El perdón y la reconciliación como misión en la Venezuela herida
En un contexto donde la violencia y la injusticia
parecen haber ganado la partida, donde la desesperanza es una tentación constante
y la polarización ha fracturado hasta las familias, su misión no es solo noble:
es radicalmente evangélica. Es ser portador de la Consolación, del consuelo de
Dios, a un pueblo que sufre.
1. Desde la ES.PE.RE
Sanar la Memoria para Desactivar la Violencia
La violencia no nace en el vacío. Nace de heridas no sanadas,
de humillaciones acumuladas, de una memoria llena de rencor. La Escuela de
Perdón y Reconciliación (ES.PE.RE) ofrece la metodología concreta para abordar
este cáncer social desde su raíz.
a) Reconocer el Dolor sin Venganza
El primer acto de transcendencia en un contexto
violento es nombrar el dolor. Permitir que las personas, en un espacio seguro,
digan "me dolió", "me arrebataron", "tengo
miedo". La ES.PE.RE lo que hace es validar el sufrimiento, impidiendo que
este se convierta en el combustible del ciclo de la violencia. Crear ese
"lugar sagrado" donde el grito silenciado puede ser escuchado.
b) Desmontar la Lógica del "Enemigo"
La polarización reduce al "otro" a una
categoría: "es el culpable". La ES.PE.RE, a través de sus ejercicios,
humaniza al adversario. Al invitar a ponerse en el lugar del otro, aunque no se
comparta su ideología, se rompe el estereotipo. Se empieza a ver a una persona,
con sus propias heridas y miedos. Esto no justifica la injusticia, pero desactiva
el deseo de aniquilación.
c) El Perdón como Acto de Poder (no de Debilidad)
En un país donde muchos se sienten impotentes, el
perdón es un acto de soberanía interior. Es decir: "Tú no seguirás
dictando cómo me siento. Yo me libero de tu cadena". Enseñar esto es empoderar.
Es devolverle a la persona la agencia que el contexto le ha robado. Un pueblo
que practica el perdón no es un pueblo sumiso; es un pueblo espiritualmente
libre, capaz de construir desde una nueva lógica.
2. Desde el Carisma de la Consolata
Ser Consuelo Encarnado
El misionero de la Consolata no lleva un mensaje
abstracto. Lleva a Cristo, el Consolador, que se encarnó en un contexto
específico de opresión y dolor. Su misión es la misma.
Así como Jesús asumió la condición humana, el
misionero debe "asumir" la realidad venezolana. No desde la queja,
sino desde la compasión activa. Su presencia misma, al lado de los que sufren,
sin huir, es un primer acto de consuelo. Usted está "con-solando", es
decir, estando "con" el que está solo en su dolor.
b) Anunciar y Denunciar desde la Esperanza
El carisma de la Consolata implica un anuncio gozoso
del Amor del Padre. Pero en un contexto de injusticia, este anuncio se
convierte en una denuncia profética. Denuncia la idolatría del poder, la injusticia
que desfigura a los hijos de Dios, la mentira que divide. Sin embargo, lo hace
no con el odio del mundo, sino con la firme esperanza del Resucitado.
c) Ser Constructor de Comunidad
La violencia fragmenta. La misión de la Consolata es
reunir. Su trabajo facilitando talleres ES.PE.RE es, en esencia, la
construcción de micro-comunidades reconciliadas. Son células de esperanza,
pequeños "reinos de Dios" que germinan en medio del caos. Allí, donde
antes había desconfianza, se teje un nuevo vínculo. Esta es la "reconciliación"
en acción: la recreación del lazo social. Quien recibe el perdón y la
reconciliación se convierte en un agente de perdón y reconciliación. Su misión
es multiplicar facilitadores, crear una red de "consoladores" que
lleven esta consolación a sus barrios, familias y trabajos.
d) Mantener la Esperanza Activa
La tentación del desgaste es real. Aliméntese de la
oración y de la certeza de que usted
está sembrando. Tal vez no vea los frutos en la
macro-política, pero los está viendo en el rostro de quien, al final de un
taller, dice "por primera vez, siento paz". Ese es el Reino de Dios
germinando en Venezuela.
3. Conclusión
En medio de las tinieblas de la violencia y la
injusticia, hacer presencia y acompañar, no está en pedir que se encienda una vela;
sino en enseñar cómo fabricar la cera, cómo trenzar la mecha y cómo mantener la
llama encendida incluso con vientos fuertes. Ese es el método ES.PE.RE. Y lo
hace con el corazón de un misionero de la Consolata, que no lleva una luz propia,
sino que refleja la Luz del que es Consuelo y Paz.
Siga adelante. Su país lo necesita. La Iglesia lo necesita. El Consuelo que es Jesús, compañero y guía de camino, camina junto a nosotras/os. Que María, la Consoladora de los Afligidos, nos cubra con su manto y nos inspire en cada paso de esta misión de misericordia.


