sábado, 23 de junio de 2012

La Consolata en Toribio


“CONSOLAD, CONSOLAD A MI PUEBLO”
GRITA EL SEÑOR

“Bendito sea el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación para poder nosotros consolar a los que están atribulados, mediante el consuelo que recibimos de Dios” (2 Cor 1, 3-4)

Nuevamente nosotros los Misioneros de la Consolata nos encontramos celebrando otra vez la Fiesta de Nuestra Fundadora, La Consolata. Pues, esto por supuesto no es una noticia ni nada del otro mundo dado que siempre tendremos la fecha del 20 de junio en cada año que llega. La novedad creo yo consiste en la reflexión y el compromiso que hagamos de esta fiesta, es decir, debería ser una fiesta que me cuestiona (mi compromiso para con la misión de CONSOLACIÓN) como misionero de la Consolata y como un cristiano-seguidor del Consolador del mundo. Es mí imaginación de que entre las predicas que se realizarán en esta fiesta en distintos lugares del mundo donde se encuentran los Misioneros de la Consolata, la gran pregunta será ¿Vale la pena ser Misionero de la Consolata hoy? Y ¿Para qué? Pues me gustaría, compartir con usted intentando a poner en perspectiva estas dos preguntas que a mi modo de ver son contundentes y que cuyas respuestas nos compromete más.

Es cierto que una mirada a la realidad que viven los santos pueblos de Dios (nuestra comunidad) nos revela una cosa: un Dios que nos grita como Misioneros de la Consolata, “Consolad, consolad a mi pueblo” (Is 40,1). Ésta voz que grita no en desierto como hizo Juan Bautista, sino en nuestros propios ojos e oídos, es decir, en la juventud de hoy, en la mujer que lucha diariamente para sobrevivir, en los niños abandonados en las calles, en los pueblos en guerra, en las sociedades que gritan libertad religiosa etc. Se trata de los gritos de nuestra gente que es pueblo elegido y santo de Dios. O sea, los gritos de las nuevas esclavitudes, de los sufrimientos de hoy, del odio entre pueblos, culturas y religiones, del dominio económico, de sufrimientos morales, del alejamiento de Dios y el desconocimiento de Él, de las injusticias de personas e instituciones, del pecado personal y estructural. La toma de conciencia de estas voces nos interpela a actuar, es decir, ellas nos llama a ser la ‘voz de los sin voz.’

Hoy más que nunca, nosotros como maestros de consolación, estamos llamados a nada más ni nada menos a ofrecernos como cordero inmolado para que estas voces que gritan en medio de nuestros pueblos tengan un cuerpo. Es decir, estas voces deberían tomar cuerpo en la persona del Misionero de la Consolata, para que podamos hablarle al corazón del hombre y la mujer de hoy. Porque “la Consolata es la ‘llena de gracia’ que da al mundo a Jesús, consolación del género humano, para alegrar a todos los que le encuentran y le acogen.”[1]

 Cristo, el Consolador por excelencia, cruzó los caminos de la tierra, es decir, se hizo hombre a favor de los suyos, de hecho conoció la pobreza, la miseria, el dolor, la angustia, la intolerancia, la venganza y la indigencia de los suyos, y decidió de una vez para siempre a tomar partido a favor del hombre y la mujer de su tiempo y de hoy. Él enjugó todas lágrimas y las recogió en el odre de su corazón de Dios, Padre-Madre lleno de misericordia y consolación hasta las últimas consecuencias.

 El mundo de hoy más que nunca necesita un mensaje de consolación, de amor, de reconciliación y perdón. Celebrando esta fiesta tan importante nos hace tener en cuenta el ejemplo de esta mujer campesina quien al recibir el mensaje de consolación no tardío en compartirlo con su prima Isabel. La Consolata con esta fiesta nos enseña que hoy mas que nunca el camino de la consolación consiste en el caminar sobre las huellas calientes de Jesús, es decir, hacer vivo e eficaz los gestos y palabras del Resucitado, enjugar toda lagrima de los hombres y mujeres de hoy hasta las ultimas consecuencias.


El camino de la consolación brota y tiene su sustento en amor de Dios que grita en su pueblo, es un camino sencillo hecho desde la humildad que espera los pasos de itinerantes comprometidos. Pues nosotros al consagrar nuestras vidas como misioneros de la Consolata, nos hemos compartido el mensaje de la Madre de Dios como hizo Isabel, por tanto, nos convertimos en Juan Bautista que grita en el desierto de la vida. Este compromiso que, a lo largo y ancho de nuestra misión, nos lleva a hacer realidad el deseo de Dios Padre – Madre “yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”[2] El carisma que nos dejó José Allamano nos llama: a descubrir al hombre y la mujer de hoy en sus limitaciones y en su dignidad, en sus aspiraciones y en su misterio de hijo e hija de Dios. Estamos llamados a salir de nuestras comodidades y costumbres, es decir, salir por los caminos del mundo, a la búsqueda de los que lloran, los desconocidos, de la justicia, reconciliación, dialogo inter-religioso, paz etc. es decir, cruzar a la otra orilla del mar.  Estamos llamados a proclamar y dejar a conocer a este Dios Consolador y amoroso que llega a la vida de su santo pueblo a través del caminar diario en la jungla humana, como la gran aventura del amor y se hace consolación para con los suyos.
 
Hago eco a las palabras del Padre General, cuando dice,

La Consolata nos enseña que el camino de la misión es la obediencia al Espíritu, el anuncio del Evangelio, la fe y la conversión de las personas, la promoción de los valores del Reino, por medio también de las relaciones mutuas y la promoción de la justicia y la fraternidad. Las obras que realizamos deben traslucirse en "el evangelio de la paz" (He 10,36) y dar testimoniar del "evangelio de la gracia" (He 20,24). Es preciso hacer llegar a todos la "palabra de la salvación" (He 13,26) instaurando relaciones enmarcadas en el diálogo, la verdad, la caridad, la reconciliación y el perdón.[3]


Este camino no será posible cuando no somos capaces de ser un reflejo del rostro materno de Dios, cuando no somos capaces de ser un grito de esperanza para con el pueblo santo de Dios, este pueblo que sufre, que espera, agobiado por las enfermedades, la indiferencia a lo ajeno, las violaciones de los derechos humanos, la injusticia estructural, el calentamiento global, etc. El camino consiste en ser parte de este pueblo sufriente tomando como ejemplo el Dios y Padre de Nuestro Señor, quien optó fundamentalmente a luchar para con los suyos. De hecho el misterio de la encarnación nos muestra que Dios no se quedó en el lugar que le corresponde por ser quien es, sino que, conmovido por las condiciones de sufrimiento de la humanidad, abandonó su sitio en el cielo y asumió la humilde condición de los hombres mujeres. Por lo tanto la consolación tiene su nombre propio y cara propia.


1.    La reconciliación y perdón como consolación.

Si hay algo que el Dios de Jesús mostró al hombre y la mujer fue la misericordia con este ser caído en su relación con su creador. En la parábola del hijo prodigo, Jesús nos enseña que la consolación esta ligada a la misericordia y la ternura con el caído. Estamos llamados a salir al encuentro y abrazar con brazos materno nuestros hermanos y hermanas caídos en el camino, estas personas que a veces condenamos rápidamente. Estamos llamados a denunciar la venganza que mata nuestros pueblos, la indiferencia al sufrimiento del otro y colaborar en la construcción de una memoria grata de los hechos que los poderes de este quieren ocultar, para poder proclamar el año de gracia al pueblo santo de Dios. Este mundo donde reina la eliminación del otro que me incomoda necesita este mensaje de perdón, de reconciliación y de amor. Es decir, la consolación pasa por los caminos de la reconciliación, y comienza con cada uno de nosotros en nuestras comunidades saliendo hacia a fuera en el mundo.


2.    La solidaridad y el compartir como consolación.

El acontecimiento narrado en Lc 7,11-17, es la muestra de cómo la solidaridad con el que sufre y el compartir en el padecimiento de lo ajeno es un acto de consolación. En nuestra sociedad se ve cada vez más la indiferencia a lo ajeno, el espíritu del individualismo, la dificultad en el compartir y la discriminación de los demás. Es importante preguntarnos que tal la vivencia en nuestras comunidades en relación con los mencionados arriba.  Y ¿con qué autoridad iremos a denunciarlos en la sociedad? Nuestro mensaje de consolación solo será eficaz cuando somos sensible a comprender y compartir en el sufrimiento de lo ajeno comenzando desde nuestras propias comunidades. 


3.    Brindando oportunidad al otro como consolación.

Muchas veces tanto en nuestras comunidades o instituto como en la sociedad entera, hemos sido testigos de cómo el individualismo ha matado personas, como las estructuras inhumanas han quebrados los sueños de la mayoría y como la incomprensión ha llevado al infierno muchas personas, por solo el miedo de dejar el otro ser brindándole una oportunidad. Nuestro Señor Jesús, en su vida publica mostró como brindando la oportunidad y posibilidad al otro es signo del Reino de Dios y mensaje de Consolación. Cuantas veces Jesús proclamó esta sentencia “vaya y no peques más” o el episodio del ciego en Jericó (Bartimeo) que había quedado en la orilla del camino (Mc 10,52). Es decir, el mensaje de la consolación camina los atajos de los excluidos (los bartimeos) en la sociedad, los que creen que su lugar debido es donde la comunidad les ha puesto y por lo tanto no tienen otra posibilidad que permanecer en la orilla de la sociedad implorando por sus vidas, sus derechos humanos fundamentales, su supervivencia y mendigando ser reconocidos como personas. Mientras tanto van pasando los ‘verdaderos héroes’ de la sociedad y de nuestro instituto. ¿Será qué en nuestras comunidades locales o la región o el instituto nos consideramos ‘verdaderos héroes’ o ‘los merecidos’ del instituto o de la región? ¿Cuántos hermanos nuestros hemos puesto en sus lugares merecidos?
 
Reconozco que se puede mencionar muchas otras caras de consolación pero me detengo aquí para dejarle un espacio de seguir en la reflexión de descubrir el nombre de la consolación en medio de la gente de nuestro tiempo.

 En conclusión, se puede decir sin ninguna duda que la consolación es la forma más sutil con que Dios Padre –Madre acompaña a su pueblo. Movido por su amor incondicional salió al encuentro con su criatura caída en el pecado. Este sentimiento se convierte para nosotros misioneros de la Consolata en la fuente y razón de nuestra misión en el mundo dado que él lleva al mismo Dios a dejar de ser Dios haciéndose hombre y mujer en su Hijo para salvar a los suyos. Por su misericordia, elemento fundante de la espiritualidad de la consolación, nos revela un Dios que se revela al próximo, sensible al sufrimiento de su santo pueblo, dispuesto a tomar partido y participar en la historia de su gente liberándola de su padecimiento existencial.

 Por tanto, la vivencia de la consolación implica necesariamente poner en pie los valores y exigencias del Evangelio derramando el único gesto de Dios: la consolación de Dios a la mujer y al hombre de nuestro tiempo, con un plus de humanidad. Estamos llamados a sembrar el Reino de justicia, de amor, esperanza, de reconciliación y de dialogo.

 Dado lo planteado anteriormente, creo ahora es posible responder las dos preguntas que guiaron esta reflexión con un SÍ rotundo. Sí vale la pena ser misionero de la Consolata para proclamar el año de consolación al mundo.

Ojala, al celebrar la Fiesta de la Consolata nos comprometemos más para que con el testimonio de nuestras vidas y la vivencia de la misión que Dios nos ha confiado hablemos a la Iglesia y al mundo entero de un Dios que es amor, porque el grito de Dios “Consolad, consolad a mi pueblo”, nos  ha impregnado los corazones.

En este momento de la historia de nuestro Instituto sentimos la necesidad de una actualización de la espiritualidad misionera y de Consolación que nos ayude a emprender un camino de conversión y a afrontar el cambio que la misión nos impone hoy. Debe ser la Palabra de Dios la que alimente esta espiritualidad y la que ilumine nuestra misión… (XII CG 21)


Feliz fiesta y muchas bendiciones de Dios por medio de la intercesión de Nuestra Señora de la Consolata y Beato José Allamano.
 
Escrito por:
Paul Otieno Onyango
14 de junio de 2012

Mensaje de las Hermanas Misioneras de la Consolata


[1] Mensaje del Padre General Stefano Camerlengo con el motivo de la Fiesta de la Consolata,
   2012
[2] Juan 10,10
[3] Ibid., Mensaje del Padre General, 2012

Nota: agradezco a Paul por compartir con los caminantes, desde Toribio, Colombia, en donde camina con los Indígenas Paeces. El texto ha sido respetado integralmente


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