jueves, 12 de agosto de 2021

Descanso en el camino

 VENGAN A MÍ LOS QUE ESTAN CANSADOS Y AGOBIADOS

Mateo 11, 28-30

Qué bueno escuchar hoy ese llamado
¡Vengan a mí los cansados y agobiados!
Tentadora invitación en tiempo de confusión
necesita decisión, para no caer en tentación.
 
La convocación es para los cansados y agobiados
desacomodados, mendigos de oportunidades.
Los acomodados que todo lo tienen, lo saben y lo pueden
entretenidos en lo de ellos, ni escuchan la invitación.
 
¿Quién es el atrevido que susurra en la bolsa del mercado?
¡“Vengan a mí … Yo los aliviaré”!
el Emmanuel compasivo, misericordioso y liberador  
el Hijo que ofrece todo lo recibido del Padre
 
Para los agobiados por códigos, leyes y tradiciones
la libertad del mandamiento del amor.
Para los afligidos que lloran de compasión
la alegre reciprocidad de la consolación.
 
Para los agobiados por el hambre y la sed
la mesa fraterna del pan partido, repartido y compartido
Para los cansados de resistir por la justicia y por la paz
la fuerza de la solidaridad y la mística de la comunión.
 
Para los agobiados por la chatarra del consumo
la austeridad del morral, las sandalias y el bastón.
Para las victimas de la tierra en calor
la suave brisa del soplo primordial.

Para los tristes a causa de la muerte entrometida
una lágrima compartida en el umbral de la sepultura
un llamado a la vida: ¡sal de ahí, deja la tumba vacía!
¡ven fuera, a la vida resucitada! 

No nos quita el yugo, pero nos aligera la carga
descansemos a solas con Él en el sofá interior
ofrezcamos y recibamos el don del perdón
acojamos y avivemos la Paz que nos da.
 
Aprendamos a ser mansos y humildes de corazón
escuchemos y acojamos su invitación
sometámonos a su yugo, que encaja bien,  
no nos molestará en el camino hacia la felicidad.  

martes, 3 de agosto de 2021

La misión de Dios

 NUEVO MODELO DE  MISION

EN Y DESDE EL CONTINENTE SUR-AMERICANO


Introducción

 Uno de los grandes cambios que se ha venido progresivamente realizando en la Iglesia Católica, especialmente en sur-América, ha sido el hecho que la MISIÓN ha pasado de la periferia al corazón de la teología, de la pastoral y de la espiritualidad eclesial.

Por casi 500 años la Misión ha estado al margen, en la periferia de la reflexión teológica y de la praxis pastoral de la Iglesia de nuestro Continente.

Esto ha sido la consecuencia, por un lado, del proceso de evangelización inicial y, por otro lado, de la dependencia de la Iglesia del Continente en su reflexión teológica y en su praxis pastoral de la reflexión teológica y de la praxis pastoral de la Iglesia europea (falsamente identificada con la Iglesia universal).

-     En el proceso de evangelización inicial del Continente americano la Iglesia, que se realizó en un contexto de conquista y colonización, desde el poder y la superioridad, y que no conoció la niñez misionera: nació adulta, desde estructuras diocesanas y episcopales, al servicio pastoral de los “pueblos de los blancos” que se fueron conformando como consecuencia de la conquista y de la colonización.

      Desde los “pueblos de los blancos” y la estructura diocesana, el Obispo enviaba     a los misioneros, pertenecientes normalmente a las Órdenes religiosas, a evangelizar a los indígenas y a formar los “pueblos de los indios”. En este contexto progresivamente se fueron conformando las parroquias.

 -   En dependencia de la praxis que se había venido instaurando en la Iglesia Europea, también en nuestra Iglesia se fue dando una separación entre pastoral y misión:

      - por “pastoral” se entendía el conjunto de acciones orientadas al pastoreo de una   comunidad cristiana ya constituida (territorios o países cristianos), y por eso tenía la tarea de conservar, defender y fortalecer el rebaño ya reunido en la estructura eclesial.

Responsables de esta tarea eran los ministros de la Iglesia, especialmente los Obispos y sacerdotes, con el apoyo de los religiosos y las religiosas en unas tareas específicas.

La pastoral se ubicaba en el “corazón” de la Iglesia, al interior de sus fronteras.

 - por “misión” se entendía el conjunto de acciones orientadas a la conversión de los que todavía no eran cristianos (territorios o países no cristianos o tierra de misión), y tenía la tarea de buscar a las otras ovejas que no estaban todavía en el redil o las ovejas perdidas, para que hubiera “un solo rebaño y un solo pastor”, ampliando así el espacio de la Iglesia.

Responsables de esta tarea eran los “misioneros”, normalmente organizados en Órdenes o en Institutos religiosos misioneros.

La “misión” se ubicaba en la periferia de la Iglesia, más allá de sus fronteras.

Este modelo de Iglesia y de Misión nació “oficialmente” con el edicto del emperador Constantino (313 d.C.) y se fue consolidando, a lo largo de los siglos, y terminó “oficialmente” hace 50 años (en los documentos, aunque no siempre en la conciencia y en la práctica) con el Concilio Vaticano II.

Ha sido la larga etapa de la “cristiandad” o de la “sociedad cristiana” en oposición y muchas veces en conflicto con el mundo de los “bárbaros”, de los “paganos”, de los “infieles”, de los no-cristianos.

Ha sido la etapa de una Iglesia euro-céntrica (con sus colonias en otros Continentes como en Sur-América), fuerte e imperial (también porque apoyada y muchas veces usada por el poder político y económico), mono-cultural, piramidal y clerical….

 I – UN PROCESO DE CAMBIO SOCIO-ECLESIAL HACIA UNA NUEVA EPOCA DE LA HISTORIA

 Este modelo de Iglesia – Iglesia de cristiandad – entró en crisis, esencialmente por dos razones:

  1. por el cambio del contexto socio-cultural

Se ha abierto una nueva época en la historia del mundo.

Es la época:

-  de la globalización o mundialización del mercado, de la comunicación, del pensamiento…

- del triunfo (aparente por muchos aspectos) del capitalismo neo-liberal y de la invasión, ocupación y devastación de los recursos naturales por las multinacionales, a veces con la guerra y el genocidio de muchos pueblos del “tercer mundo” …

- del desarrollo tecnológico e industrial desequilibrado, en nombre del “progreso” sin límites, con el consiguiente cambio climático

- de las migraciones masivas por la violencia o por la miseria, del desplazamiento interno y de las migraciones hacia los Países más desarrollados

del empobrecimiento y de la crisis alimentaria de masas siempre más grandes, y de la aparición de enfermedades de masa como el SIDA

- del narcotráfico y de la drogadicción, de la legalización del aborto y de la eutanasia, de la clonación y de la experimentación genética;

-  de la visibilización y mercantilización de la sexualidad

-  etc.

pero es también la época

-  de la superación del colonialismo y la valoración de lo local, de lo “propio”,

también como resistencia frente a la globalización

- de la aparición de nuevos protagonistas en el horizonte mundial, como la China, la India, el Brasil…

- del despertar de las “otras” culturas, con la reivindicación del derecho a la diversidad y la igualdad de condiciones

- del despertar de los “empobrecidos” e “injusticiados” del mundo y de la búsqueda de alternativas al capitalismo neo-liberal, con el sueño de “otro mundo posible y necesario”,

-  del despertar de la mujer y de su visibilización en la lucha por sus derechos,

-  etc.

  1. por el cambio del contexto socio-eclesial

      Se ha abierto una nueva época en la historia de la Iglesia.

      Es la época:

      - del Concilio Vaticano II con sus grandes novedades teológicas y pastorales,

       - de las “Iglesias nuevas del tercer mundo” (la “tercera Iglesia a las puertas”) que

            se presentan con fuerza en el horizonte eclesial y progresivamente

            contextualizan la doctrina, la liturgia, la teología, la espiritualidad y la

            ministerialidad, y así ponen en crisis la visión euro-céntrica y provocan la

            aparición de una nueva “catolicidad”,

-  de los Sínodos, de las Asambleas, de los Movimientos laicales,

-  de la apertura al ecumenismo y al diálogo inter-religioso e inter-cultural,

- de la reivindicación de un nuevo papel para los laicos, y especialmente para las mujeres en la Iglesia,

- de la discusión abierta del celibato eclesiástico como obligación, y de la propuesta de la ordenación sacerdotal de casados

-  etc.

pero es también la época

-  de la secularización y descristianización de muchos Países tradicionalmente

católicos, que se han convertido en “tierra de misión”, necesitados de una nueva evangelización,

- de las resistencias al cambio al interior de la Iglesia, especialmente en el clero, en nombre de la tradición, pero especialmente por el miedo a perder privilegios y a correr los riesgos que todo cambio comporta,

- de la crisis de vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras en los Países tradicionalmente católicos y protagonistas de la actividad misionera,

- de la difusión y multiplicación de nuevos movimientos religiosos y de las

“sectas” religiosas,

- del despertar, a veces agresivo, de las “otras” religiones, y el consiguiente cuestionamiento de la actividad misionera de la Iglesia,

de nuevas problemáticas relacionadas con la bioética, la sexualidad, el cuidado de la creación,

- etc

Todo cambio de época provoca necesariamente en la Iglesia, y también en la sociedad, una situación de crisis y muchas contradicciones:

- unos siguen como si no hubiera cambiado nada; rechazan el cambio y siguen repitiendo lo que siempre han hecho esperando que el cambio pase;

otros reconocen el cambio, a veces los sufren, pero no lo asumen y por eso no buscan nuevos caminos, o tratan de “manejar” el cambio para que en realidad no cambie nada;

- otros tratan de entender y asumir el cambio y de encontrar una nueva manera de “ser misionero” y de “vivir la misión”, discerniendo en la nueva realidad las llamadas del Espíritu.

Aunque con mucho retraso y en medio de muchas contradicciones, la Iglesia tomó conciencia de esta situación a nivel universal en el Concilio Vaticano II, y por eso trató de definir nuevos caminos en los grandes documentos del Concilio (especialmente Ad Gentes, Lumen Gentium y Gaudium et Spes).

Siempre a nivel universal, después del Concilio, el magisterio pontificio orientó el camino de la Iglesia hacia un renovado compromiso misionero: en este contexto recordamos dos grandes documentos, la exhortación “Evangelii nuntiandi” de Pablo VI y la encíclica “Redemptoris  missio” de Juan Pablo II.

A nivel de la Iglesia de nuestro Continente, tenemos como puntos de referencia de la renovada conciencia misionera los documentos de las Conferencias generales del CELAM (Rio de Janeiro, Medellín, Puebla, Santo Domingo, Aparecida) y de los COMLA-CAM.

Todos estos documentos presentan progresivamente un nuevo modelo de Iglesia, que tiene la Misión como corazón de su identidad.

Se necesita y en parte se está dando un progresivo cambio de conciencia y un progresivo cambio de praxis o, como dice el documento de Aparecida, “una conversión pastoral y renovación misionera de las comunidades” (A 7.2), pasando “de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (A 370)

II – UN NUEVO MODELO DE MISIÓN EN EL NUEVO CONTEXTO SOCIO-ECLESIAL

El nuevo modelo de Misión no es todavía bien definido: está en construcción. Pero a nivel de la Iglesia universal y de la Iglesia continental se van ofreciendo muchos nuevos elementos que permiten de alguna manera configurar el nuevo modelo.

1. NOVEDAD EN LOS RESPONSABLES DE LA MISION

Tradicionalmente, en la época de la Cristiandad, la Iglesia ha confiado a los “misioneros” la tarea de la misión en “tierra de los paganos o infieles”. Las Órdenes y los Institutos misioneros han sido tradicionalmente los protagonistas de la misión.

Hoy se hace cada día más claro en la reflexión teológica que la misión se mueve a tres niveles:

-          a nivel “fundante”, responsable de la misión es la Trinidad (missio Dei).

A este nivel la misión se identifica con el Plan de salvación de Dios que quiere   que todos los hombres se salven, y por eso actúa por medio de su Espíritu en la historia de los hombres, en todas las culturas y en todas las religiones.

      En este sentido toda la humanidad, y en ella cada pueblo y cada persona, es

      sujeto-objeto de la misión, por la presencia y la acción del Espíritu Santo.

 

-          a nivel “sacramental”, responsable de la misión es la Iglesia en sinergia con el

Espíritu santo: cada miembro de la comunidad de los discípulos de Cristo es sujeto-objeto de la misión.

Por eso es necesario que cada miembro de la comunidad cristiana viva en profundidad la experiencia del discipulado misionero, se ponga a la escuela de Jesús, misionero del Padre por la fuerza del Espíritu Santo.

Se supera así la frontera que tradicionalmente divide los ministros ordenados y los laicos. Sin quitar la diversidad de funciones y servicios, todos son discípulos y misioneros, responsables de la única misión.

 

       -    a nivel “ministerial”, responsables son los hombres y las mujeres, consagrados

o laicos, normalmente organizados en Órdenes o Institutos misioneros, que por una vocación específica consagran su vida al servicio misionero.

Las Órdenes y los Institutos misioneros no desaparecen, pero asumen un papel diferente, porque pierden su rol protagónico y se convierten en instrumento de la Iglesia para el cumplimiento de la misión.

Es necesario recordar que, si hasta hace poco la gran parte de los misioneros venían de Europa y de norte-América, actualmente, por la crisis vocacional que se está dando en las Iglesias de esos Países, la responsabilidad de enviar misioneros es especialmente de las Iglesias de los otros Continentes. 

2. NOVEDAD EN LOS FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE LA MISION 

Los desafíos del nuevo contexto socio-eclesial han provocado una nueva reflexión teológica y han hecho nacer nuevas teologías: teología de la liberación, teología del pluralismo religioso, teología de la creación (eco-teología), teología india, teología afro…. También en la reflexión teológica la misión ha pasado de la periferia al centro.

Me limito a recordar cuatro grandes novedades en la reflexión teológica misionera:

a) lectura histórico-escatológica de la realidad

Entre las diversas lecturas de la realidad, la nueva teología de la misión asume la lectura histórico-escatológica, que concibe la realidad fundamentalmente como lugar de la historia de salvación, animado por el Espíritu santo que se hace visible en los “signos de los tiempos”

Dios tiene un sueño, un proyecto, y lo ha puesto en marcha con la creación, y nos lo ha propuesto a todos los humanos como utopía y misión. Se trata de vivir como “hijos de Dios”, como “hermanos”, como “cuidanderos de la creación”. La misión del ser humano es colaborar en la realización de este proyecto (el “Reino de Dios”, en palabras de Jesús).

La misión de la Iglesia se inserta en la “misión misma de Dios”, que tiene un sueño sobre la Humanidad y lo ha puesto en marcha. Nuestra tarea misionera es colaborar con Dios en la realización de su proyecto de salvación de la Humanidad y del mundo, “viviendo y luchando por la Causa de Jesús”, que es la causa del Reino.

 b) Reino-centrismo

Por muchos siglos la misión ha sido eclesio-céntrica. Ha sido al servicio de la Iglesia, con la tarea de ampliar los confines o de implantar la Iglesia en territorios no cristianos.

Hoy la Iglesia ha reconocido su “sacramentalidad”: ella no es para sí misma, ella es para el Reino de Dios. Como ha proclamado Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi: “Sólo el Reino es absoluto, todo lo demás es relativo” (EN 8). Así fue para Jesús: él vino a anunciar el Reino de Dios, envió a sus apóstoles para que continuaran el anuncio del Reino, y nos invita a buscar el Reino de Dios y su justicia.

Poner el Reino de Dios al centro de la misión cambia radicalmente la visión, la praxis y el espíritu misionero.

c) Opción por los pobres

La Iglesia ha nacido y generalmente ha caminado en nuestro Continente estrechamente ligada a los conquistadores y a los colonizadores, que se han hecho dueños del Estado a costa de los conquistados y colonizados que se han convertido en una masa de empobrecidos.

A partir de la Conferencia de Medellín la Iglesia, a la luz del ejemplo de su Maestro, Jesús, ha hecho la “opción por los pobres”. Esto ha implicado un cambio de conciencia y un cambio de ubicación de la Iglesia, un cambio de teología y un cambio de praxis pastoral.

A la luz de la Palabra de Dios, la Iglesia reconoce que los pobres son los predilectos de Dios y los protagonistas de la salvación, y no solamente los objetos de la compasión y de la caridad.

Por eso la Iglesia se ha sentido comprometida a dejar su posición de privilegio y su alianza con el poder del Estado, a pasar de la cumbre a la base.

Esta opción ha sido fuente de nueva vitalidad para la Iglesia, pero ha sido también causa de persecución y de martirio.

d) diálogo inter-cultural e inter-religioso

Por mucho tiempo la Iglesia ha creído ser la “dueña”, la poseedora exclusiva de la Palabra de Dios, y por eso ha considerado la misión como la obligación de predicar la Palabra a un mundo vacio de la Palabra.

En muchos casos esto ha llevado a la destrucción de las culturas y de las religiones no cristianas.

Hoy la Iglesia reconoce que Dios ha sembrado su Palabra más allá de sus fronteras, en el corazón de todas las culturas y todas las religiones y que el Espíritu de Dios sigue hablando al corazón de todos los hombres, también de los no-cristianos, y por eso se ha abierto al diálogo inter-cultural e inter-religioso, como camino indispensable para el conocimiento integral de la Palabra de Dios.

Esto no quita la tarea del anuncio, pero implica también la tarea de la escucha.

  1. NOVEDAD EN LOS ESPACIOS MISIONEROS

Progresivamente se han venido evidenciando tres espacios misioneros:

  1. El espacio de la Pastoral misionera: la formación de comunidades vivas, con cristianos maduros en la fe (discípulos misioneros) que, con su vida, sean fermento evangélico en el mundo y que den a la evangelización vigor y extensión.
  2. El espacio de las situaciones misioneras internas:

·         “situaciones permanentes”: los pueblos indígenas y las comunidades Afro-americanas.

·         “situaciones nuevas”: migrantes, grandes aglomeraciones en las periferias urbanas, masas en precaria situación de vida, causada por la pobreza, y de fe, por la difusión de nuevos movimientos religiosos.

·         “situaciones difíciles”: cuya evangelización es urgente, habitualmente postergada, porque ofrecen resistencia: universitarios, militares, empresarios, políticos, obreros, jóvenes, mundo de la comunicación, etc.

  1. El espacio de la “misión ad gentes”: más allá de las fronteras, dando desde la pobreza.

4. NOVEDAD EN LAS OPCIONES MISIONERAS

Tradicionalmente los misioneros salían de su tierra para ir a convertir y a bautizar a los paganos y así ensanchar los confines de la Iglesia. Esta era la opción fundamental.

A esta opción fundamental se añadía normalmente la opción de “civilizar” a los pueblos, añadiendo a la evangelización la promoción humana o la integración en la cultura dominante.

Hoy, en el nuevo contexto socio-eclesial, aparecen nuevas opciones que configuran de una manera nueva la misión:

a) OPCION POR LOS POBRES O “EMPOBRECIDOS”

Desde una lectura crítica y política de la realidad, a la luz de la Palabra de Dios y de los Documentos de la Iglesia, la Iglesia reconoce la “injusticia” y el desorden, el “pecado” de este mundo, donde unos pocos se hacen dueños del poder y de las riquezas a costa de una mayoría cada día más empobrecida.

Por eso la misión se convierte en compromiso por asumir el dolor y la esperanza de los pobres, de los injusticiados, su causa y sus sueños, y con ellos realizar un proceso de liberación integral para cambiar la realidad de este mundo, de tal manera que sea más coherente con el proyecto de Dios.

Así los pobres se hacen sujeto, protagonistas, de la misión.

b) OPCION PER UNA NUEVA EVANGELIZACION

A partir de la Exhortación “Evangelii nuntiandi” de Pablo VI ha madurado en la Iglesia la conciencia de la necesidad de una Nueva Evangelización.

Para que la Evangelización sea nueva es necesario que:

- sea hecha por una “Iglesia auténticamente pobre, pascual y misionera, desligada de todo poder temporal, y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres” (M 5, 15)

- tenga como horizonte histórico y escatológico la colaboración en la construcción del Reino de Dios

- se haga visible y creíble en pequeñas comunidades eclesiales, que viven la comunión y la participación.

c) OPCION POR LOS “OTROS”

La diversidad cultural es normalmente una frontera que divide a los pueblos y margina a las personas.

Anteriormente la conquista y la colonización y ahora la globalización han tratado y tratan de eliminar la diversidad cultural: las culturas dominantes tratan de destruir las culturas dominadas, empobreciendo así el mundo. La diversidad cultural no ha sido sentida y vivida como una riqueza, sino como un estorbo.

En nuestro Continente han vivido y están viviendo esta experiencia de destrucción y marginación cultural los Pueblos indígenas, los afrodescendientes y las periferias urbanas (entre otros).

De aquí la opción misionera por los “otros”:

- los Pueblos indígenas,

- los afro-descendientes,

- las periferias urbanas,

como compromiso por la defensa de su diversidad cultural para que sea reconocida y valorada como una riqueza y un don de Dios.

Normalmente los “otros” son también “pobres”: por eso las dos opciones se unen en una sola.

 

d) OPCION POR LOS NUEVOS AREÓPAGOS     

En la nueva realidad socio-cultural aparecen nuevos espacios y nuevos desafíos para la misión, y por eso exigen nueva atención y nuevo compromiso.

Entre los tantos, podemos recordar:

     - el espacio de los derechos humanos

-  el espacio de justicia, paz y reconciliación

- el espacio del cuidado de la creación

- el espacio de la comunicación social

      - el espacio de la migración y del desplazamiento

-  el espacio de los jóvenes, las mujeres…

-  etc.

e) OPCION AD GENTES (o INTER GENTES)

Una de las dimensiones esenciales de la Iglesia es su catolicidad o universalidad. Por eso la misión debe ser también católica, debe “ir más allá de las fronteras”.

Se trata de asumir la dinámica de la globalización, pero no para ocupar y dominar, movidos por la ambición política o el interés económico, sino para unir y crear solidaridad, movidos por el amor de Dios que quiere reunir a todos los hombres en un solo Pueblo, tumbando muros y construyendo puentes.

La opción Ad Gentes más que una obligación es una necesidad para la Iglesia, porque la riqueza del Proyecto de Dios, hecho carne en Jesús y en su Evangelio, se hace más visible cuando es conocido, vivido y celebrado en la diversidad de las culturas y de las expresiones religiosas.

Una Iglesia que da desde su pobreza es una Iglesia que se enriquece de los dones que

Dios ha dado a los otros pueblos en sus culturas y religiones.

5. NOVEDAD EN EL OBJETIVO DE LA MISIÓN

Tradicionalmente la misión tenía como objetivo “implantar la Iglesia” en nuevos espacios, ensanchando las fronteras de la Iglesia. Era eclesio-céntrica, y por eso ponía muchas veces a la Iglesia en oposición al mundo, considerado como vacio de la presencia de Dios.

Hoy se hace cada día más evidente que el objetivo de la misión es “colaborar con Dios en la construcción de su Reino” en el mundo, reconocido como lugar de la presencia de Dios: un Reino que es al tiempo trascendente e histórico.

El sueño que animó a Jesús en su misión fue el sueño del Reino de Dios o del Reinado del Padre: todo lo que él dijo e hizo fue orientado al anuncio y a la construcción del Reino de Dios, en oposición y en alternativa al Reino de los hombres.

Esta es la “noticia” anunciada por Jesús en nombre de Dios: para unos, los humildes, los pobres, las víctimas de la injusticia, etc., fue una “buena noticia”, y para otros, los ricos, los poderosos, los autores de la injusticia, etc., fue una “mala noticia”.

Él con su estilo de vida, pobre y humilde, con su mensaje de no-violencia, de amor a los enemigos, de servicio mutuo, y con su acción de liberación, es el sacramento del Reino de Dios.

El sueño del Reino de Dios es el sueño de “otro mundo”: un mundo de hijos de Dios, un mundo de hermanos, un mundo de cuidanderos de la tierra, una “tierra sin males”.

El Reino o el Reinado de Dios con sus valores constitutivos y alternativos: la Vida en plenitud, la Verdad, la Libertad, la Justicia y el Derecho, la Fraternidad universal, el Amor a los enemigos, la No-Violencia, el Servicio, etc., es la dimensión utópica y revolucionaria del mensaje de Jesús. Es la “nueva levadura” en oposición y en alternativa a la “levadura de los fariseos” y a la “levadura de Herodes”.

Para dar testimonio del Reino de Dios, Jesús se hizo “servidor”, presentando el rostro de

Dios como “servidor” de los hombres.

Llevando en el corazón la pasión por el Reino de Dios, desde la Iglesia, como discípulos y misioneros de Jesús, nosotros somos servidores de la Humanidad, comprometidos en la construcción de “un cielo nuevo y una tierra nueva”.

En este contexto la Iglesia adquiere su rostro verdadero de “sacramento”: signo e instrumento del Reino de Dios.

6. NOVEDAD EN EL MÉTODO MISIONERO

Tradicionalmente el método misionero se articulaba alrededor de dos ejes:

- el anuncio y la catequesis, como punto de partida para el nacimiento y el crecimiento de la comunidad cristiana;

-  las obras sociales, como instrumento para la promoción humana,

Hoy, en el nuevo contexto socio-eclesial, aparecen nuevas formas metodológicas.

Vale la pena reconocer que a nivel metodológico la Iglesia del Continente sur-americano ha dado aportes muy valiosos a toda la Iglesia.

 a) VER – JUZGAR O ILUMINAR – ACTUAR

Retomando la experiencia de la “Revisión de vida” de los grupos apostólicos, la Iglesia sur-americana ha asumido en sus documentos y en su práctica pastoral los tres pasos metodológicos del VER – JUZGAR o ILUMINAR – ACTUAR en Comunidad o en Equipo de vida, reflexión y trabajo.

Se trata antes que todo, de ver la realidad en todas las dimensiones con la ayuda de las ciencias sociales y de descubrir las causas de los fenómenos sociales.

Se pasa después a juzgar o iluminar la realidad con la luz de la Palabra de Dios y de los documentos de la Iglesia para discernir la presencia de la gracia y del pecado en la realidad humana y también en la realidad eclesial.

Finalmente, a la luz de este discernimiento, se quiere hacer un plan de trabajo que fortalezca las semillas de la gracia y elimine las semillas del pecado, presentes de la realidad.

Esta forma metodológica:

-          por un lado, reconoce que no hay dos historias, la historia humana y la historia sagrada, sino una sola historia: la historia de Dios y de los hombres que caminan juntos, una historia al tiempo de gracia y de pecado, en la medida que los hombres viven el Proyecto de Dios o lo niegan;

-          por otro lado, llama continuamente a la conversión, en la medida que llama a los hombres a fortalecer las semillas de la gracia y a eliminar las semillas del pecado.

Esta forma metodológica obliga a la Iglesia y a las personas a vivir la dinámica de la historia, estar en camino acogiendo la novedad de la presencia y de la acción de Dios.

b) EVANGELIZACIÓN INCULTURADA, LIBERADORA E INTEGRAL

La misión nos pone continuamente en contacto con nuevas y diversas culturas, con situaciones de antiguas y nuevas esclavitudes, con una realidad fragmentada y dispersa.

Una evangelización auténtica debe necesariamente responder a estas tres situaciones.

Por eso la misión debe realizar una evangelización

-  inculturada, porque reconoce y valora las semillas del Verbo presentes en todas las culturas, y las ayuda a crecer para que den frutos de vida nueva;

- liberadora, porque promueve la liberación de todas las esclavitudes, personales y comunitarias;

- integral, porque provoca la superación de la fragmentación y la recuperación de un sentido armónico y unitario de todas las dimensiones de la vida. 

c) DIALOGO INTER-CULTURAL, INTER-RELIGIOSO Y ECUMÉNICO

En la anterior etapa histórica la misión, en muchos casos, fue acción de conquista o de proselitismo, que partía de la negación de la presencia y de la acción de Dios en todas las culturas y en todas las religiones.

Hoy la misión debe realizarse a través del diálogo: un diálogo hecho de palabras, de acciones comunes a favor de los valores auténticamente humanos, y de testimonio de vida.

No se trata solamente de una nueva estrategia, sino de una nueva praxis fruto de una nueva conciencia: Dios ha hablado y sigue hablando al corazón de los hombres en todas las culturas y en todas las religiones. Por eso el diálogo intercultural e interreligioso, y el ecumenismo, permiten a la Iglesia conocer y testimoniar mejor el proyecto de Dios presente en la historia de los hombres. 

7. NOVEDAD EN LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA

Progresivamente, como consecuencia de la reflexión teológica y de la praxis misionera de la Iglesia de nuestro Continente, se han venido evidenciando unos rasgos de una nueva espiritualidad.

Queremos recordar unos de estos rasgos, que son los signos de la “conversión misionera”:

a)      actitud contemplativa

Recordando y continuando la actitud contemplativa de Jesús que lo hizo obediente hasta el final a la voluntad del Padre y a la acción del Espíritu, el misionero se hace progresivamente capaz de escucha y de discernimiento de la Voluntad del Padre y de la acción del Espíritu, superando el activismo y el protagonismo.

Esta actitud hace que el misionero tenga, a la luz de su fe, la capacidad para “ver”, para discernir la marcha ascendente del Reino en la historia, desde los pobres como sujetos predilectos de Dios.

El misionero contempla con gozo la acción insondable e incontenible del Espíritu, que antes y también al margen de la misión, actúa en los pueblos, los empuja, los conduce, los inspira. Es por eso capaz de contemplar la presencia de Dios en los procesos sociales, en las luchas de los pobres, en los esfuerzos de tantos militantes generosos, aunque no lo hagan en nombre de Dios o lo hagan al margen de la Iglesia.

b)     optimismo soteriológico

Superando la visión pesimista que llevó a pensar que “fuera de la Iglesia no hay salvación” y que los no-cristianos son destinados a la perdición, el misionero sabe que la misión no es la única vía de la salvación para los pueblos no-cristianos.  Dios sigue amando y salvando a los pueblos, más allá de los confines de la Iglesia. Esto no le quita sentido a la misión, pero le da un sentido nuevo: siempre tendrá sentido “salir” hacia las otras religiones para entablar un diálogo religioso para, en él, “dar y recibir” el testimonio de la presencia y del amor de Dios.

 c)      desapego institucional o pasión por el Reino

La misión es “misión por el Reino”, y el misionero lo es también. El misionero ama        la Iglesia, como un hijo ama a su madre, pero no es un funcionario de la Iglesia. Lo que lo mueve es la pasión por el Reino, por la Causa de Jesús, que es la Causa de Dios y la Causa de la Humanidad.

El interés máximo del misionero, su absoluto es el Reino. Su pasión mayor es hacer que reine el amor de Dios en todo.

     d)     encarnación e inculturación

El misionero repite el camino de Jesús: se hace carne en el seno del pueblo donde realiza la misión, asumiendo su historia, su cultura y su proyecto de vida.

Después de tantos siglos en que la Iglesia trató de “civilizar”, “aculturar”, “reducir” a los pueblos, la nueva misión acepta, estudia y respeta las culturas, y las promueve reconociendo y valorando la presencia y la acción de Dios en ellas.

 e)      Humildad o infancia espiritual

El misionero rechaza la actitud soberbia y de superioridad de quien piensa que tiene toda la verdad y la quiere imponer. Vive la misión con actitud humilde, dispuesto a escuchar y a obedecer a lo que el Espíritu le va diciendo a través de los “signos de los tiempos”, porque sabe que él no es el protagonista, sino el servidor de la misión. 

CONCLUSION

Quiero terminar esta reflexión sobre la misión, proponiendo tres exigencias que me parecen fundamentales al comienzo de esta nueva etapa de la Iglesia y de la Misión:

1.      es necesario un proceso de conversión, como nos repite el documento de Aparecida. Se trata de cuestionar una larga tradición eclesial y de cambiarla, no solamente de corregirla.

Se trata de “nacer de nuevo”, porque estamos al comienzo de un tiempo nuevo. Esto nos exige una disponibilidad nueva a la escucha de las llamadas del Espíritu, una atención nueva a los “signos de los tiempos”.

De allí nace la necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, de una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales” (A 367) 

2.      es necesario recuperar el sueño que el Espíritu hizo nacer en le corazón de los Obispos reunidos en la II Conferencia general en Medellín (1968):

“Que se presente cada vez más nítido en Latinoamérica el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, pascual y misionera, desligada de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo el hombre y de todos los hombres” (M 5, 15).

Por este sueño muchos hombres y mujeres (Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, catequistas, animadores laicos de las comunidades…) se han convertido en verdaderos discípulos y misioneros de Jesucristo, hasta derramar su sangre por la causa del Evangelio y de la justicia. Nuestros mártires nos indican el nuevo camino de la misión. 

3.      es necesario reconfirmar y fortalecer el otro sueño que el Espíritu hizo brotar en el corazón de los Obispos reunido en la III Conferencia general en Puebla (1979):

Ha llegado para América Latina la hora de intensificar los servicios mutuos entre Iglesias particulares y de proyectarse más allá de sus propias fronteras, “ad gentes”. Es verdad que nosotros mismos necesitamos misioneros. Pero, debemos dar desde nuestra pobreza” (P 368).

El camino de la misión, la “salida” de las fronteras geográficas, culturales y religiosas, hacia el encuentro-diálogo con otras culturas y otras religiones, y hacia el compromiso para la construcción de “otro mundo posible” que sea sacramento del Reino de Dios, es el futuro de la Iglesia y del mundo.

En memoria y gratitud con el misionero ad gentes, Antonio Bonanomi