martes, 30 de octubre de 2018

Misión de las nuevas generaciones

Ser custodios de la Casa Común


Motivada por el desorden que he visto en los últimos años en mi territorio por la "cultura del descarte", la invitación del Santo Padre, el Papa Francisco, a cuidar nuestra Casa Común y el sínodo de la Amazonía, me dirigí hacia Puerto Leguízamo a participar en la ELJA (Escuela de Liderazgo Juvenil Amazónico) organizada por la Pastoral Juvenil del Vicariato de Puerto Leguízamo Solano.


Me aventuré en ésta experiencia con la delegación de Florencia, Caquetá, de la cual no conocía a la mitad de los participantes. Durante todo el recorrido, hasta llegar a Puerto Leguízamo, entablamos conversación y empezó a forjarse una amistad muy bonita, que de seguro perdurará y se fortalecerá con el pasar del tiempo. Conocimos lugares y personas. Nos quedamos impresionados en cada lugar y por todo el camino al ver tanta belleza natural y lo privilegiados que somos de vivir en éste territorio: nuestra Amazonía.

Al llegar al Centro Pastoral, nos esperaba el Vicario de la Pastoral Juvenil de Puerto Leguízamo, el padre Óscar, nos recibió muy amablemente y nos hizo sentir como en nuestra casa. Asistieron también muchos otros jóvenes de distintos lugares: de Solano, San Vicente del Caguán, Puerto Ospina, La Tagua y Puerto Leguízamo; con quiénes compartimos experiencias y forjamos amistades.


Todo el tiempo desde el principio hasta el fin de la ELJA, estuvo muy animado gracias al Equipo de "otro mundo es posible", de la AMJV de la Consolata, de Bucaramanga. Aprendimos muchas cosas importantes de forma dinámica: desde la cultura del encuentro, hasta la teoría de nuestro mundo que no es tan perfecto y la de otro mundo posible.

Cada una de éstas cosas nos dejó algo más que sólo eso, cada una de ellas nos puso a reflexionar y darnos cuenta de la realidad en que vivimos y lo que queremos, para nosotros mismos y para las futuras generaciones.

Al final de la Escuela, en la evaluación, cada uno de nosotros sacamos nuestra conclusión sobre lo que aprendimos. El mensaje, como lo decía el Papa Francisco: ser custodios de la Casa Común.



Y así regresamos a nuestros lugares de procedencia, con nuevas amistades, buenos recuerdos y con una nueva misión en mente: ser líderes integrales para ser custodios de nuestra Casa Común.




Laura Trujillo Cano
11° de Bachillerato, Albania Caquetá


domingo, 21 de octubre de 2018

Vocación a poner la Consolación en misión


 

Este no ha sido el primero sino el V Congreso Juvenil Consolación y misión que estuvo conectado con los anteriores, como parte de un proceso ideado o soñado y planeado a partir de 2014, por el Equipo de Animación Misionera de la Región IMC Colombia.
1.     Consolación y misión (2014, en Bucaramanga)
2.     Discipulado misionero (2015, en Ibagué)
3.     Pastoral de consolación (2016, en Bogotá)
4.     Misión ad gentes (2017, en Bogotá)
5.     Vocación (2018, en San Luis, corregimiento de la Unión – Valle)

Con-vocados a la Unión
Esta buena idea se convirtió en excelente oportunidad para los jóvenes de Colombia y de otros lugares del planeta, 138 entre los participantes y los animadores, equiparse de sentidos y herramientas espirituales, en clave de consolación y misión, para el camino de la vida. Tuvo como tema LA VOCACIÓN, entendida como un llamado a todos los seres humanos, especialmente a los jóvenes, a poner la Consolación en Misión entre los pueblos del mundo y sus culturas.

Re-Unidos en San Luis, del 12 al 15 de octubre, en la casa de los Misioneros de la Consolata (Km 92 vía Toro), lugar de uvas y variedad de frutas, disfrutamos con el Misionero del Padre maternal y su madre María, “la mujer del vino nuevo”, animados e iluminados por el fuego del Paráclito, el “Otro Consolador”.  

El ambiente de alegría y fe, calentado por el radiante sol de los días, acariciado por la suave brisa de las tardes e iluminado por la tímida luna estrellada, en las noches azules, enmarcó el Congreso juvenil, garantizando así que la fiesta de la vida en cada uno de los participantes, en sus hogares, Iglesias, ciudades y en la creación entera, no se acabará mientras María y el Señor Jesús estén en ella.

La vid y sus sarmientos, las uvas y el vino del Valle del Cauca, sirvieron de inspiración pedagógica. La misma creación con sus cuidanderos o cultivadores nos sintonizó con el mundo católico “caminado junto” para, en y desde Roma, en SINODO:  XV Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos (de 3 al 28 de octubre): Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional. 
Vinculados, entonces, con los jóvenes del mundo, desde San Luis, vivimos la experiencia de común-Unión en torno a la VOCACIÓN para la misión de Dios. Roma, el centro del Sínodo, San Luis, el centro del Congreso. Extraordinaria sincronía!

Capaces de beber el cáliz del servicio
La providencial abundancia de bienes (frijoles, arroz, plátanos, yucas, papas, sal, azúcar, aceite, carnes, huevos, harinas, pastas, panela, cebollas, ajo, frutas, etc.) y servicios (el hospedaje, el transporte de utensilios y personas, las carpas y las sillas, los platos, vasos y cucharas, además del servicio en la cocina y el comedor, etc.), nos recordaron la mesa, servida y repartida, de la última cena; el poder del servicio a cambio de los tronos a la izquierda y a la derecha del jefe; la alegría que se experimenta más cuando se da que cuando se recibe; siempre “haciendo el bien, bien hecho y sin ruido”.


El pueblo todo se involucró, participó y celebró. Su canto se escuchó en la comarca y muchos acudieron a la Eucaristía en el parque de San Luis. Todos cantamos, danzamos, aplaudimos, celebramos y, agradecidos, partimos para nuestros lugares de procedencia, uno cerca y otros más lejos, enviados en misión.

Consolados para consolar
La misión siempre será una conjugación transitiva del verbo irregular ir. Yo, Sal-va-dor, lo conjugo así: después del mandato imperativo sal, del verbo salir, conjugo el verbo ir al indicativo presente va. Es claro que la orden me viene de otro, en este caso del Otro, mi Señor, que me ordena salir y me manda ir al dolor del otro (dor en portugués), diferente de mí. ¿Para qué me envía? Para anunciar con mis labios, desinfectados y conservados por la sal del bautismo, el Evangelio de consolación, siendo sal en medio de las personas y los pueblos desolados o de la asolada creación, cansada de tanta explotación.

Claro está, no soy enviado solo a dar, a llevar. También voy recibir, a saborear la sal de la sabiduría esparcida por el Creador entre los pueblos y sus culturas.

Eso es la misión, una dádiva recíproca, donada gratuitamente y esparcida con generosidad, por todas partes, hasta los confines del mundo. Enviado para consolar, soy o vuelvo consolado.
Como María Consolata: consolada y consoladora; o mejor, consoladora porque consolada.

Como misionero dono y saboreo la consolación del nacimiento, como la alegría de vivir; la consolación de la economía, en la mesa del pan y el vino compartido y repartido en la tierra y en casa de cada uno, pues para los humanos, “terranos” (de tierra), tener suelo o tierra con casa, es el mayor con-suelo; la consolación de la armonía que nace del perdón y la reconciliación; la consolación de la compañía, que rompe la soledad solitaria con la solidaridad comunitaria; la consolación de la resurrección, que alimenta la esperanza y abre a la vida eterna.  


Conclusión
Como Pablo, Juan Marcos y Bernabé, el “equipo misionero de Antioquia”, podemos vivir la misión como una experiencia de consolación compartida: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que, así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación” (II Corintios 1, 3-7).