Mi experiencia con, en y desde el mundo amazónico
En realidad, como Misionero de la
Consolata, mi contacto experiencial y académico con el mundo amazónico, está conectado
a la del Instituto Misiones Consolata, que desde el inicio de la década de los
cuarenta, del siglo pasado, hasta hoy, navega por los largos, extensos y
caudalosos ríos y se mueve, a caballo o en mula, por los fangos caminos, en
“chivas” o “jeeps”, por las polvorientas
carreteras de la selva, o desde los modernos aeropuertos de las urbes
amazónicas, visitando y acompañando Pueblos nativos, enraizados en el
territorio, o colonos migrantes, forzados a dejar sus tierras e internarse en la
agreste “manigua”, para salvar sus vidas de las sucesivas violencia y sus
venganzas, o de la pobreza y sus injusticias, buscando paz interior y
ambiental, lo mismo que de comida, suelo y economía de bienestar.
Conversión:
de la cabeza al corazón
De esta primera aventura misionera, debo
confesar y pedir perdón por un pecado inconsciente, pero de graves
consecuencias, fruto del celo apostólico para acompañar los colonos, con el beneplácito
y a veces patrocinio de los gobiernos de los Estados nación: abrir boquetes con
hacha, cierra y machete, en el armonioso y virgen cuerpo de la verde selva, para
implantar pueblos, sembrar comida, cuando no coca, e inundar de ganado las
praderas. Verdaderas violaciones con profundas heridas en el cuerpo de la madre
tierra, ordeñada en sus senos de caucho, disecada en sus humedales naturales,
envenenada en sus venas de agua, mutilada en sus brazos y trocos, talados sin
piedad, expoliada de sus collares y anillos de oro y piedras preciosas, usada y
abandonada.
Un
Proyecto en expansión
Después de navegar, por varios años por
los ríos Orteguaza, Caguán, Caquetá y muchos más, en la amazonia colombiana, me
encontré zigzagueando, tejiendo ciudadanía y “comunidad de vida”, sin
fronteras, con los hilos de agua del Amazonas o Solimões, del Orinoco, el Putumayo
y el San Miguel, entre los hermanos países del Ecuador, Colombia, Perú,
Venezuela y Brasil, en la búsqueda de una solidaridad amazónica y continental,
en esta era global.
Así, entre “ires y venires”, aterricé, en
nombre de la Dirección General del Instituto Misiones Consolata, de la cual hacía
parte en ese momento, en el energizado “plan alto” del gigante Brasil, para
participar de un proceso-proyecto eclesial: la fundación de una Red, al
servicio de la vida en y desde la Amazonía, "entre las distintas
representaciones de la Iglesia que componen los países de la Pan-Amazonía, los
institutos de vida consagrada misionera insertos en el territorio, las
instituciones eclesiales, y los colaboradores fraternos de Europa y los Estados
Unidos". Así fue bautizado un organismo, que se venía gestando desde el 2013 en
Puno - Ecuador, la REPAM, Red Eclesial Pan-Amazónica, en la sede de la
Conferencia Episcopal brasilera (CNBB), entre el 9 y el 12 de Septiembre de
2014.
Un
Sínodo, entre diversos, para caminar juntos
Poco a poco se fue difundiendo en la
Iglesia Católica, no sin polémicas y malos entendidos al interno de la Iglesia y en sus entornos,
la conciencia de una “urgencia responsable” y colectiva con el bioma amazónico
y el planeta entero. El espíritu de la “patria grande” y su “buen vivir” en una
“tierra sin males”, de nuestros antepasados, inspiraba proyectos, programas y
acciones en y desde esta amazonia, “fuente de vida en el corazón de la
Iglesia”, que encontraban eco en el corazón planetario, compasivo y
misericordioso, del Papa Francisco, proponente de una “ecología integral”.
Entre los gemido de la tierra enferma,
ardiendo de fiebre en todo su cuerpo, los lamentos de los pueblos originarios,
confinados a los últimos rincones de la selvas verdes o grises, de cemento, con
el riesgo de desaparecer, los sudores inútiles de pequeños campesinos y nuevos colonos
y los suspiros de ansiedad indignada de los “discípulos misioneros” del Dios de
la vida, apoyados por sabios humanistas de todos los extractos y profesiones,
voluntarios y activistas responsables con la “casa común”; perseguidos por gobernantes
al servicio de poderosos ignorantes, habidos
e irresponsables explotadores de la vida al servicio de sus inhumanos capitales,
se convoca un SINODO para la Amazonia y, desde ella, para el planeta y toda la
humanidad.
¡En hora buena,
aunque sea noche!
“Por la entrañable
misericordia de nuestro Dios
Nos visitará el
SOL que nace de lo alto”
El mismo que está
en el nombre y en los brazos de
La ConSOLata.