Una institución con misión y carisma – un organismo vivo
Toda institución religiosa
nacida en el seno de la Iglesia no es un simple grupo organizado de personas,
sino un organismo espiritual vivo, impulsado por el Espíritu Santo, que
responde a una necesidad concreta del mundo y de la misión de la Iglesia. El Instituto
Misiones Consolata (IMC), fundado por el Beato José Allamano en 1901, es una de
estas realidades vivas, llamadas a anunciar el Evangelio hasta los confines de
la tierra. Su carisma, misión y espiritualidad le dan identidad y dinamismo, y
hacen del IMC una expresión concreta del seguimiento de Jesús en clave
misionera y consoladora.
Desde sus orígenes, el
Instituto Misiones Consolata nace con una clara dimensión misionera ad gentes:
llevar el Evangelio a los pueblos que aún no han conocido a Cristo. San José
Allamano no lo fundó para responder a una necesidad local, sino para abrir
caminos nuevos donde el Evangelio aún no había sido anunciado.
Su lema, “Primero santos,
después misioneros”, expresa que la misión nace de la unión profunda con Dios,
no solo de la acción o el entusiasmo humano. El misionero de la Consolata es
alguien que vive con Dios y desde Dios, para los demás.
El carisma es el don
original que el Espíritu Santo da a un fundador para el bien de toda la
Iglesia. En el caso del IMC, el carisma se expresa en la consolación y la
evangelización, al estilo de María Consolata.
Consolar significa estar
cerca del que sufre, no solo con palabras, sino con presencia, escucha y
compasión. El misionero se convierte en presencia del consuelo de Dios,
especialmente en lugares marcados por el dolor, la pobreza, la guerra, la
marginación o la falta de sentido.
Evangelizar es llevar el
anuncio de Jesús con respeto, diálogo, testimonio y servicio. No es imponer una
fe, sino ofrecer la luz del Evangelio como camino de vida y esperanza.
Este carisma hace del
Instituto una familia misionera internacional, abierta a todos los pueblos y
culturas, donde se vive el Evangelio en comunidad y se anuncia con alegría.
La espiritualidad Consolata
se alimenta de tres pilares fundamentales:
a) Cristo misionero del
Padre
Jesús es el modelo de todo
misionero. Él vino a anunciar el Reino, a buscar a los alejados, a sanar a los
enfermos y a consolar a los afligidos. El misionero Consolata quiere reproducir
en su vida los sentimientos de Cristo, siendo cercano, servidor, compasivo y
obediente al Padre.
b) María Consolata
Patrona del Instituto,
María es modelo de ternura, fe y presencia silenciosa. Ella acompaña la misión
con su oración y cercanía maternal. El misionero aprende de ella a “estar” con
los que sufren, como estuvo al pie de la cruz.
c) La comunidad
La misión no se realiza en
solitario. El IMC valora profundamente la vida comunitaria, como espacio de
apoyo, discernimiento, oración y fraternidad. La comunidad es signo del Reino y
fuerza para la misión.
El Instituto Misiones
Consolata no es una estructura rígida ni estática. Es un organismo vivo, en
constante discernimiento y apertura a los signos de los tiempos. Presente en
diversos países y culturas, el Instituto:
v Escucha
las realidades locales, inculturando el Evangelio sin imponer modelos ajenos.
v Forma
misioneros integrales, con madurez espiritual, intelectual, humana y pastoral.
v Promueve
la justicia, la paz y el cuidado de la creación, como expresión concreta del
Reino.
v Trabaja
en comunión con la Iglesia local y universal, sin protagonismos, pero con
audacia profética.
En un mundo herido por la
indiferencia, la soledad, la pobreza y la pérdida de sentido, el Instituto
Misiones Consolata sigue siendo necesario y profético. Su carisma no ha perdido
vigencia; al contrario, es una respuesta concreta al sufrimiento humano y al
anhelo de esperanza.
Hoy más que nunca, el IMC
está llamado a renovar su ardor misionero, a formar nuevas generaciones de
misioneros santos y a seguir siendo instrumento del consuelo de Dios en todos
los pueblos.
El Instituto Misiones
Consolata es mucho más que una organización. Es una comunidad de fe en camino,
un organismo vivo, con una misión que nace del corazón de Dios, un carisma que
consuela y transforma, y una espiritualidad profundamente evangélica. En cada
misionero Consolata late el deseo de hacer presente a Cristo en las periferias
del mundo, con el estilo de María y la pasión del Allamano.
“Primero santos, después
misioneros”: esta sigue siendo la clave de un seguimiento auténtico de Jesús,
en el corazón de la misión de la Iglesia.
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