viernes, 22 de abril de 2011

Parábola existencial de la dignidad


Viernes Santo en la casa de la Familia Medina Gómez, en Aguadas - Caldas

El personaje central es Mamá Ester, paciente y glorificada.
No habla, balbucea y se deja atender sin retribuir con emocionados gestos.
Escucha y reacciona con alguna leve sonrisa de bondad.
No se lamenta ni hace muecas, observa, susurra, asiente, colabora y se deja servir.

Ora y recibe el Viático de comunión con el equipaje listo para partir.
Mira atentamente a su entorno como balbuceando:
¡Dios mio, en tus manos estoy entregando mi espíritu!
Sus hijas responden a una sola voz: ¡Gloria a Dios!

Aquí no es el monte Calvario, aquí es el monte Tabor

Con ella estamos viviendo su paciente y serena pasión, no como una derrota, sino como su triunfo.
La antesala de la meta final es digna, humana, aireada y profesional:
servicios de salud integral;
amor cariñoso y respetuoso por parte de sus hijas, hijos y muchos más.

¡Nada de frío abandono, todo es calor de compañía!
 ¡Bendición de Dios!

Su enfermedad en la ancianidad, 91 años cumplidos, no revela sufrimiento sino paciente espera.
¡Hasta cuando Dios quiera.

La Pascua litúrgica anticipa la existencial, mientras tanto volvemos por los caminos de la misión de Dios, cargados de profunda y verdadera consolación.

A todos los acompañantes cercanos y lejanos, nuestra comunión en cada pasión.
 ¡Que sea para resurrección!
 

1 comentario:

velooscar dijo...

Que magnífico es llegar al ocaso de la existencia, a las puertas de un nuevo caminar, donde el sol es mil veces más brillante y la luna siempre nueva está. Lo marivilloso sería, que apagandose los últimos suspiros de este mundo, mirando atras y sin titubear, podamos pensar que ya todo está en las manos, porque llenas están. Y con pasos firmes, se pueda caminar tranquilos y alegres, ya no hacia el ocaso sino al amancer sin despertar.