El silencio continúa
Volviendo a mi caótica y agitada Bogotá, en medio del
ruido indescifrable, percibí que el silencio continuaba a hablar. Entonces me
pregunté, ¿Cómo hacer para escuchar su voz o sus voces silenciosas? ¿En dónde
meterme, después de ese retiro de siete días, en el silencioso Aguadas de mi geografía
biográfica y cultural, durante la agonía de mi hermana Lindelia?
Entrar en mí mismo
Afuera impera el ruido, pero dentro habla el silencio
que me invita a dialogar con mis emociones y sentimientos, a releer y reajustar
mis proyectos, a escuchar mi cuerpo con sus fortaleces y debilidades, a
recordar y avanzar, a amarme, amar y dejarme amar, auto reconocerme en el
presente. ¡Qué grande misterio soy! ¡Me sorprende, cuán poco me conozco! Pido
perdón y me perdono, me declaro presente ante el misterio y sus secretos.
Solo saliendo, ni me encuentro, ni encuentro. Debo
entrar, sin salirme del territorio ni del tiempo. Aquí estoy, de nuevo
presente, tratando de escuchar el silencio que me envuelve. El mismo que me
habló subiendo a Aguadas, desde dónde miré abajo y escuché el presente, el
mismo que envuelve a Bogotá. Siento que en todas partes está hablando susurrando,
enseñando.
Encontrarme dentro con Dios
Al culminar la subida a Aguadas, viniendo del Valle del Cauca, en la Pintada, lo reconocí en el cuerpo enfermo de mi hermana y lo escuché en su silencio. Me habló en las actitudes, gestos y comportamientos de las familias y la comunidad, en la casa, el templo y las calles del pueblo. Escondido en la arquitectura patrimonial y cultural del “eje cafetero”, en la calle real atiborrada de chivas, camiones, buses y automóviles, instrumentos de trabajo estacionados y gente en movimiento, caminando, reflexiva y orante, hacia el cementerio, en donde también me hablaba el silencio.
En todas partes habla y se escucha, cuando está adentro. La Palabra encarnada como verbo, enviado del Padre maternal que es el silencio, hablaba del amor amigo, maternal y fraternal, con la suavidad y la energía del “Otro Consolador”, enviado dentro para iluminar, acompañar, fortalecer y abrir la ruta de la eternidad, ya presente.
Así fue que lo escuchó María, cuando Él le habló y le abrió su vientre. En ella, por la acción del Silencio fecundante, “la Palabra se hizo carne” y habitó entre nosotros. Hecho verbo activo y no sustantivo ni adjetivo, actuó amando. Pretendieron eliminarlo, pero no pudieron. Lo mataron y sigue vivo, se sigue encarnando en el silencio de los que escuchan atentos su Palabra y la ponen en acción. Estar en Dios y estar en silencio es la misma cosa, decía alguno que sabía.
Todos nos encontramos en el silencio
Nosotros, como Lindelia, cada rato silenciamos, anticipamos el silencio eterno. No por eso dejamos de hablar, seguimos siendo, como Jesús, “Verbo encarnado” que se pronuncia, es escuchado y actúa, animado por el Espíritu que, cuando es para el bien, es Santo.


2 comentarios:
Salvador, amigo. Gracias por abrir su corazón. En esas líneas se siente cómo el silencio le abraza en medio del dolor y le ha mostrado a Lindelia viva en su interior. Ojalá ese mismo silencio que le habla, lo siga sosteniendo, iluminando y acompañando en este presente junto a su familia. Aquí estoy con usted, escuchando ese silencio también.”
Recordado padre Salvador! El silencio ante la partida de un hermano ha de ser aterrador. Con ello ha de partir un pedazo de nuestra existencia...y si, seguimos vivos aqui cargando el recuerdo de los años!
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