domingo, 11 de junio de 2023

Consolar

 La cosolación en letras

 


En este tema de la consolación podemos lidiar con la palabra, visto el simple y complejo juego que nos ofrece este sustantivo agudo, de cuatro sílabas, acentuado en la escritura, la pronunciación, la entonación y su composición: con-so-la-ción. Como todo y cualquier sustantivo, es capaz de cumplir, solo o dentro de cualquier oración, las funciones de sujeto explícito o de complemento directo.

Pero, claro está, consolación no es una simple palabra o nombre, que lo es, muy lindo y significativo. Es, ante todo, una acción, un estado, una atmosfera impregnada de solaz y alegría, una realidad de compasión y misericordia, de armonía y paz, de perdón y reconciliación, de justicia y solidaridad. Una expresión compuesta del verbo activo transitivo “consolar” y del sufijo “ción” que indica efecto, hecho o acción de…  

Como verbo, consolar (con-so-lar) es irregular en su conjugación, activo y pasivo, a la vez que pronominal, se puede conjugar de manera reflexiva y transitiva (consolarme, consolarte, consolarse, consolarnos, consolaros). Soy consolado y consuelo o consolando me consuelo.

A nosotros, Familia misionera de la Consolata, esparcida por el mundo, nos ha llegado desde Turín - Italia como sustantivo nominal, aplicado a María como nombre y misión: Virgen Consolata, participio femenino del verbo consolare, en italiano, consolada en castellano. Sustantivo verbalizado, etimológicamente acomodado, descompuesto o compuesto, por los hijos del sol, en las culturas andinas de las américas, como con-sol-ación. El prefijo, con, significando compañía, conexión; el astro rey, sol, que nos ilumina, calienta y llena de energía; el sufijo ción, indicando la consecuente acción de consolar. Nos sentimos, estamos-con el sol, el mismo que está en los brazos de la ConSOLata, el Nahui Ollin, símbolo máximo en la cultura nátuahl de los aztecas mesoamericanos. “Flor solar” de cuatro pétalos cuyo centro representa al Niño Sol, en el vientre de la “morenita del Tepeyac”, que nos viene a visitar: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1, 78-79).

 

Ese estar-con el Emmanuel (Dios-con-nosotros), verdadera consolación para el creyente en el Dios revelado por Jesucristo, el hijo de María de Nazaret, “es una experiencia de alegría interior, que consiente ver la presencia de Dios en todas las cosas; esta refuerza la fe y la esperanza, y también la capacidad de hacer el bien. La persona que vive la consolación no se rinde frente a las dificultades, porque experimenta una paz más fuerte que la prueba. Se trata por tanto de un gran don para la vida espiritual y para la vida en su conjunto ... es un movimiento íntimo, que toca lo profundo de nosotros mismos. No es llamativa, sino que es suave, delicada, como una gota de agua en una esponja (cfr. S. Ignacio de L., Ejercicios espirituales, 335): la persona se siente envuelta en la presencia de Dios, siempre de una forma respetuosa con la propia libertad. Nunca es algo desafinado, que trata de forzar nuestra voluntad, tampoco es una euforia pasajera: al contrario, también el dolor, por ejemplo, por los propios pecados, puede convertirse en motivo de consolación” (Papa Francisco, Catequesis sobre el discernimiento, 13/11/2022).

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