Un
encuentro con la naturaleza
Señor
de los lirios, de las aguas, de los pueblos, de las estrellas, del
cielo, te agradezco. Padre de las flores, de las hormigas, de los
caracoles, yo te agradezco por esa experiencia
en Amazonia, mejor dicho, en las orillas del río Putumayo, con la
comunidad de Puerto Ospina. Gracias, Señor, por haberme regalado el
tiempo y tantas maravillas. Yo sé que estabas ahí, Señor, cuando
bajábamos el rio, mientras atardecía y los colores llenaban mi
corazón.

Padre,
cómo no pensar en Latinoamérica y sus pueblos originarios, cuando
mirábamos en las orillas del rio los pequeños pueblos. ¡Ellos
resisten, Señor, a duras penas, pero resisten! Nosotros creemos que
ellos son pobres, pero, en realidad, ellos son ricos. Tienen todo lo
que necesitan, con su simpleza y su humildad .¡Son tantos los
nombres, tantas las historias, tantos los idiomas!. Quizás, Padre,
el Dios de las aguas, como me dijo un señor mientras llovía, sea
también el Verbo. ¡Fue lindo vivir cerca del río por algunas
semanas!
Allí,
Padre, el tiempo se me volvió una canción. Todas las tardes, yo me
ponía a contemplar el atardecer, mientras por la mañana me
ejercitaba y veía a los niños que jugaban en el colegio. En ese
momento, Tú me dijiste que la esperanza no se ha acabado.
Fue
lindo hacer las oraciones mirando las estrellas, quizás en una de
ellas, Tú descansabas el corazón, mirando con ternura a los hombres
de la tierra, entre ellos, a aquél que intentaba hablarte. Fue en
una de esas oraciones, cuando la noche avanzaba, que escribí en mi
diario: “la naturaleza es un regalo, quizás fue ella el primero
sagrario de Dios” y recordé cuando las estrellas conducían a los
pastorcitos hasta tu encuentro.

Fue
así, Padre, yo he vivido en la naturaleza, fue el mayor encuentro
que tuve en esta experiencia misionera. Dios de las aguas, muchas
gracias, pues eres también el Dios de los humanos.
Sandrio
Candido ( IMC)
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