El Fundador tenía una visión clara y equilibrada de la misión "ad gentes". No se trataba solo de predicar con palabras, sino de evangelizar integralmente a la persona y a su contexto. Su propuesta, profundamente cristológica, mariana y eclesial, puede sintetizarse en una metodología práctica de misión que articula tres dimensiones fundamentales: Anuncio + Promoción humana + Cuidado de la Casa Común = Evangelización.
Esta es la misión de la Iglesia. En ella y con ella,
también es la misión de los Misioneros, Misioneras consagradas y Laicos/as de la Consolata.
El Kerigma – el primer
anuncio de Jesús muerto y resucitado – es el núcleo de la evangelización. Para
San José Allamano, la misión comienza con la proclamación viva del Evangelio,
no como ideología, sino como encuentro con una Persona: Cristo.
Kerigma: anuncio inicial del
amor de Dios, la salvación en Cristo y la invitación a la fe.
Catequesis: profundización en la fe,
formación sistemática, vida sacramental.
Perdón y reconciliación: sanación de heridas
personales, sociales y espirituales.
Testimonio de vida: coherencia entre lo que
se anuncia y lo que se vive; el testimonio silencioso de la presencia del
misionero.
“No basta con
predicar, hay que ser evangelio vivo.” (San José Allamano). El
anuncio no se impone; se propone con respeto, diálogo y encarnación en la
cultura local.
San José Allamano entendió
que el Evangelio tiene consecuencias sociales. No hay verdadera misión si no
hay también una preocupación real por las condiciones de vida de las personas.
Esta dimensión incluye:
Justicia: defensa de los derechos humanos
y de la “casa común”, denuncia de la
injusticia y acompañamiento a los pobres y toda la “comunidad de la vida”.
Paz: construcción de relaciones fraternas,
reconciliación entre pueblos, culturas, religiones y con toda la creación.
Educación y salud: obras concretas de
promoción que liberan y dignifican.
Esto no es asistencialismo, sino parte esencial del Reino de Dios. El misionero no va solo a predicar, sino a elevar a la persona y el ambiente en su totalidad: cuerpo, alma, mente, corazón y contexto: “Si no hacemos el bien integralmente, ¿Cómo diremos que amamos?” (San José Allamano)
Inspirados por la Encíclica
Laudato Si’, y en línea con el pensamiento de Allamano, los Misioneros de la
Consolata entienden que la evangelización también implica el cuidado del
entorno natural.
Esta dimensión incluye:
Protección del medio ambiente
Uso responsable de los recursos
Promoción de una ecología integral, que una
lo humano, lo espiritual y lo ambiental
Defensa de los pueblos y sus
territorios
Evangelizar hoy significa también anunciar a un Dios que ama su creación y llama al ser humano a ser su custodio: “Dios nos confió la creación. Ser indiferentes a su destrucción es faltar a nuestra vocación.”
Evangelización integral: síntesis de la misión
Estas tres dimensiones no
están separadas. Son una sola acción misionera que transforma vidas,
comunidades y territorios:
Anuncio – Transforma el corazón
Promoción humana – Transforma la sociedad
Cuidado de la Casa Común – Transforma la
tierra
Todo ello, en comunión con
la Iglesia, desde la espiritualidad de Consolación - liberación, con el estilo
de María Consolata: presencia humilde, servicio fiel y consuelo auténtico.
Conclusión: una metodología viva y vigente
Esta metodología misionera
inspirada en San José Allamano:
No es teórica: es práctica, encarnada, vivida
No es antigua: es actual, profética y
necesaria
No es exclusiva: es una propuesta para toda
la Iglesia, especialmente en contextos de misión
En ella se expresa la identidad del Misionero de la Consolata: evangelizador integral, testigo del amor de Cristo, servidor de los pobres, custodio de la creación. "Todo lo hacemos por amor a Dios y por amor a las almas” (San José Allamano).
Una pedagogía enmarcada dentro de un itinerario misionero que, partiendo de la Compasión, lleva a la alegría - Bienaventuranza: Compasión + Misericordia + Consolación + Alegría = Bienaventuranza

No hay comentarios:
Publicar un comentario