Colombia - la paz - el plebiscito
La paz se construye
los acuerdos se votan
Siempre lo dije, en todas las reuniones en las que me expresé sobre
este tema: En Colombia no tuvimos y no tenemos un líder o una líder
de paz. Las hondas cicatrices que 52 años de guerra y de atrocidades
por ambos lados, han dejado en las almas de colombianas y colombianos
no pueden sanarse sino desde una profunda espiritualidad del perdón.
Nadie nos ayudó durante estos cuatro a construirla. El nombre de la
paz se ha y se continúa invocando en vano. La paz es el
camino, dijo un gran maestro en estos caminos: Mahatma
Gandhi. Este proceso se ha realizado, no sólo al margen de la gente
del común, sino entre líderes políticos que no viven ni la paz, ni
el perdón, ni la reconciliación.
Durante este proceso la iglesia católica y las iglesias protestantes
tienen que asumir sus responsabilidades desde su liderazgo espiritual
porque no nos enseñaron el camino al encuentro del otro y de la
otra. Los líderes evangélicos en su gran mayoría insisten
machacona e ignorantemente en que “la ideología de género” va a
acabar con la familia y no analizaron los acuerdos. En la iglesia
católica se vivió por parte del conjunto una pretendida neutralidad
y por parte de algunos una estrategia al sí, rotundamente
equivocada, en la que se juzgó durísimamente a quienes tuvieran
dudas. No vi por ningún lado -salvo grupos muy marginales- una
teología del perdón, que habría sido enseñable desde las homilías
dominicales.
Ahora bien, después de los resultados, surgen muchas cuestiones.
Propongo las que a mi juicio pueden ayudar a explicar un resultado a
todas luces desconcertante…
¿Por qué tan alto grado de abstención? En un plebiscito de esta
naturaleza el país tendría que haberse volcado a la calle para
participar y sin embargo hubo un 62% de abstención, es decir como
tradicionalmente pasa, los resultados fueron decididos por una
inmensa minoría. De esta abstención, escasamente el 1 o 2 % sería
una abstención consciente. Podríamos pensar también que un
porcentaje significativo pero minoritario no vota porque sus
condiciones de aislamiento (campos, montañas, ríos…) y la nula
presencia del Estado, no se lo permiten o le exigirían un viaje de
día y medio para hacerlo…
Pero yo creo que hay otro factor que no se tiene muy en cuenta y a mi
juicio es bastante definitivo: En Colombia las mayorías viven en la
ciudad, la mayor parte de esta población vive en las periferias y
los cordones marginales. Mucha de ella es gente desplazada por la
guerra y NO ha perdonado, nadie les ha ayudado a lograr su perdón…
Por otro lado para estas gentes el voto SÍ o el voto NO, no les
cambia la vida. Su vida: sus problemas, su falta de salud, educación,
dinero… sigue siendo la misma en el día antes y en el día
después. Sus angustias y dolores no se minimizan con una votación.
Aquí no hay una cultura ciudadana de participación… ¿Cómo
lograrla, con un Estado tan descomprometido con la suerte de sus
ciudadanos? Siempre dije que la campaña del sí no sabía responder
a esta cuestión de la incidencia en las vidas cotidianas de todas y
de todos, siempre se me contestó que “eso después”, que lo
importante ahora era el sí…
Creo que sigue siendo importante una distinción que a los políticos
y al presidente Santos no les interesó hacer: Una cosa es la paz y
otra son los acuerdos. No se puede exigir un voto por la paz porque
la paz se construye, los acuerdos se votan… Podemos entender que el
plebiscito era un primer paso hacia esa construcción, pero faltó
didáctica. Repito a Ghandi: La paz es el camino… y
la campaña que acaba de terminar fue todo menos un camino de paz y
de encuentro… se descalificó permanente al otro lado, se trató de
acoger un enemigo (las FARC), pero se construyó otro enemigo: los
partidarios del SI o del NO.
Y esto nos lleva a otro de los temas necesarios: En Colombia y creo
que en muchos países de Occidente, las campañas se basan en
mentiras, engaños, coacciones… la política no sólo ha renunciado
a “servir al bien común” sino al debate de ideas, a la
confrontación del pensamiento… La campaña del NO, recurrió a
todo tipo de mentiras: afirmó que parte de las pensiones se irían a
financiar el posconflicto, afirmó que como consecuencia el líder de
las FARC sería el próximo presidente de Colombia, afirmó que los
acuerdos nos llevarían al Castrochavismo, afirmó que los acuerdos
acabarían con la familia… La campaña del SI, aseguró que al día
siguiente -si no se aprobaban- las FARC atacarían las ciudades, que
se levantarían de la mesa, que los cuatro años de conversaciones se
perderían, se intentó deslegitimar cualquier interrogante… Todo
un ambiente de engaños y neblinas que no contribuyó a despejar las
dudas de quienes las tenían.
¿Qué nos queda al futuro en medio de tanto desconcierto?
En primer lugar no renunciar al sueño: Tiene que ser posible
convivir en una nación en paz que sepa dirimir sus diferencias en
mitad de los diálogos y consensos.
Esto supone entonces un segundo lugar, muy importante: Nos queda
reconciliarnos. Una de las cosas más graves de estos resultados es
que el país está fraccionado aparentemente en la mitad (Digo
aparentemente porque no sabemos qué piensa el 62% que no se
expresó). Tenemos un reto grande: desaprender la guerra, como
dice la canción, tendernos la mano unos a otros… es decir empezar
a construir el camino a la paz. Hay que desarmar el corazón.
Y finalmente buscar nuevas posibilidades para sellar unos acuerdos no
sólo con las FARC sino con todos los actores del conflicto.
Carmiña Navia Velasco
Santiago de Cali, 3 de
Octubre de 2016
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