viernes, 8 de enero de 2016

Espiritualidad misionera


El dinamismo misionero

El termino dinamismo, del griego dinamis, fuerza o actividad, continuo devenir vocacional y ministerial, nos indica el contenido y la fuerza de los cuatro principios que se unifican armoniosamente en la espiritualidad de los misioneros/as y se diferencian procesualmente durante la actividad misionera: la alegría, la compasión, la misericordia y la consolación.

Los entendemos como principios porque aparecen al origen de la vocación misionera, caracterizan permanentemente su identidad y permanecen activos a lo largo de la vida y la acción de los misioneros/as, calificando y cualificando sus estilos de vida y misión.

Dos de esos principios (modos de actuar, maneras de ser) motivan, hacen nacer e impulsan o mueven a la misión
  1. La alegría
  2. La compasión
Los otros dos principios acompañan, creativa y festivamente la acción misionera
  1. La misericordia
  2. La consolación

La alegría, componente esencial del ser humano, aparece como la fuente motivadora de la vocación de la joven María de Nazaret: “Alégrate”, “llena de gracia”, “el Señor está contigo”. Ella escucha la Palabra del Dios de sus padres, discierne y pronuncia su SI: “he aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra". De aquel misterioso encuentro, en la intimidad de su casa, nace la misión y ella sale corriendo hacia la montaña para compartir la alegría con la anciana Isabel: “En cuanto Isabel, oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y dijo a voz en grito: ¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! … En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” y ella canto: “...se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador” (cfr. Lc 1, 28-55).

La alegria, fruto de ese encuentro personal y personalizante con el Dios de Jesucristo, es, entonces, la fuente motivadora de toda vocación misionera, tal como lo fue para la joven María..

La compasión, como “sentir-con” - “padecer-con”, es el principio que conmueve y mueve a Jesús a la acción misionera:

  • “Saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos” (Mt 14,14);
  •  “Salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tenían pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas” (Mc 6,34), llamando a sus discípulos, dijo: tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer y tomando los siete panes y los peces, dio gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud, comieron todos y se saciaron… (cf. Mt 15,32,37); 
  • “… he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda, había con ella mucha gente de la ciudad, cuando el Señor la vio, se compadeció de ella y le dijo: “no llores” y acercándose tocó el féretro, los que lo llevaban se detuvieron y El dijo: joven, a tí te digo, levántate! Entonces se incorporó el que había muerto y comenzó a hablar y lo entregó a su madre (cfr. Lc 7, 12-15).
 La compasión se vuelve, entonces, una exigencia fundamental para sus discípulos: “Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo” (Lc 6, 36).

Al mismo tiempo es el grito de los ciegos, los pobres y los solitarios del camino, cuando sienten a Jesús que pasa: Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí” (Mc 10, 46-52).

La misericordia como re-acción surgida de la compasión experimentada ante “las victimas”, se convierte en principio de vida y de acción, solidariamente comprometida con los “afligidos” o “crucificados de la tierra” (J. Sobrino), individuos, comunidades y “pueblos enteros”.


  • Quien vive dinamizado por el “principio misericordia” no puede limitarse a “dar limosna a los pobres”, que ciertamente la necesitan, como primeros auxilios, para no morir. 
  • Le conviene siempre recordar el sabio proverbio chino: "regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida", apropiadamente elaborado por Paulo Freire en su “Pedagogía del oprimido”, para apoyar los procesos de promoción y liberación humana y social, en el mundo.
  • La vida y la acción misericordiosa, solidariamente comprometida con las victimas, debe intervenir políticamente hasta generar estructuras verdaderas y justas que "cuiden" la vida en todas sus manifestaciones y favorezcan la convivencia humana, local y universal, en verdadera paz.

La Consolación no es una simple moción espiritual ni, mucho menos, una emoción instantánea y efímera. Es la compañía permanente del “Otro Consolador”, el Paráclito, enviado por el Padre a petición y en el nombre del Señor Jesús (cf. Jn 14, 16.26; 15,26; 16,7), quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones y nos habilita para consolar: de esta manera, con la consolación con que nosotros mismos somos consolados por Dios, también nosotros podemos consolar a los que están en cualquier tribulación (cf. 2Cor 1,4).

  • Comienza en la alegría experimentada por su presencia dentro de cada discípulo del Señor Jesús y en medio de la comunidad, que dispone a la compasión que nos hace “próximos” y “aliados” con los afligidos de la tierra.
  • Pasa por la misericordia liberadora que trabaja para “cuidar” de toda la creación, de la “comunidad de vida” (cf. Carta de la tierra).
  • Concluye en la fiesta final, cuando el mismo Dios “enjugará toda lágrima de los ojos y ya no existirá ni muerte, ni duelo, ni gemidos, ni penas...” (Ap 21,4), cuando no habrá noche, ni necesitaremos luz de lámparas ni de sol, porque el Señor Dios derramará su luz sobre nosotros y reinaremos por los siglos de los siglos” (cf. Ap 22,5). 
La ConSOLación que experimentamos y compartimos con los afligidos de la historia es, al mismo tiempo, la meta final.
Nota: el video ha sido posible con la colaboración técnica de Juan Gabriel Acosta


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