domingo, 27 de diciembre de 2015

Sin suelo no hay consuelo


En la ConSOLata está el Sol 
"por la entrañable misericordia de nuestro Dios..." 


El suelo está agotado de tanta explotación, sin ecua reposición.
El suelo está cansado de tanta producción, para su propia contaminación.
El suelo asolado cruje resquebrajado: agua, grita, por compasión!
El consuelo para el suelo es que el SOL está en la aSolación.

El solo, humano, deambula desterrado, buscando su Pachamama,
sin tierra, sin casa, sin sueldo, reposa en el suelo, rumiando su desolación
El ser humano, desolado, llora implorando compasión
El consuelo para el solo es que el SOL está en la deSolación,

Hoy, en la fiesta de Caná, en la humanidad en general, falta el vino
Falta el vino del cariño,
del vientre compasivo, del abrazo fraternal.
Falta el vino de la tierra,
del suelo para el cultivo, del salario para la solidaridad.
Falta el vino de la fe
del culto en la justicia que conduce a la paz.

Alguien tiene que gritar: no tienen más vino!

Un grito brota de la compasión de Jesús: dénles Ustedes mismos de comer!
Otro surge de la misericordia de Francisco: no se dejen robar la alegria!
Otro viene desde la profunda Amazonia: tejamos una red eclesial, REPAM!
A todos responde el Padre de toda ConSolación, Emmanuel: estoy-con-Ustedes!

El SOL que nace de lo alto, ha colocado su tienda entre nosotros:
por el vientre de María, la mujer de galilea, entró en la humanidad
en el vientre de la "morenita" del Pepeyac, se manifestó en Amerindia
de la mano de la ConSolata, sentado en su costado, nos da su bendición.

  
Feliz año, de mucha ConSOLación! 
 
Que el Sol naciente nos acaricie con la aurora del año nuevo
Que el Sol ardiente nos ilumine el camino y el caminar
Que el Sol poniente nos recargue de energía para continuar la travesia
Que en cada noche se geste el sol de un nuevo dia.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Júbilo jubilar en la Casa de la Consolata


En el dinamismo misionero de la Consolación

Noviciado Misionero de la Consolata 2015 
Nos ha visitado el Sol que nace de lo alto

Visita del mensajero de la misericordia
El Papa Francisco, venido de las pampas argentinas a Roma – Italia, tierra de sus antepasados, sale del aeropuerto de Fiumicino (05/07/2015), cruza el Atlántico, entra en los Andes y junto al Chimborazo, saluda en lengua y lenguaje local:
    Amigos todos, comienzo con ilusión y esperanza los días que tenemos por delante. En Ecuador está el punto más cercano al espacio exterior: es el Chimborazo, llamado por eso el lugar “más cercano al sol”, a la luna y las estrellas. Nosotros, los cristianos, identificamos a Jesucristo con el sol, y a la luna con la Iglesia. La luna no tiene luz propia, si la luna se esconde del sol se vuelve oscura. El sol es Jesucristo y si la Iglesia se aparta o se esconde de Jesucristo se vuelve oscura y no da testimonio. Que estos días se nos haga más evidente a todos la cercanía “del sol que nace de lo alto”, y que seamos reflejo de su luz y de su amor”.
Visita de la joven del Adviento
Del mundo divino a donde había sido llevada desde la Palestina, sale la madre de la misericordia, atraviesa el tiempo y el espacio, entra en México (ombligo del mudo) a la aurora del Quito sol y, en el cerro del Tepeyac, saluda al pueblo indígena en lengua y lenguaje Nahualt, con códice cultural:


En el centro de su imagen, grabada como códice cultural, en el poncho del Indio Juan Diego, aparece una flor de cuatro pétalos, el jazmín mexicano: flor solar que representa a los cuatro puntos cardinales o “rumbos” del universo y que con su punto central recuerda al Quito Sol, época que el pueblo estaba viviendo. Esta flor solar, en posición del Nahui Ollin, es sea, “siempre en movimiento”, en vientre de la joven virgen, vestida del sol (cfr. Ap. 12,1), representa al “arraigadísimo Dios por quien se vive”, que se encarna en la “morenita del Tepeyac”.


Afirman los historiadores que en el dia en el que se estampó la Virgen de Guadalupe en el ayate de Juan Diego,12 de Diciembre de 1531, se reunieron en el cielo cuatro grandes símbolos para los indígenas:

a) El renacimiento del sol: En ese día los indígenas pudieron observar un fenómeno que sólo se puede apreciar un día al año: el nacimiento del nuevo sol en el solsticio de invierno. El sol moribundo que vuelve a cobrar vigor significaba el retorno de la vida, el resurgimiento de la luz, un nuevo sol.

b) El regreso de Venus: El planeta Venus solamente cada ocho años retorna junto con el sol. Los indígenas lo interpretaban como el regreso de Quetzalcoátl, el Dios–hombre, representado por Venus. Su aparición marcaba el retorno de la luz, de la religión y de la cultura.

c) Conjunción Sol-Venus: Ésta da origen al símbolo de la plenitud, el Nahui Ollin. Tanto Venus-Quetzalcoátl como Sol-Tonatiuh eran símbolos de Dios. Al conjuntarse ambos en el cielo ese día, podía observarse una plenitud de simbolismos divinos.

d) La aparición del cometa Halley: El día 12 de diciembre de 1531 el cometa Halley iba llegando a la cima del cielo (cenit). 
Fuente: virgendeguadalupe.org.mx

Gracias a tus entrañas de misericordia, Padre, fuente de toda consolación, por el Don
para  "ellos"
para "nosotros"
y  para los "otros"

jueves, 10 de diciembre de 2015

Jubileo de la misericordia

Nos visitará el SOL que nace de lo alto”

Programma delle celebrazioni di Natale a Betlemme
En Belén, la "casa del pan"

    Nuestro Dios, como todas las personas y los pueblos, tiene experiencia de visita. El nos ha visitado y nosotros todos hemos sido visitados o hemos visitado.
   Pero no todos visitamos de la misma manera y por eso, no todas las visitas son iguales. Cada cultura genera su forma o estilo de visitar. Podemos entonces afirmar que la visita, como dato socio-cultural, además de ser universal, es también cultural o sea plural, diversa.
   Como construcción y patrimonio humano, nuestras visitas, se realizan en un tiempo y en un espacio especificos, nacen de una motivación o son originadas por algún motivo o causa, exigen abrir la puerta de la propia casa-mundo y salir para ir a la casa-mundo del otro, un desplazamiento de lo conocido-habitual a lo novedoso-revelador. Cuenta, además, con un llegar, llamar y esperar que el otro abra la puerta de su casa-mundo, intercambie gestos o palabras de saludo y convide a entrar.
   Ya dentro, mientras se recorre con los sentidos el nuevo espacio, se van generando y desarrollando dinámicas de apertura e intercambio de cofres privados: el cofre de las memorias (pasado, presente y futuro entremezclados), el de las sensibilidades y sentimientos, del corazón, el cofre de la economía (comida compartida, regalos intercambiados) y, no pocas veces, el cofre de la fe, de espiritualidades (oración, ritos, rituales vivenciados), todas dentro del dinamismo generoso y gratuito del don, de la gracia reciproca.
   Todas las visitas tiene comienzo y fin, saludo y despedida, agradecimientos y compromisos, menos la visita del Emmanuel (Dios con nosotros) , que vino y se quedó hasta el final de los tiempos.
   Esta visita permanente es la que los cristianos actualizamos litúrgicamente, cada Adviento, para no olvidarnos de su presencia y actualizar, con jubilo, el “Jubileo”, orando y trabajando para que sea realidad católica, universal y cosmica.
   Este año el Papa Francisco nos regala un yobel o cuerno de cordero, para que lo toquemos alegres entre nosotros, con los otros y la creación entera, como lo hacia el Pueblo de la Antigua Alianza (cfr. Lev 25,9), pidiendo, agradecidos y comprometidos: “Venga a nosotros tu Reino”. Queremos acelerar la “jubilación”, no para no hacer nada sino para intensificar el “cuidando” de todo y de todos, a partir de los más débiles, para que la vida viva en justicia y paz.

A. ¿Por qué (causa) La Visita de Dios ?

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto”
Nuestro Dios, el Dios de los cristianos, es el revelado por Jesús, su consagrado-enviado (misionero) para evangelizar a los pobres, proclamar a los cautivos libertad y a los ciegos la recuperación de la vista, para enviar los oprimidos en libertad, para proclamar un año de gracia del Señor (jubileo).
El Jesús de los Sinópticos inaugura el Reinado de Dios, su misión, con el anuncio del Jubileo, uniendo así Reino de Dios y Jubileo (Lc 4, 18-19 (cfr. Is. 61,1-2) Mt. 11, 2-6 y Lc. 7, 18-23).

Es un Dios de entrañable misericordia, como nos lo ayuda a entender Juan Pablo II en su encíclica Dives in misericordia, cuando nos dice que en el Antiguo (primer) Testamento el término misericordia es la traducción de los vocablos arameos hesed y rahmin. El primero se refiere a la bondad de Dios, a su amor, a su fidelidad a la Alianza. El segundo a una dimensión maternal, a entrañas de madre. Términos que juntos manifiesta la presencia y acción de un Dios Padre que ama con entrañas de madre: “¿Puede una madre olvidar al niño que amamanta, no tener compasión del hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvidara, yo no te olvidaré” (Is 49, 15)

Es un Dios en visita permante,... nos visitará el sol que nace de lo alto”
Nos visitará...”, o mejor, ya nos visitó y se nos donó, como nos lo dice Juan en su evangelio: “tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único” (Jn 3,16).
Es El mismo, el de las entrañas de misericordia, quien toma la iniciativa, sale de su mundo e entra en el nuestro, sin ser llamado, nos “primerea”, como dice el Papa en argentino. Nos ama y por eso viene a habitar en nosotros, a vivir con nosotros, a acompañarnos en la misión de generar, defender y promover la vida, alimentando la esperanza, dando El la propia, para que todos la tengamos en abundancia y de calidad: “Yo he venido para que todos tengan vida, y para que la vivan plenamente (Jn 10,10). Con su testimonio nos convoca y envía, guiados, iluminados y fortalecidos por el Otro Paráclito, como servidores de la vida. No podemos, pues, esperar a que nos llamen, debemos adelantarnos, sin miedo y visitar: “salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos... (al banquete de la vida). ¡Atrevámonos un poco más a primerear! (E. Gaudium n. 24).

B. ¿Para qué? (finalidad de la visita) iluminar a los que viven en tiniebla y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz” (Lc 1, 77-79)

... iluminar a los que viven en tiniebla...”, no solo con la luz ordinaria del sol cotidiano que en cada aurora vence la oscuridad y calienta la creación, sino también con la Luz que entra en la casa-cosmos por la puerta mariana de Nazaret, iluminando toda la creación (cfr. Juan 1, 9) y haciendo florecer el viejo tronco de Jesé ((cfr. Is 11, 1-2). “En Él estaba la vida y la vida era la luz de los seres humanos” (Jn 1,4). El mismo se presenta diciendo Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8,12).

... y guiar nuestros pasos por el camino de la paz..., hasta cuando nos sentaremos a la mesa del Cordero (cfr. Ap. 19,-7-10), en donde el mismo Emmanuel (Dios-con-nosotros)enjugará toda lágrima de nuestros ojos y ya no habrá muerte, ni habrá más duelo, ni clamor, ni dolor...” (Ap. 21, 4). Disfrutaremos para siempre de la verdadera y definitiva consolación. Ya “no habrá más noche, ni se necesitará luz de lámpara o de sol...” (Ap 22,4-5), serán “nuevas todas las cosas...”(21,4).

sábado, 28 de noviembre de 2015

Iglesia, discipula misionera, del Señor Jesus, en el Africa de hoy


El Pacto de las Catacumbas y la Iglesia en África
Parte IV (páginas  368-378)
Un Pacto Misionero: Evangelizar a los pobres, los pobres evangelizan


1. Introducción (pg. 355)
2. Antecedente del Pacto de las Catacumbas: los ideales del Vaticano II respecto a la vida socioeconómica
2.1. El destino común de los bienes terrenos
2.2. Reforma de estilo de vida
2.3. Cambio de estructuras y políticas para beneficiar a los pobres
3. El Pacto de las Catacumbas: «mea culpa», «metanoia» y compromiso episcopal
3.1. Un estilo de vida sencillo
3.2. Liderazgo participativo/colaborativo
3.3. Creación de un nuevo orden social
4. El reto del Pacto de las Catacumbas para la Iglesia en África
5. Actitud respecto a la riqueza y el estilo de vida en un contexto africano
6. Actitud respecto a la autoridad y el poder
7. Conclusión (pg. 378)

1. Introducción

El Pacto de las catacumbas de Domitila es uno de los primeros frutos significativos del dinamismo y el sugerente impacto del Concilio Vaticano II. Es un documento firmado por cuarenta obispos conciliares como una expresión de su compromiso personal con los ideales del Concilio. El mensaje medular de tal compromiso se centra en el auténtico testimonio cristiano de la pobreza evangélica dentro de la sociedad moderna. Es un mensaje que mantiene su importancia y capacidad de reto en todos los tiempos y generaciones. En África, incluso con la independencia política de muchas naciones de este continente, la gente ha seguido experimentando condiciones políticas y económicas muy ásperas, difíciles y turbulentas.

La pobreza aumenta en muchas regiones y lleva muchas personas jóvenes y llenas de energía a emigrar en busca de un futuro mejor. En la Iglesia, el liderazgo ha pasado de estar formado mayoritariamente por misioneros occidentales a tener una composición esencialmente africana indígena.

¿Qué mensaje de esperanza cristiana puede ofrecer la Iglesia en África a sus gentes sometidas a las duras realidades de la injusticia social y económica?

Esta es la perspectiva desde la que el presente ensayo examina el reto que el Pacto de las Catacumbas representa para la Iglesia en África. Este estudio ha adoptado un enfoque analítico crítico para la investigación. En la primera fase analiza y sitúa el contenido del documento dentro de los principios básicos del Concilio Vaticano II sobre cuestiones económicas y relaciones sociales. Seguidamente, el estudio presenta y explica ese contenido como la primera respuesta episcopal al llamamiento del Vaticano a volver a los valores evangélicos de Jesús en cuestiones socioeconómicas. Por último, pone de relieve algunos desafíos que el Pacto plantea a la Iglesia en África, particular mente con respecto a la actitud frente a la riqueza y estilo de vida de su jerarquía y clero, así como su postura en lo tocante a autoridad y poder.

En conclusión, el Pacto llama a la Iglesia en África a hacer que su denuncia verbal y escrita de la pobreza esté en consonancia con un estilo de vida, que rechace la codicia y desarrolle una actitud y práctica que vea la autoridad como servicio en imitación de Jesús, quien no vino a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos (Mc 10,45). 

4. El reto del Pacto de las Catacumbas para la Iglesia en Africa
La Iglesia católica en África es una Iglesia muy vibrante. Se dice que un notable 16% de los católicos del mundo viven en este continente, y que en el número de los católicos africanos se ha registrado un crecimiento de casi el 21% entre 2005 y 2010. Abundan las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa, y muchos sacerdotes, religiosos y religiosas africanos trabajan como misioneros en todas partes del mundo.

En muchos países africanos, sobre todo en el África subsahariana, las celebraciones litúrgicas están llenas de fieles ardorosos y entusiastas, que recurren a la Iglesia no solo en busca de alimento espiritual, sino también de protección y apoyo material frente a la difícil situación socioeconómica y política que el continente lleva sufriendo desde hace siglos.

 ¿Cómo es, pues, que el Pacto de las Catacumbas supone un reto para la Iglesia católica y 
los líderes eclesiásticos en África?

 Para empezar, hay que determinar la medida en que el documento y su contenido son conocidos por el clero y el pueblo africanos. El párrafo final del Pacto dice así: “Cuando regresemos a nuestras diócesis daremos a conocer estas resoluciones a nuestros diocesanos, pidiéndoles que nos ayuden con su comprensión, su colaboración y sus oraciones”.

¿Cuántos de esos obispos representaban a la Iglesia en África?

Un análisis de la procedencia de los signatarios del documento es significativo: de África, 7; de Asia, 12; de Europa, 10; de Norteamérica, 2; de Latinoamérica, 9. Total, 40.

A juzgar por los apellidos de los obispos, la mayor parte de estos eran de origen europeo, que servían en su país o eran misioneros en África, Asia y, en cierta medida, en Latinoamérica. Los siete obispos representantes de África eran mayoritariamente misioneros que trabajaban en los siguientes países: Argelia, Egipto, Togo, Congo, Chad, Zambia y Congo-Brazzaville.

En la historia de la Iglesia en África, los misioneros católicos y sus superiores han tenido fama de haber dedicado sus vidas, talentos y bienes al servicio y desarrollo de la gente, especialmente de los pobres. Este es un punto reconocido y subrayado en la Primera Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, convocada por Juan Pablo II, quien escribió: El espléndido crecimiento y las realizaciones de la Iglesia en África se deben en gran parte a la heroica y desinteresada dedicación de generaciones de misioneros. 

¿Por qué, entonces, siete obispos misioneros, representantes de la Iglesia en África en el Concilio Vaticano II, consideraron necesario firmar el Pacto de las Catacumbas?

Lo que estaba en juego no era simplemente la cuestión de responder a las necesidades de los pobres o menos privilegiados, puesto que ya lo venían haciendo activamente en virtud de su trabajo como misioneros.

El Pacto de las Catacumbas, como los artículos 63-72 de la Gaudium et spes que lo inspiraron, tocaba la cuestión de la auténtica respuesta cristiana a la pobreza económica involuntaria que se alimenta de la extendida injusticia social de los tiempos modernos. Desde esta perspectiva hay que considerar la pertinencia y los retos del documento para la Iglesia en África. 

A este efecto, los padres sinodales de la Primera Asamblea Especial para África plantearon una oportuna pregunta: “En un continente saturado de malas noticias, de qué modo el mensaje cristiano constituye una Buena Nueva para nuestro pueblo?”

El Pacto de las Catacumbas tocó algunos de los principales temas que presentan retos a la Iglesia en África, a saber: actitud respecto a la riqueza y el estilo de vida, y actitud respecto a la autoridad y el poder. 

5. Actitud respecto a la riqueza y el estilo de vida en un contexto africano
Es importante señalar desde el principio que África es un continente enorme, dividido entre muchas naciones con experiencias diversas. Por eso hay que estar prevenido respecto a generalizaciones, que suelen presentar solo un lado de la historia. No obstante, es posible discernir ciertos rasgos que caracterizan la experiencia de diferentes sociedades africanas durante un tiempo determinado.

África ha pasado por periodos de tráfico de esclavos, colonialismo, y neocolonialismo posterior a las independencias, con desequilibrios económicos e injusticia social de efectos devasta dores. Por otro lado, los africanos no son una excepción en cuanto a apreciar los bienes materiales. De ahí que haya entre ellos cierto frenesí en la persecución de riqueza, la cual constituye una importante fuente de poder, prestigio e influencia en la sociedad. No raramente, los abundantes recursos naturales de muchas naciones africanas son saqueados por una élite poderosa, en detrimento de toda la población.

Tal situación ha contribuido a la coexistencia de una pobreza deplorable y una riqueza desaforada, ya condenada por los padres conciliares del Vaticano II. La cuestión de la riqueza y el estilo de vida, abordado de nuevo en el Pacto de las Catacumbas, reta a la Iglesia en África a examinar su actitud y estilo de vida frente a la realidad histórica de la riqueza y la pobreza como son experimentadas en el continente. Desde la época colonial, de fuerte presencia misionera en África, la Iglesia siempre ha proporcionado alivio a los pobres, muchas veces tomando de unos recursos escasos.

La caridad cristiana siempre ha constituido una marcada característica de la Iglesia en África, como ha quedado dicho. Hay, sin embargo, una creciente conciencia de que la caridad por sí sola no es la solución a la extendida pobreza e injusticia social en la sociedad moderna. La caridad cristiana debe estar precedida por la justicia y apoyada por un estilo de vida sencillo, como el de Cristo, que suponga una denuncia del apego excesivo a las riquezas y el afán por acumularlas. 

Este reto ha sido tomado de diversas dimensiones de la Iglesia en África.

La promoción de la justicia formó parte de la temática y discusiones durante la Primera y Segunda Asambleas Especiales para África del Sínodo de los Obispos. De hecho, Juan Pablo II escribió así en la exhortación apostólica postsinodal Ecclesia in Africa: Respecto a la promoción de la justicia y, en particular, a la defensa de los derechos humanos fundamentales, el apostolado de la Iglesia no puede dejarse a la improvisación. Consciente del hecho de que en numerosos países de África se perpetran flagrantes violaciones de la dignidad y de los derechos del hombre, pido a las Conferencias episcopales que instituyan, donde todavía no existan, Comisiones de «Justicia y Paz» en los diversos niveles. Estas deben sensibilizar a las comunidades cristianas en su responsabilidad evangélica sobre la defensa de los derechos humanos.

En casi todas las diócesis de África se ha establecido una comisión de Justicia y Paz, cuya eficacia varía de un lugar a otro. Además del establecimiento de esa comisión, los obispos de África se han pronunciado a menudo y enérgicamente contra la existencia de violencia, inestabilidad política, injusticia socioeconómica y miseria en muchas regiones del continente.

El mensaje es reiterado en la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, así como en la correspondiente exhortación apostólica postsinodal: Que una minoría confisque los bienes de la tierra en detrimento de pueblos enteros, es inaceptable porque es inmoral. La justicia obliga a “dar a cada uno lo suyo”: ius suum unicuique tribuere. Se trata, pues, de hacer justicia a los pueblos. África es capaz de asegurar a todos – personas y naciones del continente - las condiciones básicas que les permitan participar en el desarrollo.

Teólogos de la liberación africanos, como Jean-Marc Ela, ha señalado, sin embargo, que la persistente “irrupción de los pobres”, por usar las palabras del propio Ela, supone un grave desafío para la credibilidad del cristianismo en África.

La cuestión de la credibilidad del cristianismo en África frente a la «irrupción» de los pobres suscita algunas preguntas pertinentes: ¿Qué mensaje transmite el estilo de vida de la jerarquía y de los líderes religiosos en África a los africanos en el contexto socioeconómico en que estos viven? ¿Condena su estilo de vida la pobreza y la codicia, conforme a su denuncia oficial? ¿Da el estilo de vida del clero testimonio elocuente de los valores del Reino al modo de Jesús, que se hizo pobre para que nosotros pudiéramos ser ricos? (2 Cor 8,9). ¿O también la autoridad eclesiástica en África ha quedado atrapada en el ansia frenética de acumulación de riquezas y materialismo?

¿Pueden los pobres y las víctimas de la injusticia social en África identificarse realmente con la jerarquía y los líderes religiosos en asociación y solidaridad? ¿O permanecen estos todavía en el nivel de ayudar a los pobres de sus bienes sobrantes o acumulados, pese a que los bienes de la Tierra fueron creados para todos?

En algunas regiones de África, muchos líderes cristianos - sacerdotes, obispos y religiosos - son propensos a llevar una vida de opulencia a la manera de los ricos aristócratas de su sociedad. Su espléndido estilo de vida los expone a padecer de cierta avidez por el dinero y apego a las cosas, en una sociedad que hace ídolos de las riquezas y las posesiones materiales.

El clero compite dentro de sus propias filas y con miembros de la sociedad civil en cosas tales como el uso y posesión de múltiples casas o vehículos caros e impresionantes y el disfrute regular de costosas vacaciones en Europa o América, etc. Se da la triste ironía de que algunos de esos bienes o viajes son sufragados por feligreses pobres que contribuyen con sus escasos recursos a satisfacer las incesantes demandas o manipulaciones de su clero. También pueden proceder de ricos aristócratas de esas sociedades, que ven conveniente alinearse con los dirigentes eclesiásticos.

El afán de bienes materiales entre sacerdotes se manifiesta también en la proliferación de centros del ministerio de curación. Con el tiempo, algunos de esos centros se han convertido en verdaderos negocios, que han situado al correspondiente sacerdote-sanador entre los más ricos de la sociedad. El éxito material de tales centros ha conducido en Nigeria, por ejemplo, al establecimiento de universidades y colegios superiores privados, así como al surgimiento de numerosas industrias e instituciones financieras, que a su vez contribuyen a aumentar el poder y el prestigio de su propietario.

Algunos centros del ministerio de curación llegan a utilizar estrategias manipulativas para conseguir dinero de gentes vulnerables que buscan sus servicios. Tal abuso de poder espiritual fue condenado por E. C. Uzochukwu cuando escribió: El ministerio es para el beneficio de los miembros de la Iglesia y no solo para el lucimiento de algunos. Los sacerdotes que en Nigeria hacen ostentación de dones para fascinar a la gente común o enriquecerse son comparables a los ofeke debía (curanderos estúpidos e ignorantes) de la tradición Igbo...  Nuestros sacerdotes y laicos que en Nigeria y otras partes de África están activos en el ministerio de curación deberían tener presente la espiritualidad tradicional de considerar sus dones destinados al servicio de la comunidad, a fin de que aprecien el significado profundo de los carismas para la construcción de la comunidad como fue vivida en el cristianismo primitivo (1 Cor 12). Esto calará más cuando el ministerio sea aprendido esencialmente como servicio y no como una escalera para alcanzar rango y privilegio.

Desde esta perspectiva, el Pacto de las Catacumbas reta a los líderes religiosos de África a dar auténtico testimonio de los valores que Jesús predicó y conforme a los cuales vivió, y que formaron luego la base para la vida y práctica de los primeros cristianos.Un estilo de vida sencillo promueve un reparto equitativo, entre todos, de los bienes comunes de la Tierra; supone un rechazo y una crítica de la acumulación de riqueza por parte de unos pocos en perjuicio de la mayoría; no busca manipular la religión para ganar popularidad, poder, prestigio y privilegios (1 Tes 2,5-10). Según John Marc Ela: No basta con que el la «lucha por la justicia» se incluya en el discurso oficial de cierto número de sacerdotes, obispos o teólogos, mientras que las prácticas y las orientaciones de la vida cristiana en conjunto siguen configuradas por la problemática de un cristianismo todavía atrapado en las sutiles maquinaciones de una sociedad dominante. 

En lo sucesivo deberemos tener el coraje de vivir nuestra relación con Dios en la fe partiendo de nuestra experiencia de solidaridad con África, que busca su liberación.

Desde este punto de vista, lo que necesitamos en nuestras iglesias es un cristianismo de “mangas remangadas”, que abandone su mentalidad de gueto y se comprometa en las cuestiones reales que deciden el futuro de un pueblo.

6. Actitud respecto a la autoridad y al poder
El Pacto de las Catacumbas reta a la Iglesia en África también a examinar su actitud con respecto a la autoridad y el poder, a la luz de las enseñanzas y prácticas de Jesús y de la Iglesia primitiva. En palabras de Donal Dorr: “Como no haya la percepción de que la Iglesia es verdaderamente justa en su manera de proceder, se verá gravemente comprometido su trabajo por la justicia en la sociedad”.

También los padres sinodales en la Primera Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos apuntaron: La Iglesia, como comunidad de fe, debe ser un testigo firme de la justicia y la paz incluso en sus estructuras y en las relaciones entre sus miembros.

A la luz de esta declaración surgen algunas preguntas fundamentales: ¿Qué significa que la Iglesia en África “debe ser un testigo firme de la justicia y la paz incluso en sus estructuras y en las relaciones entre sus miembros»? Las estructuras existentes dentro de las que actúan las autoridades eclesiásticas en África, ¿promueven la justicia o toleran la injusticia? ¿Proporcionan alternativas razonables a la dominación, explotación y opresión que operan en la estructura económica, social y política de muchas sociedades africanas? 

Dos factores principales influyen en el ejercicio de la autoridad dentro de la Iglesia en África. El primero es un fuerte clericalismo, heredado de los misioneros occidentales, que el obispo Mwoleka ha calificado de “enfermedad incurable”. El segundo es una imagen deteriorada de la autoridad del jefe africano autocrático, imagen propagada por los dictadores de África en el terreno político. Estos dos factores, que combinados dan lugar a la autocracia clerical, constituyen grandes peligros para el ejercicio de la autoridad dentro de la Iglesia en África.

Se ven en este continente situaciones en que la Iglesia está todavía intensamente clericalizada. Por un lado, hay un puñado de obispos y sacerdotes en la cúspide de la pirámide que tienen una autoridad casi absoluta, con derechos y privilegios en la administración de las diócesis y las parroquias. Hay también, por otro lado, un alto porcentaje de fieles laicos, sobre todo mujeres, que sufren esa situación en la base piramidal.

Este modelo de Iglesia se desentiende, en la práctica, de la enseñanza oficial del Vaticano II sobre la Iglesia como Pueblo de Dios, así como sobre la colegialidad y el ministerio colaborativo. Sus estructuras están constreñidas por mecanismos de injusticia que van en contra del valor evangélico de la autoridad entendida como servicio. Son lo contrario de la manera que tenía Jesús de proceder con sus discípulos. Cuando los apóstoles empezaron a rivalizar entre ellos por posiciones de poder,

Jesús los llamó y los instruyó de este modo: Sabéis que los que figuran como jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que sus magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser el primero entre vosotros, que sea esclavo de todos. Pues tampoco el Hijo del Hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos.

A la luz de esta visión evangélica de la autoridad como servicio, los obispos del Pacto de las Catacumbas declararon: Nos comprometemos a compartir nuestra vida, en caridad pastoral, con nuestros hermanos en Cristo, sacerdotes, religiosos y laicos, para que nuestro ministerio constituya un verdadero servicio. Así, nos esforzaremos por “revisar nuestra vida» con ellos; buscaremos colaboradores para poder ser más animadores según el Espíritu que jefes según el mundo; procuraremos hacernos lo más humanamente posible presentes, ser acogedores; nos mostraremos abiertos a todos, sea cual fuere su religión (Mc 8,34-35; Hch 6,1-7; 1 Tim 3,8-10) 39.

7. Conclusión
El Concilio Vaticano II es un gran hito en la historia de la Iglesia en tiempos modernos. El Pacto de las Catacumbas de Domitila desarrolla una aplicación práctica de los principios teóricos del Concilio Vaticano II sobre materias socioeconómicas. Constituye un gran reto para la Iglesia en África y para la Iglesia universal volver a los valores evangélicos de Jesús en la respuesta a las relaciones económicas y sociales en la sociedad moderna.

El Pacto reta a los dirigentes eclesiásticos en África y demás partes del mundo a rechazar la injusticia social y económica no solo mediante denuncias formales, sino especialmente con un cambio de mentalidad y un estilo de vida sencillo que promueva la justicia y la utilización común de los bienes de la Tierra.

Subraya la necesidad de que la Iglesia en África se convierta en auténtico testigo de justicia y paz en sus estructuras y en la relación entre sus miembros. Reta a todos los cristianos a luchar contra el desequilibrio económico con justicia social y caridad, más un estilo de vida inclusivo de los pobres como socios respetables en la compartición de los bienes comunes de la Tierra. Exhorta a los Gobiernos y las organizaciones internacionales a hacer y aplicar leyes y políticas desde la perspectiva de sus beneficios para los pobres.

* Ethel Ezeh, Mare-Noelle. Religiosa de las Hermanas del Inmaculado Corazón de María Madre de Cristo (Nigeria). Ha estudiado en la Universidad Católica de París y en la Sorbona (Paris IV). Enseña en el Department of Religion and Society in Anambra State University, Nigeria.