Itinerario de Santidad misionera de la Consolata
Un camino humano y terrenal recorrido en tan solo 39 años, del 22 de agosto de 1891 al 31 de octubre de 1930, lleva a Aurelia Jacobina Mercedes al pódium de los bienaventurados.
Baño en la pila bautismal
Al día siguiente de su nacimiento,
su padre Giovanni Stefani y su madre Annunziata Massari, la llevan al templo,
como lo hicieron con los otros 11 hijos. El sacerdote de Anfo la baña con el
agua del bautismo y, de ahí en adelante, todos la llamarán Mercedes, como a Santa
María de la Merced.
“Este título, María de la Merced, nos lo recuerda el teólogo Xabier Pikaza, no es
una referencia de lugar, como los de Lourdes o Fátima, Monserrat o Guadalupe, aunque esos nombres hayan recibido también un sentido
carismático especial. La Merced es, más bien, un título teológico y apostólico,
que está indicando una faceta importante del misterio de María, la Madre Jesús,
de manera que puede convertirse en principio de una acción liberadora al
servicio de los hombres cautivos”.
Con
este nombre, respondiendo por su identidad a cada llamado, fue creciendo la
hermosa, vivaz y servicial Mercedes, dicen sus biógrafos: "Toda persona que por cualquier motivo, en Anfo o en sus alrededores sufre, se convietrte para ella en un hermano o una hermana para amar". Ese sentimiento, esa disposición de ánimo, esa identificación con el sufrimiento del otro, se llama compasión. La misma que mueve a la acción, a la misericordia: “ayuda a las familias
más necesitadas, donde hay niños para cuidar, socorre a los pobres y enseña a
orar, a trabajar y tener confianza en Dios. Les lleva aquello que el papá coloca
a su disposición y sobre todo las cosas a las que ella misma renuncia:
alimentos y dinero”. Su vida se fue orientando por los caminos de la fe y de la
caridad, mientras estudiaba, oraba, ayudaba en la Parroquia y cuidaba de la
familia, especialmente después de la muerte de su mamá, hasta que su papá se
volvió a casa con Teresa Savoldi, otra buena mamá.
De la compasión brota la merced (dádiva) y la misericordia activa y libradora que alivia los sufrimientos y engendra la consolación en quienes la ofrecen y quienes la reciben, como lo significa el participio del verbo transitivo consolare en Italiano, conjugado al femenino: consolata, en Español consolada, que consuela y es consolada al mismo tiempo.
Misionera
de la Consolata
El 19 de junio de 1911, en la víspera de la fiesta de la Santísima Virgen Consolata, Mercedes parte de Anfo para Turín y es recibida por el Canónigo José Allamano. El 28 de enero de 1912 recibe, del mismo Fundador, el habito religioso y, como se usaba en su tiempo, el nuevo nombre “Irene”, que bíblicamente habla de serenidad o paz.
El
29 de enero de 1914, con otras 4 novicias y en presencia del Padre José
Allamano, hace los votos de obediencia, castidad y pobreza, consagrándose
totalmente al Señor. Ella misma traza, en pocas palabras, el programa de su vida:
“Solo Jesús – Todo con Jesús – Nada mío – Toda de Jesús – Todo por Jesús – Nada
para mí”. De “prisa”, como María cuando visita
a su prima Isabel, parte de Turín para el Kenia – África, zarpando en el puerto
de Génova el 28 de diciembre de 1914, en la nave Porto d’Alessandretta,
llegando a Mombasa el 31 de enero de 1915.
Una
vez en Limuru, cerca de Nairobi, después de los trámites legales y encuentro
con las otras 15 misioneras de la Consolata, se dedica al conocimiento del
pueblo Kikuyu, su lengua y su cultura.
Al año siguiente, 1916, envuelta en la guerra entre ingleses y alemanes,
la Hermana Irene, mensajera de la “paz de Dios”, transcurre su vida entre los hacinados
hospitales militares de Kenía y Tanzania, distribuyendo la "medicina de Dios”, con
delicadeza, profesionalismo y perseverancia, especialmente a los africanos
reclutados por los ingleses o alemanes y abandonados a su suerte, después de
heridos o muertos. Hasta el punto de ser reconocida por los mismos médicos,
enfermeros y vigilantes, "no como una mujer sino como un ángel".
Finalizado
su “servicio militar”, regresaron, ella y sus compañeras, a la misión en
Karema, con el ánimo de descansar un poco. Encontraron la región asolada por la
sequia y plagada de una fiebre española, que llevaba consigo muchas vidas. Se
dedicaron a educar, en la escuela, a los alumnos y a la gente para enfrentarla.
Irene, como “maestra”, ejercía su tarea en la institución y salía por los
campos visitando enfermos, buscando alumnos, catequizado gentes y preparándola
para el bautismo.
Finalmente,
estando en Guikondi, realizó su última caminata apostólica entre las hermosas
colinas del territorio kikuyu para reconfortar al maestro Julius Ngare, enfermo de peste, quien moriría en sus brazos. Algunos días después, el 31 de octubre
de 1930, también Nyaatha, madre de toda misericordia, como la
llamaban, habiendo contraído la misma enfermedad, moría a los 39 años.
Beata Irene
Las botas de Mercedes – Irene – Nyaatha, entre una pila bautismal y otra, seguían caminando por los mundos de la misión, esparciendo aroma de santidad, entre las misioneras y los misioneros, en medio de los pueblos y las comunidades. Sembrando de merced, paz y misericordia el territorio.
En una ocasión, en el 2015, en medio de la furia
guerrillera en Mozambique, intercede a favor de un grande grupo de gente Macua,
más de 270 personas, detenidas durante cuatro días dentro del templo de Nipepepe,
Diócesis de Lichinga, cuando se encontraban en formación. En esa atmósfera de
espera temerosa brota, de pronto, agua de la pila bautismal. Agua en abundancia
para calma la sed de niños y adultos, hombres y mujeres. Agua de vida,
restauradora de las energías y salvadora de la muerte. Milagro, susurraron
todos y se lo atribuyeron a la Hermana Irene, invocada con fe y esperanza por
el Párroco José Frizzi, misionero de la Consolata, que los acompañaba.
Comisiones diocesanas y romanas estudiaron el hipotético milagro y concluyeron que era obra del Omnipotente, realizada por la intercesión de la hermana “toda Misericordia”. Todos repetían “por intercesión de Sor Irene, fuimos salvados”. En el 2015 la hermana Irene fue beatificada en Nyeri, Kenia, el 23 de mayo. Declarada Beata, feliz, bienaventurada.
Sintesis
Compasión + merced - misericordia - liberación + consolación = santidad - alegria - felicidad - bienaventuranza.
Este ha sido un buen itinerario, camino y metodologia práctica, de santidad misionera de la Consolata, al estilo de San José Allamano. Una santidad "A la mano", vivida y testimoniada por las Beatas Irene y Leonella. Siendo "A la mano", también sirve para nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario