lunes, 11 de junio de 2012

El mundo del "otro", diferente y semejante al mio

LOS COREANOS Y SU COSMOVISIÓN
 
 
 Hace poco más de un año un amigo profesor de estudios coreanos en la Universidad Ehwa de Seúl me regaló un libro que había escrito él y cuyo título podríamos traducirlo al español más o menos del siguiente modo: “¿Dicen que los coreanos no tienen una Cultura?” ( TEXTO 1TEXTO 2).

El autor analiza los fundamentos de la cultura coreana y presenta algunos de sus símbolos más distintivos. Aunque el estudio aparezca con este título, un tanto llamativo y hasta podríamos considerarlo algo polémico, para presentar algunos de los rasgos más sobresalientes de su cultura, también debe tenerse en cuenta, según mi propia experiencia, que muchos occidentales cuando se les pregunta por Corea y su cultura es muy probable que expresen una afirmación similar. Existe en general un gran desconocimiento sobre los rasgos culturales propios de la península coreana. Lo más común es pensar que los coreanos son como los chinos o los japoneses. Será por el hecho de que se encuentran en medio de estos dos “superpoderes”, porque los coreanos han pasado desapercibidos para muchos occidentales. La mayoría de los occidentales o, en nuestro caso, de los españoles cuando vamos por primera vez a Corea, y aquí me incluyo yo mismo, pensamos encontrarnos con un pueblo y una cultura más o menos igual. Pero llega la gran sorpresa cuando uno descubre la gran diferencia existente entre estas tres naciones en cuestiones incluso tan básicas como la lengua, la gastronomía, costumbres y demás manifestaciones que expresan el alma del pueblo.

  En este estudio intentaré analizar fundamentalmente aquellos elementos de la cultura coreana que, como occidental, y en particular como español, me han resultado más característicos del pueblo coreano y al mismo tiempo más en contraste con nuestra propia cultura. Buscaré responder a preguntas como las siguientes ¿Cuáles son algunas de las ideas y valores fundamentales comunes en Corea, pero diferentes desde una perspectiva occidental o española?, ¿En qué aspectos es diferente la forma de pensar de los coreanos con respecto a la española? Y ¿Por qué la forma de actuar de los coreanos es diferente a la nuestra? Todas estas preguntas están íntimamente relacionadas entre sí, ya que las ideas y valores, o el modo de pensar, afectan a la forma de comportarse en sus vidas diarias.


  Pero antes de adentrarnos de lleno en nuestro tema, estimo necesario aclarar un poco más el título de este artículo. Cuando se habla de “cosmovisión” (worldview, 세계관) el diccionario la define como “manera de ver o interpretar el mundo” (1). Si intentamos hacer una definición un poco más detallada podríamos decir que la cosmovisión de los coreanos sería aquello que después de nacer da orientación a sus formas de convivir y les permite saber cómo comportarse en la vida diaria. Cómo tienen que vivir y comportarse en cada etapa de su vida, crecer, casarse, cómo educar a los hijos, relacionarse con los demás, y cuando llegue el momento de la muerte, cómo hay que morir. Es decir, sirve de guía y fundamento a su vida diaria. Es la guía que engloba todo lo que como humanos y coreanos les ayuda a saber vivir (2). Todas estas cuestiones merecen un tratamiento específico, singularmente la manera como los coreanos se relacionan con el mundo y los valores que motivan la forma de comportarse y relacionarse entre ellos y con el resto del mundo. En definitiva, debemos identificar los valores y elementos que usan para interpretar y dar significado al mundo. Pienso que estos rasgos son los elementos que mejor pueden ayudarnos, en calidad de “extranjeros” (Outsiders), a entender y valorar mejor la cultura coreana y su singularidad. Por supuesto, tales valores no son algo cerrado y estanco, sino que cambian con el tiempo y se van adaptando también a las nuevas necesidades de la sociedad. Pero existen algunos elementos que, aunque se adapten a los cambios generacionales, siguen proporcionando sentido y orientación a la mayoría de las personas de esa determinada cultura.


La persona como un ser en relación
En líneas generales podemos afirmar que las dos corrientes de pensamiento y de ver el mundo que más han influido en los coreanos a lo largo de la historia y, ciertamente, que más han moldeado el alma coreana son el Chamanismo y el Neoconfucianismo. Aunque el Budismo fue la religión predominante desde el siglo V hasta el XIV con la llegada de la dinastía Yi (1392-1910), el Confucianismo se convirtió en ideología predominante al ser promovida por los gobernantes para organizar la sociedad. El budismo quedó recluido durante este periodo en las montañas y tuvo que sufrir diversas persecuciones por los letrados confucianos. De esta manera fue perdiendo su influencia en la sociedad. Más recientemente llegó a la península el cristianismo, primero de mano de los católicos y posteriormente las iglesias protestantes. Aunque en la actualidad cuenten con una fracción numéricamente importante de la población, aún su influencia sobre la cultura coreana resulta muy limitada. Lo mismo se podría afirmar con respecto a otras corrientes de pensamiento provenientes de Occidente, que ya están siendo asimiladas dentro de la sociedad, pero aún no se pueden considerar esenciales en el ser de los coreanos.

  Teniendo en cuenta estas influencias, intentaremos ahora analizar algunos de los rasgos más característicos sobre el modo coreano de entender el mundo.

  En primer lugar, cabe señalar que el elemento más determinante de la organización social y el modo de comportarse la persona es la familia. La familia y las relaciones sociales están determinadas por lo que en términos confucianos se denominan “las cinco relaciones”. Estas relaciones fueron formuladas en primer lugar por Mencius, y son: la relación entre padre e hijo, presididas por el afecto; gobernante y sus ministros, donde prevalece la honradez; esposo y esposa, caracterizadas por una clara distinción; anciano y joven, cuyas relaciones se desarrollan en un orden apropiado; y entre amigos, enmarcadas bajo la mutua fidelidad. Esta doctrina de las cinco relaciones se puede considerar como el fundamento de toda la moral confuciana y sus enseñanzas sociales. El Confucianismo enseña que existe un modo propiamente humano de relacionarse con los otros y sólo aprendiendo esta modalidad de relación nos comportaremos adecuadamente al ser humano. De este modo, no reviste tanta importancia el individuo como tal, sino en tanto que se relaciona con los demás. Mientras que el pensamiento occidental ha enfatizado la dignidad humana como algo propio e inherente a cada individuo, la tradición confuciana-que ha ejercido una notable influencia sobre el pensamiento coreano-considera que esta dignidad humana se adquiere según la calidad de las relaciones personales con los otros seres humanos. Mientras que en Occidente se han exaltado el individualismo y sus valores inherentes, como por ejemplo, independencia de pensamiento y juicio, creatividad, y libertad personal, en Corea se ha resaltado más el colectivismo y sus valores sociales, como el respeto a los demás hacen por uno mismo y qué se debe hacer a cambio. La idea del “individualismo” (en coreano geinjuui, 개인주의) ha desatado una viva polémica dentro de Corea. Se le considera, pues, uno de los principales males de la sociedad actual, toda vez que está propiciando la desintegración del núcleo familiar, el aumento de los divorcios, la pérdida del respeto por los ancianos y, en consecuencia, el aumento de hogares para la tercera edad, así como la pérdida de respeto hacia los padres, profesores y autoridad en general.

  Otro aspecto que proporciona esta forma colectiva de entender la sociedad es la jerarquización de la sociedad. Existe una diferencia clara entre las personas según su edad, sexo, virtud, estudios, y su estatus social. Todos estos elementos hacen que la sociedad coreana, aún hoy, aparezca transida de criterios jerárquicos donde cada persona sabe muy bien la posición que le corresponde. Ese orden de jerarquía también puede contrastar con nuestros valores occidentales, más proclive a buscar la igualdad y a situarnos todos al mismo nivel. Esta apreciación se ve nítidamente en la forma de hablar y comportarse. Así como en nuestra lengua hay una tendencia a perder las formas de lenguaje formal y de respeto (por ejemplo, el termino “usted”), la lengua coreana demarca muy claramente las distintas formas del lenguaje según sea nuestro propio interlocutor. Apreciamos, por consiguiente, una clara distinción en el tipo de lenguaje cuando entablamos cierta conversación con una persona perteneciente a nuestro mismo rango frente a otra de mayor o menor posición o edad.

  El énfasis no se refleja en las conversaciones coreanas por el orgullo de alcanzar una posición de supremacía, sino que más bien se valora el respeto hacia aquellas personas que lo merecen. Y una de las virtudes humanas más destacables es, sin duda alguna, la humildad, especialmente entre aquellos que se encuentran en posiciones de superioridad. La sociedad coreana considera la arrogancia y el complejo de superioridad como valores muy negativos.

El decoro y la etiqueta
Cobra gran valor, en estrecha relación con el respeto a los demás, la virtud del decoro (Yeui, ), los modales, la etiqueta. El ciudadano que persevera en tales ideales podrá fortalecer su auto-disciplina hasta el punto de alcanzar la madurez y excelencia de carácter. Esto hace que se generalice un remarcado formalismo y se preste mucha importancia al comportamiento adecuado en cada circunstancia y situación social.


  Cualquier persona recién llegada a Corea percibe la finura y delicadeza con que los coreanos tratan a los visitantes o huéspedes cuando los invitan a sus casas o se encuentran con ellos por diferentes circunstancias. Semejante proceder aparece frecuentemente en el modo de servir la comida, la bebida, los saludos, etc. Un detalle característico de las maneras coreanas podría ser el intercambio de regalos cuando uno es invitado a la casa del amigo. Siempre es señal de buena educación ofrecer algún regalo cuando se vaya a visitar una casa, sean flores, dulces, etc.

  Sin embargo, nuestra sociedad occidental se tiene la tendencia a exaltar la informalidad y las relaciones informales. Esto hace que a veces resulte difícil, como occidentales, aceptar los rígidos márgenes de la formalidad y nos parezca en cierto modo asfixiante. Pero después de vivir algún tiempo en Corea comprenderemos que buena parte de las formalidades y normas de decoro significan también una forma de expresar la delicadeza y el respeto hacia el otro. Muchas veces hacen la vida más placentera. Algunas reglas de cortesía consisten, por ejemplo, en ceder el paso, prestar atención para llenar el vaso de vino del amigo, la forma de entregar los objetos, etc.

  El decoro y la etiqueta afloran de un modo muy palpable en las ceremonias y ritos, ya sean de tipo social o religioso. En efecto, los detalles de las ceremonias se cuidan con toda precisión. Cada cosa debe hacerse a su debido tiempo y en forma apropiada.

 La edad
Mientras que nuestra sociedad permite una exaltación y búsqueda afanada de la “eterna juventud”, los coreanos estiman que el anciano siempre tiene que tener precedencia sobre el joven. La sociedad, en general, es entendida como una gran familia. Así aquellos con más edad serán considerados amigos, hermanos mayores o padres, según la edad que corresponda. Y la forma de relacionarse o de referirse a ellos muchas veces coincide con los términos usados en la familia: hermano menor, hermano mayor, padre, abuela, etc.


  Aunque las tensiones también empiezan ya a sentirse en la sociedad, aumentando así los conflictos generacionales. Por ejemplo, hace unos meses, una de las noticias más relevantes en los periódicos y la televisión fue un episodio ocurrido en el metro. Un joven que se encontraba sentado en el asiento del metro reservados para los ancianos se negó a dejárselo a un señor mayor, el cual se enfadó mucho con este joven. Después de pelearse verbalmente se bajaron del metro y el muchacho provocó la caída del anciano por las escaleras con la mala fortuna de causarle la muerte. Es seguro que el muchacho no albergaba la intención de ejecutar ese tipo de tragedia, pero la noticia alcanzó notoriedad nacional no tanto por el hecho en sí, como por lo que significaba de falta de respeto por los valores tradicionales de consideración hacia las personas ancianas.

  La competitividad en el trabajo entre nuevas generaciones mejor formadas y los que llevan más años en la empresa es, ciertamente, otro foco de tensión social. Por un lado tenemos los nuevos graduados universitarios con una formación mucho más especializada para afrontar los nuevos desafíos de la era tecnológica e informática y, por otro lado, los empleados de mayor edad, con más experiencia y autoridad en las empresas. De este modo se tiene que alcanzar el equilibrio entre el valor de la edad o de los veteranos que desarrollan su labor en la institución y el valor de la eficiencia.

Familia
En este contexto descrito hasta ahora, podemos decir que la familia no se puede considerar simplemente como un grupo de individuos viviendo juntos, sino que es esencialmente la única fuerza vital que pasa de generación en generación. Y no sólo engloba a los vivos, sino también a los muertos, los antepasados y las generaciones venideras. Todos forman una unidad familiar. Cada miembro asume sus propias responsabilidades, según su posición, frente al resto de los miembros de la familia, tanto los que vivieron antes como las generaciones futuras. Por tanto, la persona en su forma de actuar debe siempre considerar no únicamente su propio interés, sino el interés de toda la familia.


  Esta consideración puede sorprender a muchos occidentales, ya que es posible interpretarlo desde el exterior como una forma de opresión o supresión de la propia personalidad, subordinándose siempre al interés de la familia. Desde una visión foránea el individuo es el único responsable de su propia vida y tiene que guiar su propia vida. Pero desde una visión confuciana, se subordina el propio interés personal a favor de una comunidad con la cual realmente se identifica. En este contexto, el individuo dista mucho de sentirse oprimido, porque percibe que está superando sus propias limitaciones.

  Con esto no queremos decir que la sociedad coreana actual, donde los valores del individualismo y el estilo de vida occidental han hecho su aparición desde hace varias décadas, no se produzcan tensiones, especialmente en la generaciones más jóvenes. Sobre todo, ellos sienten por un lado el deber de fidelidad al amor filial y, por el otro, el deseo de sentirse independientes y responsables con sus propios medios de vida. Pero, aun así, la conciencia de pertenecer a una familia, con todo lo que conlleva de interrelaciones e interdependencia, está aún lejos de desaparecer.

 La piedad filial o el amor filial
Como ya hemos dicho, la familia representa el corazón de la sociedad y tradicionalmente se consideraba que hasta la sociedad se organizaba como una gran familia. También era muy corriente que en un mismo hogar vivieran hasta cuatro generaciones juntas. La familia numerosa era algo muy común, aun más en el ambiente rural. Pero aunque en la sociedad moderna las cosas estén cambiando y la estructura de la familia también, sí permanece inamovible la conciencia de pertenecer a una familia y a unos lazos de sangre muy concretos, que conllevan una serie de deberes y beneficios. Sin duda alguna, la comprensión del valor familiar en Corea nos suministra la clave para comprender el corazón de los valores tradicionales coreanos. Y el valor que más determina las relaciones en la familia es el de la “piedad filial” o amor filial.

  Según enseña el pensamiento confuciano, el amor filial representa la base de todas las demás virtudes, y su práctica alcanza a todos los aspectos de la vida. El significado de esta virtud en un sentido limitado se refiere al amor por los padres y una devoción generosa a sus necesidades. Pero en un sentido más amplio constituye una forma de entender el propio ser y todos los aspectos de la vida de la persona en relación con sus progenitores. Así reza el Libro de los Ritos: “Cuando los padres están vivos, uno no debe considerar su persona como propia, ni sus posesiones como su propiedad”. Todo gira en función de los padres y la familia. El individuo como tal no debe perseguir intereses propios más allá de los intereses de la familia, representada primeramente por los padres. A través del nacimiento, la existencia de la persona es considerada como una prolongación de la existencia de sus padres.
Acaso esta forma de entender la relación entre padres e hijos pueda contrastar con la forma de entenderla en occidente, donde la prioridad es buscar la independencia de los hijos con respecto a los padres, manteniendo, obviamente, los lazos afectivos, pero intentando encontrar al mismo tiempo la independencia económica y social.























El “Conexionismo”
La palabra “Unhae” podríamos traducirla como favor, beneficio, gracia. Este valor de Unhae juega un papel muy importante en la sociedad coreana, similar tal vez al que representan los derechos y los deberes en las sociedades más igualitarias del Occidente. En Corea, sin embargo, se presta mayor trascendencia a otras prácticas virtuosas como hacer un favor generoso y responder al mismo de forma adecuada.


  La palabra Unhae es muy usada comúnmente entre los coreanos para expresar la deuda que una persona tiene hacia otra por el favor recibido. Este concepto implica una doble obligación: por un lado quienes se encuentran en una situación superior deben dar su asistencia, unhae, a aquellos que dependen de él y necesitan su ayuda; al mismo tiempo, el que recibe la gracia asume una deuda de gratitud que debe ser saldada en el momento adecuado (3).

Es en este mismo contexto como se entiende el don de la vida que uno recibe de sus padres. Nos encontramos ante el más fundamental Unhae y, por tanto, el amor filial constituye la respuesta apropiada al regalo de la vida.

Pero este tipo de entendimiento no se limita a la esfera familiar, sino a todos los campos de la sociedad. Se ha consolidado una conciencia general de que la persona habita en un mundo organizado por las relaciones con los demás y, dentro del cual, uno espera ser ayudado cuando lo necesite, debiendo responder del mismo modo cuando precisen su ayuda. El ser humano no puede sobrevivir en esta vida sin la ayuda que recibe de sus profesores, amigos, ancianos, superiores, etc. Y no se puede recibir sin ofrecer nada a cambio.

Los tipos de relaciones o conexiones más comunes y que se intentan buscar a la hora de relacionarse con los otros incluye la pertenencia a una misma región de origen, compartir una misma escuela o universidad, trabajar en una misma empresa, pertenecer a una misma familia de origen o incluso la edad. La importancia de tener las conexiones apropiadas a la hora de triunfar en política, buscar un trabajo, o cualquier intento de llevar algo a buen término nunca será demasiado resaltado. De hecho, cuando la persona se encuentra con otra por primera vez, las preguntas obligadas al comienzo de la conversación serán, su apellido, edad, lugar de origen y de estudios. Una vez aclarado estos elementos ya será más fácil saber cómo relacionarse con dicha persona. Se puede concluir, en este contexto, que las relaciones no se entablan entre una persona y otra, sino con el mundo al que esa persona representa. Y en esas relaciones se intentará ver si esa persona pertenece al mismo “mundo” o a otro distinto.

  También sobresale una expresión muy común al hablar: el término “Uri” (우리), “nosotros”. Dicha palabra se usa para hablar de la nación, la familia, etc, uri nara, uri kayok, incluso se usa la expresión uri wife. Por esto, se ha llegado a hablar incluso del “Uriismo” (우리주의). Es como si toda la nación fuera una única familia. El fenómeno del uriismo se intensifica cuando la nación como tal se siente amenazada por el exterior a causa de fuerzas externas o en tiempos de crisis, como, por ejemplo, durante la crisis económica de hace pocos años en la cual intervino el FMI y la población se movilizó recogiendo oro para respaldar los fondos monetarios de la nación. Pero también es un hecho que en la vida diaria se acentúan más las divisiones entre las regiones, familias, u otras agrupaciones, especialmente en las relaciones a nivel interno (4).

Esta forma de entender las relaciones contrasta con la idea muy normal en Occidente de que uno tiene que ser capaz de mantenerse en pie por sí mismo o tener éxito mediante sus propios esfuerzos. El éxito personal coreano constituye más una cuestión de interdependencia y con connotaciones comunitarias mucho más fuertes.

Por supuesto, este tipo de pensamiento puede conllevar también muchos problemas de corrupción, tanto a nivel político, como en la educación, empresas, etc.

La importancia dada a estas interrelaciones y a las conexiones ha determinado la fuerza y la debilidad de la sociedad actual coreana. Por un lado es lo que ha unido a la sociedad para levantar a la nación en los momentos de crisis y necesidad; pero también ha fomentado numerosos escándalos de corrupción, impidiendo en algunos casos la renovación de las estructuras económicas y sociales.

 Personalismo
A la hora de considerar una situación o relacionarse con otra persona nosotros, los occidentales, acaso nos acerquemos a estas cuestiones con más frialdad y de un modo más “eficiente”. Pero en cambio los coreanos las afrontarán considerando previamente la situación concreta, su estado de ánimo, sus sentimientos, etc, de las personas con las que traten o trabajen en ese momento concreto. Esto es lo que en Corea se llama “Nunch’i”, que traducido literalmente sería la capacidad de “leer los ojos”, es decir, el arte de ser rápidos y precisos de leer y prever las emociones, actitudes, y las posibles reacciones de las personas con las que estamos tratando en una determinada situación. Se trata de un valor muy apreciado en la sociedad coreana. Quienes estimen lo contrario que se lo pregunten a las mujeres casadas, con respecto a sus maridos.


  Algunas situaciones que nos pueden servir de ejemplo para entender lo que quiere decir este aspecto del “nunchi” las encontramos en las oficinas donde los empleados deben estar atentos al estado de ánimo del jefe para ver cómo tratarlo. He tenido la experiencia en una residencia de estudiantes donde a veces venían los estudiantes a hablar conmigo y yo podía sentir cómo el estudiante antes de afrontar realmente el tema que le interesaba hablar, hacía toda una serie de introducciones y hablaba de otras cosas hasta llegar a la conclusión si era o no un buen momento para hablar del tema.

  Esto puede hacernos desesperar a los occidentales, que queremos siempre las cosas claras, al grano, y siendo más directos posibles, sin tantos rodeos, como nos puede parecer que hacen a veces los coreanos.


Educación
Sin duda uno de los valores más importante para cualquier coreano es la educación. Ciertamente, representa un valor con raíces muy profundas en la historia y tradición del pueblo coreano. Durante siglos no podía haber éxito mayor para una familia que alguno de sus miembros llegara a ser funcionario en el gobierno. Meta que era sólo posible conseguir después de un largo periodo de estudios y exámenes. En la tradición confuciana, la educación, el aprendizaje, la erudición, eran los valores básicos y al mismo tiempo un prerrequisito para alcanzar la excelencia moral.


  Actualmente sigue siendo de vital importancia para casi todas las familias la aspiración de que sus hijos accedan a la Universidad. Y no hay una ocupación más prestigiosa que la de profesor universitario. Los estudiantes universitarios sienten un gran orgullo personal.

  Los niños en edad escolar dedican casi todo su tiempo libre al estudio, pero no sólo en las escuelas sino también en las academias privadas para repasar las clases o estudiar idiomas, música, etc. Todos ellos tienen que hacer el máximo esfuerzo posible para obtener las mejores calificaciones y así superar el examen de ingreso en la Universidad más prestigiosa.

  La conexión entre educación y moralidad sigue siendo muy importante. Esto tiene una especial relevancia en la esfera política. Por eso ha existido una estrecha relación entre el mundo académico y el gobierno. Cuando se forman los nuevos gobiernos y los medios de comunicación los dan a conocer, uno de los primeros datos biográficos que ofrecen es, sin falta, la Universidad. Frecuentemente los ministros exhiben un currículo vinculado a la Universidad Nacional de Seúl.

  Pero también es cierto que la clase intelectual y universitaria no siempre ha estado ligada completamente al poder político, ya que también ha desempeñado un papel importante como defensores del sistema democrático o han lanzado sus opiniones críticas al gobierno nacional.


Relaciones entre hombres y mujeres
Basándose en el pensamiento confuciano se puede decir que la relación entre los sexos está determinada principalmente por dos formas de entender el mundo. La primera es la relación entre el yin y el yang en el universo, y la otra es la forma precisa de distinguir los roles del marido y la mujer dentro del matrimonio.

  Tradicionalmente, las fuerzas del universo y la naturaleza se encuentran divididas en dos fuerzas complementarias y opuestas al mismo tiempo, el yin (um) y el yang. Con el Um se asocia la tierra, lo femenino, la suavidad, la oscuridad...Y con el yang, la actividad, luz, dureza, cielo y todo lo que representa el sexo masculino. Todos los elementos del universo se conciben dentro de la interacción del yin y yang. La complementariedad o distinción de roles entre el hombre y la mujer se inscriben también dentro de este esquema, como reflejo del fundamento de la naturaleza y la estructura del universo.

  Um y yang son perfectamente iguales, los dos se necesitan y complementan entre sí: ni el um solo ni el yang, aisladamente considerados, están completos. Cada uno da lugar al otro. Sus roles, aunque diferentes, son completamente interdependientes; juntos forman una unidad compleja. Pero no conviene olvidar que a la hora de describir sus roles, tradicionalmente, se otorga prioridad al yang.

En “I ching”, que es el libro que proporciona fundamento prácticamente a todas las corrientes de pensamiento de Asia oriental con respecto al universo, el primer hexagrama es el yang puro que representa el cielo; su rol es iniciar toda actividad. El segundo hexagrama es puro um, representa la tierra; su rol es continuar la actividad iniciada por el yang y llevar ésta a su estado completo (5). Mediante la fecundación el hombre inicia la generación de una nueva vida, pero sólo dentro de la mujer esa vida es nutrida y llevada a su plenitud. El hombre es activo en la sociedad y el gobierno, pero sólo alcanza su plenitud con ayuda y apoyo de la mujer en las tareas vitales.

  El papel activo y de liderazgo del hombre, junto con el rol discreto y de seguimiento de la mujer, está basado en la naturaleza misma de las cosas. Dicho papel se fundamenta sobre la propia organización del universo, y aunque la mujer tenga más personalidad y carácter que el hombre, su papel quedará limitado a suministrar buenos consejos al hombre y no suplantar el liderazgo y la capacidad de decisión. Semejante pensamiento se reflejaba especialmente en la doctrina confuciana de los “tres seguimientos”: “cuando la mujer es joven debe seguir a su padre; cuando se casa seguirá a su marido; y cuando el marido muere, deberá seguir a su hijo mayor”. Las consecuencias derivadas de la mencionada doctrina hacen que aun hoy numerosas mujeres no acepten de buen grado la posición de supremacía reservada al varón.

  Aparte de esta visión del um y el yang del universo, también la doctrina confuciana, que enfatiza una clara distinción entre el esposo y la esposa, ha tenido una importancia tremenda en las relaciones hombre y mujer, determinando no sólo las relaciones entre los esposos, sino todas las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad y sus respectivos roles. El rol de la mujer se dirigía hacia adentro, es decir, al ámbito doméstico, que era su dominio; mientras el del hombre se proyectaba hacia el exterior, es decir, los asuntos de la sociedad, fuera de los límites del hogar.

  Teóricamente, la mujer debía subordinarse y seguir al hombre, como la tierra sigue al cielo, pero en la práctica la distinción de los roles aparecía tan nítida que ella era completamente autónoma en los asuntos domésticos, incluido la economía de la casa. Los hombres no debían interferirse en los temas de las mujeres y viceversa. Tal proceder originó la formación de dos mundos casi independientes: el mundo de las mujeres y el de los hombres. Eran dos sociedades casi paralelas y autosuficientes.

  Todo ello determinó la forma de entender el matrimonio. Más que intimidad y amor personal, cobraba relevancia mayor que la mujer tuviera la capacidad suficiente para llevar adelante la familia y en cabal armonía.

  La situación actual ha cambiado de manera considerable entre los jóvenes. El número de matrimonios por “amor” o “noviazgo”, como ellos lo llaman, es cada vez más común. Aunque también abundan los matrimonios concertados a través de una “casamentera”.

Las relaciones profundas e íntimas entre miembros del mismo sexo alcanzan gran importancia. Los Grupos de amigos o amigas se relacionan entre sí, llegando a desarrollar lazos de amistad muy profundos.

  Sin embargo, resulta a toda luz indiscutible que en la sociedad coreana el hombre desempeñe el rol predominante. Así se explica que a la mayoría les gustaría nacer varón debido a su posición preeminente en la sociedad, tienen además menos restricciones a su libertad, son más libres de actuar como quieran y ejercen las posiciones de poder y honor en la sociedad. Ellos son los que continúan la línea familiar. Y es el hijo mayor el único heredero de la familia.

  Para las mujeres es esencial alumbrar hijos varones con el fin de obtener una posición reconocida en la familia y en la sociedad, ya que el hijo varón continuará la línea hereditaria de la familia.

  Todos estos factores convierten a las mujeres en limitadas competidoras frente a un mundo presidido por los hombres. Encuentran, pues, innumerables barreras para sobresalir dentro de esta estructura social concebida fundamentalmente por y para los hombres.

  Pero también es verdad que la mujer coreana, tradicionalmente tenía bien asimilado su rol como madre y procreadora, creadora del hogar y muchas hallaban su propia realización con el matrimonio y la maternidad. Aunque cada vez son más numerosas las mujeres jóvenes que se revelan y luchan por una mayor igualdad en el seno de la sociedad coreana.













Orden versus caos
Hasta ahora hemos examinado algunas de las características más sobresalientes de cómo se comportan en general los coreanos cuando se encuentran dentro de la sociedad o la familia. Muchos de estos valores y formas de relacionarse con el mundo venían influenciados fundamentalmente por el pensamiento y la ética confuciana. Cualquier persona no coreana que entra en contacto con este pueblo seguramente descubrirá estos primeros riesgos. Pero existe otra tradición, que también ha influenciado de una forma determinante en los coreanos desde sus orígenes. Nos referimos al Chamanismo (musok). Según estiman numerosos estudiosos de la cultura coreana, la cosmovisión chamánica ha forjado realmente el alma más profunda del coreano.


  La cosmovisión chamánica gira en torno a la naturaleza. El ser humano está ligado estrechamente a la naturaleza para su subsistencia. Esta es su fuente de alimentos, ropas, casa, etc. La naturaleza puede ser preciosa pero al mismo tiempo puede suscitar muchos problemas. Es buena y mala al mismo tiempo (6). El mundo en la concepción chamánica está llena de diosas: dios del cielo, de la tierra, de la montaña, del mar... Y estos dioses ejercen influencia sobre las cosas que hacen los humanos, tanto individualmente como colectivamente. Por eso los humanos deben conciliar a los dioses de manera que sus energías le sean beneficiosas para sus vidas. Para ello existen toda una serie de ritos, amuletos y oraciones. Igualmente existen las chamanas, que son las encargadas de ser intermediarias entre los espíritus y los humanos. Son mayoritariamente mujeres y se les conocen en Corea como “mudang”. Sus ritos se denominan “kuts”.

Pero no se trata aquí de agotar el estudio del Chamanismo coreano, sino de ver cuáles son los rasgos que marcan la personalidad del coreano y su forma de relacionarse con el mundo, ya que reciben el fuerte influjo de esta tradición de pensamiento y creencia. Intentemos ahora profundizar en algunas de ellas.

  Se otorga gran importancia a la vida en este mundo, un tipo de humanismo realista y pragmático. Lo más importante es vivir bien aquí y ahora mediante la búsqueda de la armonía con el mundo y el cosmos. Todo forma una unidad: este mundo y el más allá, los humano y la naturaleza, la vida y la muerte. Lo más importante para la persona es llegar a ser plenamente humanos. Esto se consigue fundamentalmente respetando y siguiendo el ritmo de la naturaleza.

  Una de las características más representativas del Chamanismo es su dinamismo hasta el punto de provocar situaciones de éxtasis o caos. La persona sale de sí misma y pierde el sentido de la realidad. Parece como si entrara en una situación donde ella misma no existe, ni tampoco los otros, ni la idea de espacio y tiempo.

  Y aunque aparentemente resulte contradictorio por lo que hemos visto hasta ahora, dentro de una sociedad bien organizada con reglas de juego muy determinadas, según el modelo confuciano, a los coreanos les gusta mucho esta situación de caos y éxtasis, donde se pierde el sentido de sí mismo, saliendo del orden establecido, un orden que ellos mismos sienten muy pesado en la vida diaria. Así se justifica que busquen medios susceptibles de evadir ese orden asfixiante para entrar en la libera del caos. Los coreanos expresan dicha situación muy bien mediante la idea de la posesión por parte de un espíritu”, lo que en coreano se denomina “ ”. Lógicamente, la persona está llena de energía con esa situación, rebozándola por todas partes. Los coreanos desarrollan una capacidad de movimiento energético increíble. Constituye, pues, una expresión clara de sus formas artísticas como, por ejemplo, Samulnori y Pansori.

  He aquí una de las razones por la cual los coreanos se mueven más por la energía de los sentimientos que por la racionalidad y en consecuencia, buscan los extremos, pasan de un extremo a otro, siéndoles difícil situarse en el centro o término medio.

  Esto es especialmente visible en la forma coreana de beber. Asistimos a una de las cuestiones más difíciles de entender para una mentalidad extranjera. Beber poco a poco, despacio y con prudencia implica una tarea hasta cierto punto ardua. Normalmente deben llegar hasta emborracharse y casi perder el sentido. La explicación reside también en el Chamanismo y en el paso de un clima asfixiante que no les gusta, pero que tienen que aceptar, a una situación de total libertad y caos, como si se retornase a nuestro ser más original y salvaje. La forma más fácil de liberarse de esa situación tan agobiante desemboca en el alcohol. Beber hasta que desaparezca tanto yo como el otro (7).

  Otro hábito que siempre acompaña a la bebida es el cante y el baile. Después de comer y haber bebido la fiesta prosigue en el “norebang” (Karaoke). Incluso los excursionistas bailan en el autobús. Se aprecia entonces la tremenda energía desplegada cuando se disponen a bailar y a cantar. Es como si entraran en éxtasis. Parecen poseídos por los espíritus como las chamanas. En definitiva, la población coreana vive en un ámbito social donde hay que estar muy atentos a cómo relacionarse con los demás, sean amigos, superiores jerárquico, familiares, etc. Ellos no impide que también aspiren a liberarse de semejante situación y a expresar su otra vertiente, un pueblo con inclinaciones hacia la diversión, el disfrute de la vida y de las cosas agradables del presente, aquí y ahora.

  También muchos hombres de negocios occidentales se sorprenden cuando sus contrapartes coreanos los invitan a comer y beber antes de entablar negociaciones. Según el modelo coreano de entender las relaciones humanas, resulta conveniente saltar las barreras que nos separan y hacer que el otro entre dentro del “nosotros” (우리). Posteriormente aludiremos a los negocios, pero antes de negociar hay que crear una relación que nos vincule a todos, una sensación de afinidad para sentirnos más seguros. No hay nada mejor en este empeño que beber juntos. El alcohol permite que todos, por muy diferentes que seamos, nos sintamos amigos. De esta forma el “otro” deja de ser “otro” para pasar a ser “nosotros” “우리”.

Por eso, una de las características más sobresalientes del carácter coreano se asienta sobre sus sentimientos, emociones, humanidad, que es lo que ellos llaman “chong”, “”. Ellos usan mucho la expresión “Chong manta”. Son, en definitiva, sentimientos que hacen a la persona más humana. Y uno es más humano cuando logra hacer que la vida de los otros sea más alegre y larga. El coreano tiene la necesidad de compartir sus sentimientos, su chong, con los demás y no hay nada más triste para una persona que estar o sentirse sola y abandona por los demás. La soledad está considerada una de las mayores desgracias en la existencia humana.

  Estos sentimientos de unidad deben acompañarse de honestidad y verdad. La traición o engaño entre personas unidas por lazos de familia, amistad o trabajo recibe la peor consideración.

  También es verdad que a veces no son capaces de contener sus sentimientos ni emociones. La vida diaria muestra situaciones donde dos personas discuten acaloradamente y disputan, aunque raramente pasan más allá de palabras destempladas y gritos.

  Otra característica, cuyas raíces se hallan en el Chamanismo, es una cierta actitud de conformidad, que permite buscar la fácil obediencia en la autoridad o el poder. También suelen optar por mantener los asuntos tal y como están a fin de no provocar cambios bruscos o conflictos agudos.

  Esta mentalidad puede legitimar fácilmente un conservadurismo y hasta ciertas formas autoritarias de gobierno. Existe una fuerte tendencia a tolerar figuras carismáticas sin cuestionarlas tanto en el campo religioso como político. El ejemplo más evidente aparece en Corea del Norte mediante el seguimiento casi religioso del líder. El líder es el padre de la gran familia que constituye la nación (8). Debe añadirse a todo ello la idea de lealtad, que también es de gran importancia en esta forma de relación social.

  Aunque también creo que se puede decir que el Chamanismo ha contribuido a crear una gran tolerancia religiosa en la península coreana. Partiendo del principio que todo aquello que es bueno y puede ayudar mi vida hay que aceptarlo, han logrado seleccionar aquellos aspectos de las distintas religiones que suponían un beneficio para sus vidas, tanto del Budismo, como del Confucianismo, como del Cristianismo posteriormente. Ha habido una búsqueda de la armonía entre las distintas religiones, intentando evitar situaciones conflictivas que rompieran loa lazos de familia o amistad. No es difícil encontrar hoy día familias donde cada miembro pertenece a una religión diferente.

 ConclusiónEstas características ya analizadas no tienen la pretensión de ser un análisis exhaustivo de la mentalidad coreana, pues sería una labor imposible. He pretendido con este estudio resaltar algunos de los aspectos que para un “extranjero” que afronta desde fuera este mundo apasionante de Corea, le resultan más llamativos por lo que tiene de contraste con su propia experiencia y tradición. Las generalizaciones, en definitiva, siempre son imprecisas y deficientes, porque cada grupo o persona es única. Aunque cada uno de nosotros se haya formado y educado en una cultura y ambiente determinados, eso no hace que todos los miembros integrados en un mismo pueblo tengan que actuar del mismo modo; en síntesis, el grupo y la persona serán siempre un universo por descubrir.
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(1) Larousse, Diccionario de la Lengua Española.
(2)
(3) Michael C. Kalton, Korean Ideas and Values, Royal Asiatic Society, Seoul, p.12.
(4)
  (5) Richard Wilhelm, I Ching. El Libro de las Mutaciones, Edhasa, 1996, pp. 79-91.
  (6) John H. Koo and Andrew C. Nahm (Ed.), An Introduction to Korean Culture, Hollym, Seoul, 2000.
 (7)
  (8) Richard W. L. Guisso and Chi-shin Yu, Shamanism: The Spirit World of Korea, Asian Humanities Press, Berkeley, 1988, p. 92
BIBLIOGRAFÍA
Richard W. L. Guisso and Chi-shin Yu, Shamanism: The Spirit World of Korea, Asian Humanities Press, Berkeley, 1988.
Michael C. Kalton, Korean Ideas and Values, Royal Asiatic Society, Seoul, 1991.
Richard Wilhelm, I Ching. El Libro de las Mutaciones, Edhasa, 1996.
John H. Koo and Andrew C. Nahm (ED), An Introduction to Korean Culture, Hollym, Seoul, 2000.
Choi Bong-young, Choi Joon-sik & Hahm Chai-bong, Aplicación de los Valores Tradicionales Coreanos en la Corea Moderna, en KOREANA, tomo 9, nº. 1, Primavera 1998, pp. 4-11.
Antonio J. Doménech del Rio, Profesor de cultura y lengua coreanas, Universidad de Málaga,
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