lunes, 8 de diciembre de 2025

Ejercicios Espirituales Misioneros (día primero, tema 1)

I Ser humano: ser para la relacionalidad

Pueblo Nasa, Toribio, Norte del Cauca - Colombia

El ser humano es un nudo de relaciones dirigidas hacia todas las direcciones. La propia Divinidad se revela panrelacional, como enfatiza el papa Francisco en su encíclica Laudato Si’ (n.239). Si todo es relación y no existe nada fuera de la relación, entonces la ley más fundamental es la sinergia, la sintropía, la inter-retro-relación, la cooperación, la solidaridad cósmica, la comunión y la fraternidad/sororidades universales (Boff Leonardo).

El ser humano, un ser para la relacionalidad

En un mundo cada vez más interconectado pero paradójicamente más individualista, surge con fuerza la necesidad de redescubrir una verdad esencial: el ser humano ha sido creado para la relación. No existe aislado, ni puede realizarse plenamente en la soledad absoluta. Desde sus orígenes, el ser humano es un ser relacional, constituido en y por la relación con los demás, con el mundo, consigo mismo y con Dios.

1. Relacionalidad: una verdad fundante del ser humano

Ya en el relato bíblico de la creación (Gén 2,18), Dios declara: “No es bueno que el hombre esté solo”. Esta afirmación no se limita al matrimonio, sino que revela una verdad antropológica profunda: la soledad absoluta contradice la naturaleza humana. El ser humano necesita al otro para saberse a sí mismo, para crecer, para amar y para ser amado.

Filosóficamente, autores como Martin Buber (con su visión del "Yo-Tú") y Emmanuel Lévinas han afirmado que la relación con el otro es constitutiva del yo. No somos individuos cerrados, sino personas abiertas, nacidas del encuentro y llamadas al encuentro.

 2. Dimensiones de la relacionalidad humana

La relacionalidad humana se manifiesta en varias dimensiones interconectadas:

a) Relación con uno mismo

Conocerse, aceptarse, reconciliarse con la propia historia, integrar heridas y límites. Sin esta relación interior sana, toda otra relación se ve afectada.

b) Relación con los demás

La familia, la amistad, la comunidad, el amor, la solidaridad… todo ser humano crece y se humaniza a través de vínculos profundos y auténticos. El otro no es un obstáculo, sino una oportunidad de plenitud.

c) Relación con la creación

Estamos llamados no a dominar, sino a cuidar la creación, reconociendo que formamos parte de un todo más amplio, interdependiente y armónico.

d) Relación con Dios

Para quienes tienen fe, la relación con Dios es el fundamento de todas las demás. En Dios, fuente de toda comunión, aprendemos a vivir con los otros de manera verdadera.

 3. Relacionalidad y libertad: una tensión fecunda

Una falsa visión de libertad como autonomía absoluta ha llevado a muchas personas a ver la relación como una amenaza o una pérdida de sí. Sin embargo, la verdadera libertad se vive en la relación. Ser libre no es aislarse, sino poder donarse libremente. No se trata de “perderse en el otro”, sino de encontrarse en el don mutuo.

El amor auténtico, la amistad verdadera y la comunidad real solo pueden existir si hay libertad. Pero también es cierto que la libertad solo madura cuando se abre al otro.

 4. Los desafíos de la relacionalidad hoy

En una sociedad digitalizada, globalizada y muchas veces individualista, la relacionalidad humana enfrenta nuevos retos:

Ø  Relaciones superficiales: las redes sociales pueden conectar, pero también vaciar el encuentro real.

Ø  Aislamiento afectivo: muchas personas sufren soledad, aunque estén rodeadas de gente.

Ø  Relaciones utilitaristas: donde el otro es visto como un medio, no como un fin.

Ante estos desafíos, es urgente promover una cultura del encuentro, del cuidado mutuo y del diálogo sincero.

 5. Cristo, modelo de relacionalidad plena

En la perspectiva cristiana, Jesucristo se presenta como el modelo perfecto de relacionalidad. Él vive en comunión con el Padre, se entrega totalmente al prójimo, acoge al excluido, perdona al pecador y crea una nueva humanidad reconciliada. En Él se nos revela que el ser humano solo se realiza plenamente cuando ama y se deja amar.

 Conclusión: Ser es ser en relación

El ser humano no es una isla. Su identidad más profunda no se descubre encerrándose, sino abriéndose al otro. Somos seres llamados a la comunión, no a la competencia; al encuentro, no al aislamiento.

Redescubrir la relacionalidad como núcleo de nuestra existencia es clave para construir una humanidad más humana, más solidaria y más fraterna. Solo en el amor y en la relación auténtica, el ser humano encuentra su verdad, su libertad y su plenitud.


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