domingo, 28 de diciembre de 2025

Ejercicios Espirituales Misioneros (tema 3)

  El ser humano - cristiano, llamado al seguimiento de Jesús

Templo de la Inmaculada - Aguadas - Caldas - Colombia
 

En la búsqueda del sentido de la existencia el ser humano ha encontrado, en el cristianismo, la respuesta en Dios, quien ha creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,27). No fuimos creados por casualidad, sino por amor, y con una vocación: vivir en comunión con nuestro Creador. Esta vocación se hace concreta en el llamado al seguimiento de Jesucristo, quien no solo es el modelo perfecto de humanidad, sino también el camino que conduce a la vida plena.

 1. El ser humano: creado para la comunión con Dios

El ser humano posee una dignidad única: es capaz de conocer, amar y elegir libremente. Esta libertad lo convierte en responsable de su vida y de su relación con los demás. Sin embargo, el pecado original y las heridas del mal han oscurecido esta vocación. Aun así, Dios no abandona a su creación; al contrario, la llama constantemente a volver a Él.

2. Jesucristo: el llamado al seguimiento

Con la encarnación de Jesús, Dios se hace cercano. En su vida, muerte y resurrección, Cristo nos revela quién es Dios y quién está llamado a ser el ser humano. A lo largo del Evangelio, Jesús no solo anuncia el Reino de Dios, sino que llama a las personas concretas a seguirle: “Ven y sígueme” (Mt 19,21). Este llamado no es solo para los primeros discípulos, sino para todos los que, a lo largo del tiempo, desean vivir según su ejemplo.

 3. ¿Qué significa seguir a Jesús?

Seguir a Jesús no es simplemente admirarlo o aceptar sus enseñanzas como algo bueno. Es una decisión radical que implica:

ü  Escuchar y poner en práctica su Palabra, especialmente el mandamiento del amor.

ü  Asumir la cruz, es decir, aceptar las dificultades de la vida con fe y esperanza.

ü  Vivir en comunidad, formando parte activa de la Iglesia.

ü  Dar testimonio en el mundo, siendo luz y sal para los demás.

El seguimiento de Jesús transforma toda la vida: la forma en que nos relacionamos, trabajamos, sufrimos y soñamos. Cristo no quita nada, sino que lo da todo: da sentido, esperanza y plenitud.

 4. Una vocación para todos, en caminos diversos

No todos seguimos a Jesús de la misma manera. Hay múltiples vocaciones dentro de la única llamada al discipulado:

ü  Los laicos son llamados a santificar el mundo desde dentro: en la familia, el trabajo, la política, el arte, etc.

ü  Los sacerdotes y consagrados están llamados a una entrega total y visible a Dios y a su pueblo.

ü  Los jóvenes, con su entusiasmo, pueden ser testigos creíbles del Evangelio en medio de un mundo que necesita esperanza.

ü  Cada cristiano debe preguntarse: ¿Cómo puedo seguir a Jesús hoy, en mi realidad concreta?

5. El seguimiento como camino de conversión

Seguir a Cristo es una tarea diaria. Es un proceso de conversión permanente, de dejar que el Espíritu Santo transforme nuestros pensamientos, deseos y acciones. San Pablo lo expresó con fuerza: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20).

Este camino no es fácil, pero es profundamente liberador. En Jesús encontramos el verdadero rostro del amor, de la verdad y de la vida.

 Conclusión

El ser humano, en su búsqueda de sentido, encuentra en Jesucristo la respuesta definitiva. Ser cristiano es más que una identidad cultural o una práctica religiosa: es un llamado personal al seguimiento de Jesús. Cada persona está invitada a recorrer este camino, con libertad, fe y amor, sabiendo que Dios camina a su lado. En ese seguimiento se realiza plenamente el ser humano, y el mundo se transforma desde dentro.

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