jueves, 30 de octubre de 2025

Perdón y consolación se abrazan

 El perdón y la reconciliación como misión en la Venezuela herida

 

En un contexto donde la violencia y la injusticia parecen haber ganado la partida, donde la desesperanza es una tentación constante y la polarización ha fracturado hasta las familias, su misión no es solo noble: es radicalmente evangélica. Es ser portador de la Consolación, del consuelo de Dios, a un pueblo que sufre.

1. Desde la ES.PE.RE

Sanar la Memoria para Desactivar la Violencia

La violencia no nace en el vacío. Nace de heridas no sanadas, de humillaciones acumuladas, de una memoria llena de rencor. La Escuela de Perdón y Reconciliación (ES.PE.RE) ofrece la metodología concreta para abordar este cáncer social desde su raíz.

a) Reconocer el Dolor sin Venganza

El primer acto de transcendencia en un contexto violento es nombrar el dolor. Permitir que las personas, en un espacio seguro, digan "me dolió", "me arrebataron", "tengo miedo". La ES.PE.RE lo que hace es validar el sufrimiento, impidiendo que este se convierta en el combustible del ciclo de la violencia. Crear ese "lugar sagrado" donde el grito silenciado puede ser escuchado.

b) Desmontar la Lógica del "Enemigo"

La polarización reduce al "otro" a una categoría: "es el culpable". La ES.PE.RE, a través de sus ejercicios, humaniza al adversario. Al invitar a ponerse en el lugar del otro, aunque no se comparta su ideología, se rompe el estereotipo. Se empieza a ver a una persona, con sus propias heridas y miedos. Esto no justifica la injusticia, pero desactiva el deseo de aniquilación.

c) El Perdón como Acto de Poder (no de Debilidad)

En un país donde muchos se sienten impotentes, el perdón es un acto de soberanía interior. Es decir: "Tú no seguirás dictando cómo me siento. Yo me libero de tu cadena". Enseñar esto es empoderar. Es devolverle a la persona la agencia que el contexto le ha robado. Un pueblo que practica el perdón no es un pueblo sumiso; es un pueblo espiritualmente libre, capaz de construir desde una nueva lógica.

2. Desde el Carisma de la Consolata

Ser Consuelo Encarnado

El misionero de la Consolata no lleva un mensaje abstracto. Lleva a Cristo, el Consolador, que se encarnó en un contexto específico de opresión y dolor. Su misión es la misma.

 a) Consolar es Encarnarse

Así como Jesús asumió la condición humana, el misionero debe "asumir" la realidad venezolana. No desde la queja, sino desde la compasión activa. Su presencia misma, al lado de los que sufren, sin huir, es un primer acto de consuelo. Usted está "con-solando", es decir, estando "con" el que está solo en su dolor.

b) Anunciar y Denunciar desde la Esperanza

El carisma de la Consolata implica un anuncio gozoso del Amor del Padre. Pero en un contexto de injusticia, este anuncio se convierte en una denuncia profética. Denuncia la idolatría del poder, la injusticia que desfigura a los hijos de Dios, la mentira que divide. Sin embargo, lo hace no con el odio del mundo, sino con la firme esperanza del Resucitado.

c) Ser Constructor de Comunidad

La violencia fragmenta. La misión de la Consolata es reunir. Su trabajo facilitando talleres ES.PE.RE es, en esencia, la construcción de micro-comunidades reconciliadas. Son células de esperanza, pequeños "reinos de Dios" que germinan en medio del caos. Allí, donde antes había desconfianza, se teje un nuevo vínculo. Esta es la "reconciliación" en acción: la recreación del lazo social. Quien recibe el perdón y la reconciliación se convierte en un agente de perdón y reconciliación. Su misión es multiplicar facilitadores, crear una red de "consoladores" que lleven esta consolación a sus barrios, familias y trabajos.

d) Mantener la Esperanza Activa

La tentación del desgaste es real. Aliméntese de la oración y de la certeza de que usted

está sembrando. Tal vez no vea los frutos en la macro-política, pero los está viendo en el rostro de quien, al final de un taller, dice "por primera vez, siento paz". Ese es el Reino de Dios germinando en Venezuela.

3. Conclusión

En medio de las tinieblas de la violencia y la injusticia, hacer presencia y acompañar, no está en pedir que se encienda una vela; sino en enseñar cómo fabricar la cera, cómo trenzar la mecha y cómo mantener la llama encendida incluso con vientos fuertes. Ese es el método ES.PE.RE. Y lo hace con el corazón de un misionero de la Consolata, que no lleva una luz propia, sino que refleja la Luz del que es Consuelo y Paz.

Siga adelante. Su país lo necesita. La Iglesia lo necesita. El Consuelo que es Jesús, compañero y guía de camino, camina junto a nosotras/os. Que María, la Consoladora de los Afligidos, nos cubra con su manto y nos inspire en cada paso de esta misión de misericordia.

 *Laicos Misioneros de la Consolata en Venezuela y el Continente Americano


miércoles, 22 de octubre de 2025

Principio ético - moral "A la mano"

 “Hacer el bien, bien hecho y sin ruido”

Obra del P. Carlos Alberto Zuluaga, imc - CAZ

Escuchando y leyendo tantas veces en el Instituto Misionero de la Consolata la frase “hacer el bien, bien hecho y sin ruido”, usada y propuesta por el Fundador, San José Allamano, a sus misioneros y misioneras, algún día vi en ella como la posible vía para una certificación de calidad: ¿Si nos visitará un auditor externo y neutral, especialista en Vida Religiosa, Misión Ad Gentes e Interculturalidad, podría emitir un certificado de calidad?, para exhibirlo ante autoridades, fieles y benefactores que permita generar mayor credibilidad y confianza para los de afuera, consolación, seguridadad y esperanza para los de adentro.

Principio ético - moral

Aunque en el lenguaje cotidiano los dos principios se usan como sinónimos, desde la filosofía los podemos entender, aunque levemente, como diferentes y complementarios.

El principio ético como una regla general o fundamento que orienta los comportamientos y los actos humanos hacia lo que es esencialmente considerado correcto, justo o valioso, desde la razón, el diálogo y el consenso. Aplicable para todos y por todos, con objetividad. La ética, al fin y al cabo, busca principios universales para actuar bien, independientemente de los contextos. Válidos para todos los seres humanos.

Un principio moral, en cambio, se entiende como norma interiorizada por personas o colectivos, que guían su conducta según lo que consideran "bueno" o "malo", basados en creencias, tradiciones, doctrinas o educación. Contiene fuertes componentes culturales, religiosos, personales, contextuales e históricos. Se asocia más con la conciencia - creencia que con la ciencia - razón.

Integrados los dos principios ayudan a armonizar la humanidad con la santidad: cuanto más humanos, más santos; cuanto más santos, más misioneros; cuantos más misioneros, más humanos. Así optimizan continuamente la vida de las personas y las comunidades, al mismo tiempo que la misión.  Sería el mejor certificado, garantía de fidelidad a un carisma recibido y donado.

En la práctica, ambos interactúan: uno puede actuar moralmente por fe o costumbre, auxiliado por la religión y las creencias, pero revisar las acciones éticamente, con la ayuda de las ciencias, para verificar su validez, la insidencia y coherencia.

El principio "hacer el bien, bien hecho y sin ruido" encierra una espiritualidad comportamental y una ética profesional que pueden tener un impacto transformador tanto en la forma de ser de cada persona como en el funcionamiento de una institución y el ejercicio de una misión. Es como una brújula que promueve la autenticidad, la humildad, la excelencia, el compromiso y la perseverancia, a partir de lo pequeño y cotidiano, en la línea del Evangelio y el Carisma misionero de la Consolata. En una sociedad saturada de ruido, ávida de novedad y víctima de la superficialidad y la apariencia, este principio se puede convertir en una forma poderosa, aunque discreta, de liderazgo ético - moral.


sábado, 4 de octubre de 2025

Profecía del Agua

 “Somos Iglesia, somos agua, somos vida, somos esperanza en acción”

El Agua habla

Cumbre Amazónica del Agua, celebrada en Iquitos (Perú) del 1 al 3 de octubre

Los seres humanos somos agua hasta en un 70 %. En este encuentro, el agua que está en nosotros, el agua que somos todos los presentes allí, se ha juntado para hablar, para denunciar, para susurrarnos a nosotros mismos, para gritar al mundo. Porque, aunque el agua está tan agredida “que ya no canta”, como dice Serrat, sí que habla. ¿Y qué ha dicho?

 Palabras de la hermana Agua

 Soy un sujeto,
un tú, interlocutor.
 
No soy un “recurso”, algo con lo que comerciar,
una veta para la codicia, una mercancía. No.
 
Soy sagrada, el fluido divino,
la fórmula de la vida
el secreto del futuro.
 
Tengo derechos. Y por tanto ustedes, los hombres y mujeres,
tienen serios deberes para conmigo.
 
Me duele oler mal, ser veneno,
ser causa de muerte y no de vida,
ser fuente de conflictos…
Me aflige que me hayan quitado mi color azul.
 
Únanse, escúchense, dialoguen,
busquen a otros para luchar,
reconociéndose todos como parte del Agua global.
 
Y recuerden que yo me muevo,
que si me estanco me pudro y emponzoño,
así que se tienen que poner en marcha
con creatividad,
con firmeza,
con tenacidad,
para que todos puedan ser manantiales que broten “hasta la vida eterna” (Jn 4, 14),
todos puedan vivir con salud, en armonía
y felicidad.
Especialmente los más pequeños y vulnerables.
 

(César Luis Caro, 04/10/2025, en ReligiónDigital)