
vino del Valle del Cauca, sirvieron de inspiración pedagógica. La misma
creación con sus cuidanderos o cultivadores nos sintonizó con el mundo católico
“caminado junto” para, en y desde Roma, en SINODO: XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los
Obispos (de 3 al 28 de octubre): Los jóvenes, la fe y el discernimiento
vocacional.
Vinculados, entonces, con los jóvenes del mundo, desde San Luis,
vivimos la experiencia de común-Unión en torno a la VOCACIÓN para la misión de
Dios. Roma, el centro del Sínodo, San Luis, el centro del Congreso. Extraordinaria
sincronía!
Capaces
de beber el cáliz del servicio
La providencial abundancia de bienes (frijoles,
arroz, plátanos, yucas, papas, sal, azúcar, aceite, carnes, huevos, harinas,
pastas, panela, cebollas, ajo, frutas, etc.) y servicios (el hospedaje, el
transporte de utensilios y personas, las carpas y las sillas, los platos, vasos
y cucharas, además del servicio en la cocina y el comedor, etc.), nos
recordaron la mesa, servida y repartida, de la última cena; el poder del
servicio a cambio de los tronos a la izquierda y a la derecha del jefe; la alegría
que se experimenta más cuando se da que cuando se recibe; siempre “haciendo el
bien, bien hecho y sin ruido”.
El pueblo todo se involucró, participó y celebró.
Su canto se escuchó en la comarca y muchos acudieron a la Eucaristía en el
parque de San Luis. Todos cantamos, danzamos, aplaudimos, celebramos y, agradecidos,
partimos para nuestros lugares de procedencia, uno cerca y otros más lejos,
enviados en misión.
Consolados
para consolar
La misión siempre será una conjugación
transitiva del verbo irregular ir. Yo, Sal-va-dor, lo conjugo así: después del
mandato imperativo sal, del verbo
salir, conjugo el verbo ir al
indicativo presente va. Es claro que
la orden me viene de otro, en este caso del Otro, mi Señor, que me ordena salir
y me manda ir al dolor del otro (dor en portugués),
diferente de mí. ¿Para qué me envía? Para anunciar con mis labios, desinfectados
y conservados por la sal del bautismo,
el Evangelio de consolación, siendo sal
en medio de las personas y los pueblos desolados o de la asolada creación,
cansada de tanta explotación.
Claro está, no soy enviado solo a dar, a
llevar. También voy recibir, a saborear la sal de la sabiduría esparcida por el
Creador entre los pueblos y sus culturas.
Eso es la misión, una dádiva recíproca,
donada gratuitamente y esparcida con generosidad, por todas partes, hasta los
confines del mundo. Enviado para consolar, soy o vuelvo consolado.
Como María Consolata:
consolada y consoladora; o mejor, consoladora porque consolada.
Como misionero dono y saboreo la
consolación del nacimiento, como la alegría de vivir; la consolación de la economía,
en la mesa del pan y el vino compartido y repartido en la tierra y en casa de
cada uno, pues para los humanos, “terranos” (de tierra), tener suelo o tierra con
casa, es el mayor con-suelo; la consolación de la armonía que nace del perdón y
la reconciliación; la consolación de la compañía, que rompe la soledad
solitaria con la solidaridad comunitaria; la consolación de la resurrección,
que alimenta la esperanza y abre a la vida eterna.
Conclusión
Como Pablo, Juan Marcos y Bernabé, el “equipo
misionero de Antioquia”, podemos vivir la misión como una experiencia de
consolación compartida: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos
consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en
nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo
nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y
salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la
cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también
padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que,
así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación”
(II Corintios 1, 3-7).