miércoles, 28 de julio de 2021

Misión como servicio a la reconciliación

Misión y consolación al servicio de la reconciliación y la paz


La reconciliación es la obra de sanación de una sociedad herida por un conflicto interno que la ha dividido e debilitado, colocando en riesgo su futuro”[1]

Adoptando esta definición de reconciliación, ofrecida por un misionero y profesor de teología, no quiero dejar de lado la reconciliación personal o individual, objeto del trabajo de confesores, psicólogos y pedagogos del cuidado y de la valorización humana. Tampoco quiero desconocer la reconciliación entre personas, parejas, grupos empresariales o religiosos, de la cual se ocupan tantos y buenos terapeutas sociales. 

Estas modalidades de reconciliación, como el mismo Sacramento del Perdón y la Reconciliación, de la Iglesia Católica, hacen parte de otro capítulo de esta amplia y compleja dimensión, tan antigua y tan actual, de la misión, mucho más de la misión vivida y realizada con ese “algo más” (“di piú”, heredado de José Allamano), llamado “consolación”.

 Misioneros de la Consolata

Como Familia Misionera de la Consolata hemos tenido la gracia de compartir la vida y el carisma con diversos pueblos y/ países que han vivido o viven aún hoy los horrores de diferentes violencias o de las guerras.

Varios de nuestros misioneros europeos han sufrido la crueldad de las, así llamadas, guerras “mundiales”, con todas sus nefastas consecuencias al interior de cada país implicado directamente en el conflicto, como también en país lejanos, especialmente africanos y asiáticos.

Además, nuestra algo más que centenaria memoria misionera en África, nos reporta inmediatamente al centro de varios de los recientes conflictos inter-étnicos o inter-religiosos, o al recuerdo de conflictos anteriores, vividos en el pasaje de las injustas dominaciones coloniales a las, mal llamadas o incompletas, independencias con la secuela de serias consecuencias, tal como se ha visto en el Kenya, Mozambique, el Congo, Sudáfrica, Costa De Marfil, Liberia, Angola, Somalia, etc. ¡Cuántas heridas abiertas en la sociedad! También la sangre de la Consolata ha sido derramada y ofrecida en algunos ángulos remotos de esta geografía misionera.

Capítulos semejantes nos ofrece nuestra memoria misionera en esta AmerIndiAfroLatina, cuando nos habla de la “resistencia” de los pueblos indígenas, afro-descendientes y campesinos, empeñados en la lucha por la defensa de sus culturas, identidades, derechos a la autodeterminación, tierras, territorios y dignidad, etc. En este sentido podemos recordar los conflictos ideológicos, políticos y económicos en Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, Ecuador y otros países. Lo mismo que los conflictos, ciertamente no menos violentos, generados por el crimen organizado, las mafias del narcotráfico, la narcopolítica y el terrorismo, sin hablar de la endémica pobreza nacional y continental. En muchos lugares y por diferentes motivos, uno o más misioneros/as de la Consolata, han participado a nombre proprio, del Instituto o de la Iglesia, acompañado iniciativas de organizaciones sociales o gobernativas. De todo esto tenemos una larga experiencia, infelizmente no recogida ni sistematizada: hemos actuado como misioneros de reconciliación y de paz, aunque sin proponérnoslo, tal cual.

En los varios procesos de reconciliación hemos colocado nuestro granito de arena, ofreciendo nuestros recursos espirituales como: la escucha, el diálogo, los sacramentos, la participación en concertaciones, rescates, acuerdos, etc. Compartiendo la riqueza, “pobre”, de Jesucristo, verdadera Consolación. Siempre inspirados y guiados por María, bajo el nombre de Consolata. Hemos recorrido la geografía misionera con nuestros morrales llenos de oraciones, bendiciones, métodos, estrategias, dinero e instrumentos para la generación, promoción y defensa de la vida en todas sus manifestaciones.

Nuestro “carisma”, en su espiritualidad y metodología, se presenta hoy más actual, útil y necesario que nunca, como nos lo hace entender el Magisterio eclesiástico e institucional, del cual traemos solo un ejemplo: “Hoy se manifiesta una nueva convergencia de los pueblos hacia estos valores: el rechazo de la violencia y de la guerra; el respeto de la persona humana y de sus derechos; el deseo de libertad, de justicia y de fraternidad; la tendencia a superar los racismos y nacionalismos; el afianzamiento de la dignidad y la valoración de la mujer. Los hombres que esperan a Cristo son todavía un número inmenso: los ámbitos humanos y culturales, que aún no han recibido el anuncio evangélico o en los cuales la Iglesia esta escasamente presente, son tan vastos, que requieren la unidad de todas las fuerzas” (RM 86). “Todas estas dimensiones o realidades hacen parte de la misión ad gentes y del ministerio de consolación que conlleva opciones, gestos y acciones concretas de solidaridad con los pobres y compromiso con la reconciliación” (Actas X CG 5).

 La Reconciliación

La reconciliación tal como aparece en la humanidad y en las diversas sociedades, presenta una variedad de aspectos o dimensiones. Inicialmente presentó dos, básicos y genéricos, apoyado en el P. Schreiter. Más adelante otros, específicamente relacionadas con la actividad misionera ad gentes en Colombia, apoyado en el P. Antonio Bonanomi, un testigo excepcional, en el Cauca colombiano.

·  Social: en un verdadero proceso de reconciliación y paz, es necesario ante todo ofrecer estructuras y procesos a través de los cuales la sociedad, profundamente dividida, pueda reconstruirse en la verdad y en la justicia. Es necesario tener el coraje de enfrentar el pasado, castigar los criminales y ofrecer medio de reconstrucción y reparación a las víctimas. Todo esto exige ambientes seguros y una atmósfera de confianza, que hagan posible la convivencia (vivir juntos, entre diferentes) social.

·   Espiritual: “es necesario reconstruir las vidas rotas, para hacer de tal manera que la reconciliación social se convierta en realidad. El estado pude instituir comisiones para reconstruir y analizar las culpas del pasado, pero no puede legislas sobre la sanación de las memorias. Los estados pueden ofrecer amnistiaras y administrar las penas o castigos de los culpables, pero no puede garantizar el perdón”[2].

 Una opción y una praxis en el Cauca colombiano

Consciente que no existen dos situaciones de reconciliación social iguales y que por lo tanto  no puede ser el resultado de una teoría, sino que debe aterrizar en realidades y contextos específicos tejidos de memoria histórica y de elementos políticos, económicos, sociales, culturales y religiosos, que definen sus linderos o límites, le hecho una pregunta al P. Antonio Bonanomi, misionero de la Consolata, que trabajó con, a favor de y en medio del Pueblo indígena Nasa o Páez, llevando en su corazón los valores transversales de la misión ad gentes: liberación, dialogo, interculturalidad, perdón, reconciliación, justicia, paz y cuidado de la creación:

Padre Antonio, ¿es realmente necesaria, y sobre todo posible, la reconciliación colectiva de un Pueblo?

Para poder responder a esta pregunta es necesario, ante todo, definir bien el contexto, o sea el Pueblo o las Comunidades que debe realizar procesos de reconciliación específicos. Repasando mi experiencia de casi 20 años con los Nasa, creo estar en condiciones de afirmar que este Pueblo ha buscado realizar procesos de reconciliación, como respuesta a tres conflictos:

1.  Conflicto ético-cultural: con la conquista y después con la colonización, Colombia como País ha implementado una estructura de vencedores y vencidos. Conquistadores y conquistados. Esta estructura continúa vigente aún hoy: los pueblos indígenas, entre ellos el Pueblo Nasa y las Comunidades Afro-descendientes, son “minorías étnicas” vencidas y conquistadas. A lo largo de la historia el Estado colombiano, compuesto por la minoría “blanca” (criolla) victoriosa y conquistadora, ha buscado integrar, por todos los medios, los grupos étnicos en la cultura y la sociedad dominante, con el propósito de mantenerlos en una posición subordinada o de eliminarlos. Fruto de esta política integracionista son los tantos casos de etnocidios y genocidios. Solamente en 1991, la nueva Constitución reconoce que Colombia es un País multiétnico y multicultural[3] pero, sin embargo, con reconocimiento constitucional y todo, los Pueblos Indígenas y las Comunidades Afro-descendientes siguen víctimas de la discriminación y el racismo. Cuando buscan hacerse ver en el escenario nacional e internacional y exigir el respeto de sus territorios, de sus culturas y organizaciones, son tratados inmediatamente como “rebeldes” y entonces perseguidos por el estado y las fuerzas que lo sostienen. El Estado colombiano y la sociedad dominante nunca han reconocido su culpa, nunca han pedido perdón ni hecho gestos de reparación, lo cual ha impedido un proceso de reconciliación.

 2.      Conflicto social: Siempre como consecuencia de la conquista y la colonización, se ha realizado en Colombia un proceso de concentración de las riquezas en pocas manos.  No obstante que Colombia sea uno de los países más ricos del mundo en recursos naturales, es también uno de los lugares en donde se constata uno de los mayores índices de desigualdad social. También, como consecuencia del injusto modelo de desarrollo capitalista neoliberal impuesto por los varios gobiernos. Los pocos ricos se han vuelto cada vez más ricos, a costillas de la mayoría de la población que cada día se vuelve más pobre. Varias veces se han propuesto reformas estructurales, como la reforma agraria o la reforma urbana, pero nunca han sido operativizadas. Al contrario, especialmente en los últimos años, han sido aprobadas leyes contra el pueblo, que refuerzan el modelo de desarrollo vigente. Con estas condiciones es muy difícil pensar en un proceso de reconciliación. Se debe más bien hablar de un proceso de cambio, de una alternativa. Desde siempre los movimientos sociales y las organizaciones populares han buscado de promover un proceso de cambio, por dos vías diferentes: la solución socio-política y la armada. También los Pueblos indígenas y las Comunidades Afro han sido y son víctimas de este conflicto social. En ciertos momentos han estado tentados de recurrir a la vía armada, en alianza con las varias guerrillas, pero a partir del 2004, especialmente por iniciativa del Pueblo Nasa del Norte del Cauca y recuperando la experiencia tradicional de la cultura indígena de la Minga, entendida como trabajo colectivo, tomaron la decisión de proponer a todos los grupos étnicos, a los movimientos sociales y las organizaciones populares, unirse en una “Minga social y comunitaria”. Dicha Minga debería llevar a la elaboración de una Agenda común, como base para la construcción de una alternativa popular al modelo de desarrollo de la oligarquía política y económica dominante. En este contexto ha habido un proceso de reconciliación entre los Indígenas, los Afro-descendientes, los habitantes de los barrios populares de las ciudades, los obreros, los campesinos y los estudiantes, superando anteriores conflictos y contradicciones.

 3. Conflicto armado La guerra, especialmente la guerra civil en sus diversas modalidades y expresiones, ha acompañado la historia de Colombia. Históricamente el conflicto armado ha sido la consecuencia de la lucha por el poder, por la posesión y uso de la tierra y de los recursos naturales. En los últimos cuarenta años ha asumido, sin embargo, aspectos más complicados y graves. De un lado por motivo de las ideologías y de los proyectos políticos contrapuestos y de otro, por la presencia del narcotráfico, que le ha servido y se sirve de todos los actores en el conflicto. Desde siempre el Norte del Cauca, por su posición estratégica, ha sido teatro para el conflicto armado, con graves consecuencias para la población civil. Infelizmente, especialmente en los últimos años, sea el ejercito que la policía y la guerrilla, han buscado, algunas veces con éxito, el apoyo de perdonas de la comunidad, provocando así conflictos al interno de la misma comunidad.

Como es apenas lógico, nuestro Equipo Misionero, acompañando las comunidades, ha acompañado también el desarrollo de estos tres conflictos y, a la luz del Evangelios, ha buscado proponer y apoyar caminos de reconciliación.

·  En cuanto al conflicto étnico-cultural, el Equipo Misionero ha buscado construir un puente entre la comunidad indígena y algunos espacios de la sociedad y de la cultura dominante, para abrirle camino a un diálogo inter-étnico e intercultural. Hemos logrado crear relaciones de mutuo enriquecimiento con varias instituciones del mundo de la Educación y de la Información, tanto a nivel nacional como internacional. También la Minga social y comunitaria, inicialmente propuesta y después siempre poyada por el Equipo Misionero, ha sido un espacio de diálogo inter-étnico que ha permitido derrumbar muros que tradicionalmente han creado división entre varios grupos étnicos y sociales. 

·  En relación con el conflicto social, el Equipo Misionero ha buscado, de una parte, promover y apoyar la organización y la promoción integral de la comunidad, acompañando y fortaleciendo los varios programas del Proyecto Nasa y de otros Proyectos comunitarios. De otra parte, el Equipo ha promovido y acompañado la Minga social y comunitaria, con la unión de movimientos sociales y de organizaciones populares, con la finalidad de construir una Agenda común, orientada a la formulación de un Proyecto alternativo de desarrollo   y entonces a una solución no violenta del conflicto social.

·   En cuanto al conflicto armado, el Equipo Misionero ha siempre apoyado la propuesta del Movimiento Indígena, de buscar la solución del conflicto por la vía del diálogo. Infelizmente esta propuesta, que es oficialmente la misma de Iglesia Católica colombiana, no ha logrado, hasta ahora, los resultados esperados.

Antes de concluir me gustaría agregar unas palabritas sobre algunos conflictos al interno de la Comunidad Nasa, que parecen en su camino histórico:

1. Conflicto político

Cuando el Padre Álvaro Ulcué[4] llegó al Norte del Cauca en 1975, encontró una Comunidad muy dividida: la invasión de partidos (conservador, liberal y comunista) y de algunas sectas religiosas habían creado una profunda división entre la gente. Para responder a esta situación de conflicto y promover la reconciliación dentro de la Comunidad, él propuso la gestación del Proyecto Nasa: se trata de reconstruir la unidad del Pueblo Nasa a partir de un “Plan de Vida”, o sea de un proyecto comunitarios de vida compartido, coherente con la propria tradición cultural y abierto al diálogo con las otras culturas. Este Plan de Vida se apoyaba sobre tres columnas principales:

·  una conciencia “despierta”,

·  una participación activa y responsable,

·  una liberación integral.

Alrededor de ese Proyecto se ha venido realizando gradualmente, al interno de la Comunidad, un proceso de reconciliación, que ha facilitado la implementación de nuevos programas en beneficio de la misma.

2. El conflicto espiritual: en la cultura Nasa todo problema (personal, familiar y social) es consecuencia de una falta de equilibrio entre las fuerzas espirituales (positivas y negativas) que animan la naturaleza lo que hace, entonces, necesario recurrir a la autoridad espiritual de la Comunidad: el así llamado médico tradicional. Será tarea suya hacer un “trabajo” espiritual (ritual de purificación y reconciliación - armonización) que pueda restituir la armonía y el equilibro dentro de la persona y de la comunidad y de esta manera resolver el problema que genera aflicción. También la actividad del Equipo misionera ha sido entendida, muchas veces, como un “trabajo” de reconciliación – armonización, que refuerza el “trabajo” de los “médicos tradicionales”: los sacramentos (Bautismo, Penitencia y Eucaristía), los sacramentales (agua bendita, candelas) y algunas celebraciones especiales (sobre todo la Semana Santa), son, de hecho, sentidos como momentos especiales de reconciliación – armonización.

3. Conflicto transgeneracional: en los últimos 30 años las Comunidades indígenas del Norte del Cauca han tenido un encuentro, algunas veces traumático, con la modernidad, que ha provocado un cambio cultural y una fractura generacional, entre el indio antiguo - tradicional y el indio moderno, colocando en discusión usos, costumbres y tradiciones que regían, también desde el punto de vista ético-jurídico la vida de la Comunidad. La diferencia de preparación, debida a una mayor escolaridad; la amplitud de visión, fruto de una mayor facilidad de trasporte y entonces de encuentro y relación con otros “mundos”; el acceso a la tecnología, a los medios de comunicación, a puestos de trabajo y cargos institucionales que exigen diferente trato social, han originado un conflicto social dentro de las mismas Comunidades. Este conflicto se ha buscado de resolver promoviendo espacios y momentos de encuentro y formas de solidaridad intergeneracional. No menos importante ha sido el refuerzo y la contextualización de los valores éticos y espirituales de la tradición cultural propia con valores éticos y espirituales del Evangelio.

Conclusión

Concluyo esta reflexión volviendo a la pregunta inicial: ¿es verdaderamente necesaria y, sobre todo, posible la reconciliación colectiva de un Pueblo? 

Indiscutiblemente la reconciliación es necesaria, sobre todo porque refuerza la unidad y la capacidad de resistencia de la Comunidad y le permite colocar todas sus energías positivas al servicio de su Plan de Vida

Se debe agregar que para nosotros misioneros la reconciliación es necesaria, como signo del Reino de Dios, del “cielo nuevo” y de la “tierra nueva”, reconciliada con Dios, con los otros seres humanos y con toda la creación. Sin embargo, en la realidad concreta, nos damos cuenta rápidamente que esto no siempre es posible o que muchas veces se logra pero con muchas limitaciones, puesto que hay heridas que condicionan demasiado el camino de las personas y de las comunidades. Sin contar que muchas veces hay intereses económico y político que promueven la división y agudizan las contradicciones. Estos fenómenos debilitan naturalmente el tejido social.  Una de las tareas del Equipo Misionero en el Norte del Cauca, siempre fue, en coordinación con los “médicos tradicionales” y con las autoridades de la Comunidad, la de promover con paciencia y perseverancia la reconciliación de la Comunidad, como una dimensión esencial e irrenunciable de la evangelización. Se trata de derrumbar muros y construir puentes, para que se realice el Proyecto inicial y siempre actual de Dios que quiere que todos los seres humanos vivamos relaciones armoniosas con El, como hijos, entre nosotros, como hermanos y con toda la creación, como responsables del mundo.

Presencia y participación en los diálogos del Cagúan

Sabemos que a través del tiempo se realizaron muchos intentos e negociación entre la Fuerzas Armadas revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) y los sucesivos gobiernos colombianos. Caminos marcados por continuos fracasos, pero que a pesar de todo reservan aprendizajes y esperanzas para alcanzar la paz.

El del Cagúan no fue, entonces, el primero ni el último, pero para nuestro caso fue y es altamente significativo por haberse realizado en territorio (“zona de despeje”) casi todo perteneciente al Vicariato de San Vicente – Puerto Leguizamos, confiado pastoralmente al Instituto Misiones Cosolata. Fueron casi tes años de diálogos de paz del Estado, gobernado por Misael Pastrana, con las FARC-EP, de enero de 1999 a febrero de 2002[5].

Encontrándome con Mons. Francisco Javier Munera Correa en Modelia – Bogotá, le pregunte:

¿Cuál fue tu papel, Pacho, en los diálogos del Caguán (Zona de despeje)? El me respondió con generosidad abundante, verdadera y casi emocionada espontaneidad:

“La Iglesia Colombiana fue llamada por las partes (Gobierno y Guerrilla) a prestar un servicio. El Nuncio Beniamino Stella y el Presidente de la Conferencia Episcopal colombiana, Mons. Alberto Giraldo, Arzobispo de Medellín en aquel entonces, pensaron que el Obispo Local debía estar siempre presente. Así que me correspondió asumir la presencia, en nombre de la Iglesia. 

Mi presencia, sin protagonismos, significó:

· Acompañar

· Facilitar

· Generar confianza entre las partes y alimentarla

· Ser garante, confiable, de la seriedad el proceso

¿Cómo desarrollaste, entonces, ese ministerio de la presencia?

Mucho diálogo con la guerrilla y el ejercito que estaban presentes en nuestro territorio, así como con la policía civil, compuesta por 60 personas, en cada uno de los cinco municipios. Treinta colocados por la guerrilla y treinta por los alcaldes.

Mientras tanto se desarrollaban los diálogos específicos en las “mesa temática” de los Pozos, en la cual se sentaba Mons. Luis Augusto Castro, también misionero de la Consolata, mientras yo participaba en la “mesa política”.

Me parece importante anotar que el cuidado del Batallón Cazadores fue confiado a Mons. Armando Santamaría, con el fin de generarle confianza a los militares.

¿Y en calidad de anfitriones, cuáles actitudes recuerdas haber desarrollado o puesto en acto?

La acogida y hospitalidad a muchas personas venidas de tantas partes y con compromisos u objetivos diferentes.

La escucha a muchísimas víctimas o personas que venían a colocar sus quejas unas, a protestar otras, a alertar o a dar ánimo algunas. La gente acudía a contar sus cuitas, sus dolores y sufrimientos. La mayoría de los asuntos tratados eran de carácter humanitario, se referían a personas secuestradas o desaparecidas, desplazadas o expropias, etc. Yo trataba de escuchar y encaminar para otras instancias con mayor capacidad de soluciones, sin involucrarme directamente.

¿Y con los Medios de Comunicación, siempre tan ávidos y a veces tan maliciosos, cómo te comportaste?

Busqué siempre recibirlos, sin buscarlos ni rechazarlos, aprovechando para generar un clima positivo y de confianza en torno a los diálogos.

Intenté siempre ser lo más objetivo posible frente a los incidentes que diariamente se presentaban, buscando de no aumentarlos y en cuanto fuera posible, no difundirlos. Interpretando que se trataba de incidentes, entendía normales, en un proceso de esas características tan sensibles y delicadas. 

¿Y qué podrías decir acerca del comportamiento de los habitantes del territorio o de la zona de despeje?

No es fácil encasillar la gente en grupos o categorías. En todo caso se notaba el antagonismo: de un lado los simpatizantes y/o colaboradores de la guerrilla, de otro lado la antiguerrilla por motivos ideológicos, de intereses diversos como el poder, la economía, etc. y las víctimas de la misma. Todo esto causaba muchas y serias tensiones. Mi preocupación con la gente siempre fue la de colaborar para generar un clima de confianza y respeto. Estoy convencido que la confianza es la clave en todo proceso de diálogo.

La reconciliación en las fronteras misioneras

Vivir y trabajar en las fronteras es un arte, una aventura y un desafío cotidiano. En este espacio misionero la reconciliación no solo tiene rostro humano sino también de pueblos, países, territorios, instituciones y bio-diversidad.

Encontrándome con Mons. Joaquín Humberto Pinzón Guisa, un santanderino enviado a Puerto Leguizamo, territorio que nos solo lleva el nombre del solado Cándido Leguízamo, herido durante el conflicto con el Perú, sino también por el apelativo de “lejisimo” de los centros de control y de servicios, convirtiéndose él mismo en un centro de convergencias de ejércitos, pueblos, iglesias, parques naturales, reservas ecológicas, antropológicas y territoriales, etc., nos detuvimos a conversar un poco sobre su gestión en estos primeros (cuatro años), de la más nueva jurisdicción eclesiástica, el Vicariato de Puerto Leguizamo – Solano.

Monseñor me describió con algunos detalles su visión de Iglesia y Proyecto de misión en construcción:

1. Una Iglesia “cuidandera”, consciente y responsable con el territorio, inspirada en la espiritualidad de los pueblos originarios, que se autodenominan “cuidanderos” de la tierra y el territorio.

2. Una Iglesia que “une orillas”, yendo más allá de lo físico-geográfico, hasta lo humano, social y político.

4. Una Iglesia fraterna con los pobladores del territorio, que asume al otro en su condición: el nativo originario, los llegados en búsqueda de nuevas oportunidades, los desterrados de la guerra, los que van naciendo en el territorio y van haciendo síntesis entre el territorio y los pobladores.

5. Una Iglesia enriquecida y que se enriquece, con los diferentes pueblos y sus espiritualidades, con los otros habitantes del territorio, todos buscando abrirse espacio, asociarse y organizarse.

6. Una Iglesia servidora, ministerial, dispuesta a acoger los diversos dones y carismas de la gente, colocarlos en comunión y al servicio de todos, aunque la dependencia haya hecho tanto mal y la gratuidad esté muy desdibujada.

7. Una Iglesia que celebra y en la liturgia sabe recoger y agradecer el camino que va viviendo

8. Una Iglesia abierta a todas las Iglesias de las fronteras y a la catolicidad universal.

Todas estas dimensiones, en sus diferentes niveles, aportan la reconciliación y la paz, al interior del país y con los países vecinos.



[1]  Robert Schreiter, Percorsi di Riconciliazioni, EMI, Bologna 2009, p. 7

[2]  Schreiter, op.cit., p. 12

[3] Constitución Política de Colombia 1991. Diversidad étnica y cultural. Artículos de la Constitución: Título I: De los principios fundamentales, Artículo 7. El Estado reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la Nación colombiana. Artículo 8. Es obligación del Estado y de las personas proteger las riquezas culturales y naturales de la Nación. Artículo 10. El castellano es el idioma oficial de Colombia. Las lenguas y dialectos de los grupos étnicos son también oficiales en sus territorios. La enseñanza que se imparta en las comunidades con tradiciones lingüísticas propias será bilingüe.

 [4] Alvaro Ulcué Chocué, fue un sacerdote Nasa, perteneciente a la Arquidiócesis de Popayán, nacido en el Resguardo (reserva indígena) de Pueblo Nuevo - Cauca. Nombrado Párroco de Toribio, en el Norte del Cauca, suscitó un trabajo pastoral inculturada, propugnando por una Iglesia “con rostro y corazón indígena”. En su tarea evangelizadora tenía en cuenta los elementos culturales específicos de su Pueblo.  El mismo estaba marcado de una fuerte tendencia por la liberación integral. Esto lo llevó a crear el Equipo Misionero (un equipo conformado por él, algunas Hermanas Lauritas e involucrando varios Laicos) y a promover el Proyecto Nasa. Fue asesinado en Santander de Quilichao el 10 de Noviembre de 1984, por manos de sicarios pagados por latifundistas del territorio, que veían en la vida y las actividades del Padre amenazas a sus intereses económicos y de dominación. El la herencia y el trabajo del P. Alvaro fue asumido y llevado adelante por los Misioneros de la Consolata, inmediatamente después de su asesinato, manteniendo vivo su espíritu y continuando su Proyecto.

[5] Cfr. GONZÁLEZ LUIS Enrique, Colombia. La paz esquiva del Caguán, ocean sur, 2014

jueves, 8 de julio de 2021

Ministerio del Animador Misionero

 Animación Misionera


Un grupo de 19 jóvenes, entre profesionales y estudiantes universitarios, acompañados por dos Sacerdotes misioneros de la Consolata, nos hemos reunido en Bogotá, del 2 al 5 de julio, en el Centro de Espiritualidad Misionera de la Consolata, para repensar la identidad, la espiritualidad, la finalidad, la organización y un programa de acción de la Animación Misionera Juvenil y Vocacional para estos próximos seis meses.

 ¿Qué o cuál Animación Misionera?

Colocando en común las diferentes comprensiones de los participantes sobre la Animación Misionera Juvenil y Vocacional, resalta la idea de un servicio o ministerio colectivo, sinodal, en unidad de intentos e intenciones, en equipos inter conectados entre sí y con otros diferentes, en y desde la Iglesia de Jesucristo.

Un servicio realizado por jóvenes y ofrecido preferencialmente a las juventudes estudiantiles, universitarias y profesionales y, a través de ellas, a toda la Iglesia y la sociedad civil en sus organizaciones e instituciones.

En el horizonte alumbra una luz que ilumina, atrae y motiva: el Reino de Dios, presentado y promovido por ese “tal Jesús”, humano y divino, traducido hoy en “otro mundo posible”. Proyecto y programa de la Animación Misionera de los Misioneros de la Consolata en Colombia, construido e implementado por los mismos jóvenes, con el estilo, la espiritualidad y el método propuestos por el Beato José Allamano a los misioneros y misioneras por él fundados, teniendo a María Consolata como modelo, pedagoga y guía.  

¿Con qué espíritu o cuál espiritualidad?

Si se trata de un dinamismo misionero, como dicen varios de los participantes, que mueve a los jóvenes a ir más allá de  sus respectivas fronteras sociales, culturales, religiosas y geográfica, para colocar en movimiento las personas, las Iglesias Locales y diversas instituciones religiosas y civiles, hacia los alejados y excluidos del banquete del Reino, personas y pueblos enteros, el Espíritu no puede ser otro que el mismo que animó a Jesús y lo llevó a anunciar la Buena Nueva de la consolación-liberación a los pobres y oprimidos, a los cansados y afligidos, a los ciegos y sordos, a los enfermos y pecadores, muchos de ellos con otras identidades culturales y espirituales o religiosas.

En la atmosfera se sentía una expectativa espiritual, un deseo de reflexión y oración comunitaria, pero contextualizada “aquí y ahora”, arraigada en Jesús y su Evangelio. La primera jornada del encuentro, que la podemos denominar de “espiritualidad misionera de la Consolata”, nos llevó, desde las claves del Padre Nuestro, a escuchar  y meditar los gritos del pueblo colombiano en resistencia, desde Cali – Colombia, a sentir el gemido de la tierra y de las víctimas de la Covid 19, pues pandemia y ecología están estrechamente relacionadas, pues tanto científicos como pensadores humanistas reconocen que la actual pandemia es consecuencia del cambio climático y de la inmisericorde destrucción de la naturaleza por parte de nuestro modelo de sociedad consumista y tecnocrática. Al mismo tiempo quisimos recordar (pasar nuevamente por la memoria del corazón) muchos escenarios y situaciones de la geografía misionera, reveladores de la presencia del Dios de toda consolación que “es y está” dentro de…, junto a…, en medio de..., caminando con…, con-solando y liberando.

Buscamos vivir la experiencia con sentido y conciencia crítica, en oración y discernimiento, para mantener la identidad bien identificada y no dejarnos llevar por falsas noticias o vientos cambiantes, ni navegar a la deriva, reconociendo lo que de bueno y justo hay más allá de lo “nuestro”. 

Al final constatamos que una auténtica espiritualidad proviene del Espíritu que es libertad, relación y compromiso ético y, en última instancia, amor. Nos reafirmamos en nuestro referente, Jesucristo, que no se aisló, sino que se metió en la vida pública, movilizó a la multitud abatida, hizo de la pasión acción comunitaria (cfr. Mt 9,35-38: 10,1.6-8) y fue hasta las últimas consecuencias, dando su vida para salvar la vida y para que todos la tuviéramos en abundancia y de calidad (cfr. Jn 10,10).

Nos reanimamos mutuamente para continuar con el Ministerio de la Animación Misionera, sin quedarnos buscando seguridades ante el miedo a la muerte y nos propusimos una nueva agenda, para la defensa de ese sueño compartido: la venida del Reino u “otro mundo posible” y seguir convocando a otros y otras para esta vocación y ministerio en y desde la Iglesia de Jesucristo.

Oración

 Padre nuestro que en todas partes estás
santificado sea tu nombre en nuestras acciones para que venga tu Reino
a través de la REPAM, las luchas sociales de resistencia, el AguaPaneLazo, la Comisión de la Verdad y no Repetición, las Escuelas de Perdón y Reconciliación,
ese otro mundo posible que buscamos y animamos.
 
Danos hoy hambre de luchar para que mañana todos tengan Pan
perdónanos y enséñanos a perdonar.
 
Libera nuestro pueblo
del capitalismo salvaje y el colonialismo
del sexismo y el poder religioso
de la migración forzada y de las maquinarias corruptas
de la pandemia y de la indiferencia.
 
Que venga pronto el día de nuestra liberación
LGBTQI+, Black lives Matter
Comunidades Indígenas, Obispos del Pacífico colombiano
 
No nos dejes vencer por el miedo
AMJV y sus Equipos
¡Haznos libres, Padre nuestro!

domingo, 4 de julio de 2021

Animador - Formador - Evangelizador

 JOSÉ ALLAMANO

“Bello Jesús, Rey y Luz. Guía en el camino, para llevar al destino.
Sea lo nuestro, guiar al hermano y, si es necesario, llevarlo de la mano,
como lo hizo, en ejemplo, el Beato Allamano”
(Natalia Rojas Gómez)

 Del Pueblo a la ciudad

Hijo y hermano en una familia del campo, religiosamente educada y vocacionalmente cultivada para el servicio, humilde y trabajadora, sin lujos, pero con dignidad y autosuficiencia, José Allamano tiene muchos rasgos en común con la mayoría de los Misioneros de la Consolata, que hasta ahora han llegado al Instituto, en estas tierras americanas. Casi todos emigrantes de los campos a las ciudades por motivos de estudio. La interacción entre la casa, el campo y el pueblo, la escuela y la parroquia, junto con un poco de tierra o un trabajo familiarmente gestionado, conforman un nicho cultural común, en el cual se interiorizan valores sociales y políticos, espirituales y religioso, laborales y económicos, que sirven de plataforma para la vida. El salto a la ciudad, que normalmente se torna más traumático, viene mediado para Él por el Oratorio salesiano y el seminario, lugares de formación integral y progresiva, como sucede también para muchos misioneros en el Continente.

En este recorrido de base, entonces, nosotros los misioneros de la Consolata de las américas, me atrevo a leerlo así, con algunas excepciones, claro está, nos sentimos en sintonía con el Fundador. Tal vez por eso como que nos entendemos con él, lo escuchamos con gusto y sentimos que nos entiende. Lo aceptamos, sin resistencias, como Padre y Formador. Él nos hace sentir humanos, hijos y hermanos, como en casa, con su “espíritu de familia”.

 De formando a formador

 Del Oratorio, por personal iniciativa y decisión, aún contra la voluntad de Don Bosco, muestra clara de su personalidad y temple de carácter, pasó al Seminario Diocesano de Turín, en donde perseveró, durante siete años, dedicado al estudio, la oración y el trabajo. Al final de su proceso formativo, con apenas 23 años, recibió su Ordenación sacerdotal, el 20 de septiembre de 1873, casi con su primera destinación, después de breve experiencia pastoral con su tío Juan: educador en el seminario de donde acababa de salir. Dio su sí al Obispo con susto, pero confiado en su bendición. Un joven Sacerdote diocesano, formador de aspirantes al sacerdocio y luego de colegas en el ministerio, parecía nacido para ese servicio.

Su propia experiencia fue, en síntesis, su propuesta formativa, registrada en el Reglamento para la formación de sus misioneros:  

a)    Primero santos: no se trata de santos que hacen cosas extraordinarias, espectaculares, no. Su propuesta es la de ser personas piadosas, perseverantes en las prácticas personales y comunitarias de la fe, amigos de la Palabra de Dios, de la oración y de la Iglesia, centrados en la Eucaristía y la Liturgia de cada día. Como María y los santos, atentos a los detalles, serios y responsables en lo ordinario, buscando de hacerlo todo de manera extraordinaria, para consolar a Jesús y a María Consolata, nuestra madre tiernísima, que nos ama como a la pupila de sus ojos. Santos humanos, cotidianos, “extraordinarios en lo ordinario”.

b)    Misioneros sabios: bien preparados para servir no para ostentar (“el bien hay que hacerlo bien y sin ruido”), con estudio serio y calificado, si no queremos ser lámparas apagadas. El mismo siguió estudiando después de la Ordenación, mientras trabajaba, hasta obtener el Doctorado en Teología Moral.

También cada misionero, según sus orientaciones y prácticas, deberá seguir haciéndolo en la misión, aprendiendo las lenguas generales y nativas; estudiando las culturas de los pueblos, mediante la observación atenta y respetuosa, el registro diligente y detallado en el diario de la comunidad y compartiéndolo con él, como maestro y formador de misioneros. El mismo, después de atenta y orante lectura, devolvía a cada comunidad sus iluminados comentarios y paternales recomendaciones, a través de cartas colectivas y personales.

Esta formación continua, se diría hoy, se debe seguir diariamente, con perseverancia y método participativo, buscando siempre sistematizar lo registrado, para, una vez revisado críticamente, devolverlo a las comunidades y compartirlo al servicio de la misión en el mundo.

c)    Misioneros trabajadores creativos: sin miedo ni pereza para el trabajo manual, el contacto con la tierra y los cuidados de la casa, abiertos al aprendizaje y capacitación en artes y oficios, hoy usando las nuevas tecnologías, útiles en la misión.  

 Formador, Pastor y Animador

 En los siete años como educador en el seminario, encargado de la disciplina primero y director espiritual después, inició su preparación, que complementaría con sus 46 años de pastoral diocesana en y desde el Santuario de la Consolata, para llegar a ser, poco a poco, “Padre y Maestro de Misioneros” (Mons. Luis Augusto Castro). 

A partir de 1880, hasta el final de sus días, el 16 de febrero de 1926, combinó siempre su misión de Formador con la de Párroco (Rector) en el Santuario de la Consolata. Un sacerdote diocesano que de niño había sentido el llamado a la misión más allá de sus fronteras, mientras escuchaba al Cardenal Guillermo Massaia que, como obispo misionero en Etiopia, venía a hablarles en el Oratorio, o cuando leía libros de historia y geografía, que le encantaban. Durante los tiempos de seminario sintió fuerte la vocación misionera, pero debido a su frágil salud, el Padre Espiritual le aconsejó y convenció de posponer su ingreso a una Congregación misionera. Él, coherente consigo mismo, no pudiendo ir directamente, se empeñó en hacer algo, aunque fuera indirecto: ofrecer a los sacerdotes diocesanos de Turín y del Piamonte, que deseaban ser misioneros, una posibilidad de partir para la misión. Su proyecto de una organización diocesana con tal fin se fue desarrollando lentamente, sin prisa ni presión, hasta que encontró condiciones favorables y se concretizó en un Instituto Misionero.

Desempeñando esa triple dimensión ministerial de Formador, Evangelizador y Animador, en y desde el Santuario de la Consolata, en la Iglesia Local de Turín y su Provincia piamontesa, fue gestando su obra, con el apoyo de su compañero de trabajo y amigo P. Santiago Camisassa, del Cardenal y muchos eclesiásticos, religiosos/as y laicos comprometidos, el Instituto Misionero de la Consolata (1901) y el de las Misioneras (1910), sin dejar de ser plena e integralmente diocesano.

“Este projeto, forjado aos pés da Mãe, que sendo Consolata (Consolada), torna-se Consoladora dos aflitos, foi aglutinando missionários dispostos a deixar tudo, à semelhança do Filho de Deus, para ficarem perto de outros povos e tornarem-se para eles presença de consolação, entendendo que a missão e a promoção integral da pessoa devem caminhar juntas” (Luiz Balsan).

En una de sus tantas síntesis el P. Antonio Bonanomi proponía que todo Misionero de la Consolata fuera Formador, Evangelizador y Animador, como el Fundador. Mientras el P. Piero Trabucco, en Toronto Canadá, abriendo en el 2012, el primer encuentro de un Consejo Continental, exhortaba: “Es importante inculturar el Fundador haciendo esfuerzos para que el fundador histórico llegue a cada cultura y se re- exprese vivo en los misioneros, los laicos y las hermanas. Resaltar el “Fundador como educador, como pedagogo, como formador en el seminario y padre de misioneros”. El continúa vivo, activo y actual, en sus misioneros/as esparcidos por la geografía misionera: 

a.    Continúa formando y educando con su estilo, espíritu y método en y a través de las diferentes Comunidades Formativas, los Colegios, como el José Allamano de Bogotá, y de otras Instituciones u organizaciones académico formativas.

b.       Continúa presente y activo en las varias “opciones misioneras ad gentes”, en y a través de los diferentes servicios prestados a las Iglesias Locales, a la sociedad civil y al mismo Instituto, inspirando con su vida, su estilo y su metodología pastoral misionera de Anuncio del Evangelio y Promoción humana.

c.       Continúa animando a los jóvenes y promoviendo vocaciones específicas, por medio de la AMJV y partir de Equipos de vida y de misión, en y desde Centros de Animación Misionera al servicio de las Iglesias Locales, la Vida Consagrada, Instituciones educativas, familias, la sociedad civil, los niños y los adultos para que salgan, más allá de sus fronteras sociales, culturales, religiosas y geográficas, a “anunciar la gloria de Dios entre los pueblos”.

Comunicando y difundiendo la misión de consolación-liberación por medio de la Web y las Redes Sociales, la Revista Dimensión Misionera y otros medios, como ya lo hacia él mismo en y desde el Santuario de la Consolata con la Revista La Consolata, las damas misioneras y otras formas.