El ser humano - cristiano, llamado al seguimiento de Jesús
En la búsqueda del sentido
de la existencia el ser humano ha encontrado, en el cristianismo, la respuesta en
Dios, quien ha creado al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (cf. Gn
1,27). No fuimos creados por casualidad, sino por amor, y con una vocación:
vivir en comunión con nuestro Creador. Esta vocación se hace concreta en el
llamado al seguimiento de Jesucristo, quien no solo es el modelo perfecto de
humanidad, sino también el camino que conduce a la vida plena.
El ser humano posee una
dignidad única: es capaz de conocer, amar y elegir libremente. Esta libertad lo
convierte en responsable de su vida y de su relación con los demás. Sin
embargo, el pecado original y las heridas del mal han oscurecido esta vocación.
Aun así, Dios no abandona a su creación; al contrario, la llama constantemente
a volver a Él.
2. Jesucristo: el llamado al seguimiento
Con la encarnación de
Jesús, Dios se hace cercano. En su vida, muerte y resurrección, Cristo nos
revela quién es Dios y quién está llamado a ser el ser humano. A lo largo del
Evangelio, Jesús no solo anuncia el Reino de Dios, sino que llama a las personas
concretas a seguirle: “Ven y sígueme” (Mt 19,21). Este llamado no es solo para
los primeros discípulos, sino para todos los que, a lo largo del tiempo, desean
vivir según su ejemplo.
Seguir a Jesús no es
simplemente admirarlo o aceptar sus enseñanzas como algo bueno. Es una decisión
radical que implica:
ü Escuchar
y poner en práctica su Palabra, especialmente el mandamiento del amor.
ü Asumir
la cruz, es decir, aceptar las dificultades de la vida con fe y esperanza.
ü Vivir
en comunidad, formando parte activa de la Iglesia.
ü Dar
testimonio en el mundo, siendo luz y sal para los demás.
El seguimiento de Jesús
transforma toda la vida: la forma en que nos relacionamos, trabajamos, sufrimos
y soñamos. Cristo no quita nada, sino que lo da todo: da sentido, esperanza y
plenitud.
No todos seguimos a Jesús
de la misma manera. Hay múltiples vocaciones dentro de la única llamada al
discipulado:
ü Los
laicos son llamados a santificar el mundo desde dentro: en la familia, el
trabajo, la política, el arte, etc.
ü Los
sacerdotes y consagrados están llamados a una entrega total y visible a Dios y
a su pueblo.
ü Los
jóvenes, con su entusiasmo, pueden ser testigos creíbles del Evangelio en medio
de un mundo que necesita esperanza.
ü Cada
cristiano debe preguntarse: ¿Cómo puedo seguir a Jesús hoy, en mi realidad
concreta?
5. El seguimiento como camino de conversión
Seguir a Cristo es una
tarea diaria. Es un proceso de conversión permanente, de dejar que el Espíritu
Santo transforme nuestros pensamientos, deseos y acciones. San Pablo lo expresó
con fuerza: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20).
Este camino no es fácil,
pero es profundamente liberador. En Jesús encontramos el verdadero rostro del
amor, de la verdad y de la vida.
El ser humano, en su búsqueda de sentido, encuentra en Jesucristo la respuesta definitiva. Ser cristiano es más que una identidad cultural o una práctica religiosa: es un llamado personal al seguimiento de Jesús. Cada persona está invitada a recorrer este camino, con libertad, fe y amor, sabiendo que Dios camina a su lado. En ese seguimiento se realiza plenamente el ser humano, y el mundo se transforma desde dentro.

No hay comentarios:
Publicar un comentario