viernes, 21 de febrero de 2014

Camino para la paz

 
Si quieres la paz, cultiva el perdón
 
El primer requisito para alcanzar la paz, en una sociedad dividida por la economía, la prepotencia del poder ideologico, político o militar e incluso por las religiones, iglesias o espiritualidades y los deseos de imposición de unos y de revancha de otros, es el perdón, que viene a revelarse como el único poder que rompe el círculo de las violencias. 
  
 
 
Jesús de Nazaret y el perdón
El descubridor del papel del perdón en la esfera de los asuntos humanos fue Jesús de Nazaret. El hecho de que hiciera este descubrimiento en un contexto religioso y lo articulara en un lenguaje religioso no es razón para tomarlo con menos seriedad en un sentido estrictamente secular .
 
Más allá del ojo por ojo:
Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente.
Pero yo os digo:
No resistáis al mal, sino que:
1. a quien te hiera en la mejilla derecha, ponle la otra;
2. al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica,
déjale también la capa;
3. a quien que te haga llevar carga una milla, llévasela dos.
4. Al que te pida, dale;
y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo niegues (Mt 5, 38-42).
El perdón rompe la “lógica” de la venganza (del talión que siempre se repite: ojo por ojo, diente por diente); de esa forma libera al hombre del automatismo de la violencia y permite que su vida trascienda el nivel de la ley, donde nada se crea ni destruye, sino que sólo se transforma. Sólo el perdón nos sitúa en un nivel de gratuidad creadora. El perdón es gracia; de esa forma supera el pasado y abre un comienzo de vida allí donde la vida se cerraba en sus contradicciones y luchas de poder.
 
El perdón contrapuesto al castigo
 
En esta línea encontramos interesantes contribuciones y propuestas de Hanna Arendt, filósofa e historiadora judía, experta en violencias y totalitarismos. Ella ha trazado  una teoría social de la paz, basada en el perdón. Ella  contrapone el perdón al castigo, que actúa según la ley, añadiendo que los hombres sólo pueden perdonar aquello que son capaces de castigar. La ley tiene un valor, pero el perdón lo sobrepasa. Hay, sin embargo, un “mal radical” que los hombres no pueden castigar ni perdonar, pues se sitúa más allá de sus potencialidades. “Aquí, donde el propio acto nos desposee de todo poder, lo único que cabe es repetir con Jesús «Mejor le fuera que le atasen al cuello una rueda de molino y le arrojasen al mar»” (cfr. Mc 9, 42 par; H. Arendt, La condición humana, Paidós, Barcelona 1993, 258)
 
En esa línea se sitúan las reflexiones de otro pensador judío muy significativo: V. JANKÉLÉVITCH, El Perdón, Seix Barral, Barcelona 1999 y la novedosa propuesta del P. Leonél Narváez Gómez, Misionero de la Consolata, con su Fundación para la Reconciliación y su pedagógica propuesta de las Escuelas de Perdón y Reconciliación - EsPeRe.
 

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