viernes, 30 de abril de 2021

Salir, ir y ser sal

 Dimensión Misionera de la Existencia


El nacer a la vida no es una opción, ni mucho menos una decisión. Se trata de algo que ninguno de los seres vivos, como persona, puede entender, a no ser desde la gratitud y la gratuidad.

Desde la gratitud con quienes nos engendraron, gestaron, parieron, como obra de amor, generalmente querida, esperada y amada. En realidad, no exactamente, como una obra de ellos, al estilo de los artistas, pintores o escultores, sino como una prolongación de la vida en ellos, acogida y servida, cuidada y promovida.

Somos el resultado de una relación y, tal vez por eso mismo, somos relación, al interno de cada ser y afuera de él, pues es eso, la relación, lo que permite que la vida sea. Somos, de alguna manera, como diría un sabio caminante, todos los que fueron, para que seamos y todos los que somos, para que sigamos siendo.

No somos el resultado de una confrontación sino, más bien, el fruto de una comunión. La vida, en su esencia, no excluye, integra, no se opone, acoge. Es el resultado de la armonía y de la comunión, construida en el diálogo y la interacción entre iguales o contrarios. La vida no es para la violencia bélica, sino para la felicidad pacífica. Por eso la agradecemos, por su gratuidad.

Gratis la recibimos y gratis la donamos, en esa reciprocidad fraterna que nos hace humanos. Ahí está la grandeza, la divinidad, de la dádiva, en la reciprocidad. Por eso salgo de mí y me dirijo al Otro, a los otros, a lo otro y, con todos ellos, me construyo, soy feliz y hago feliz, plena, la “comunidad de la vida”. Esa es la Dimensión Misionera de mi vida, de tu vida, de la vida en su totalidad. Suena a utopía ante la cruel realidad y, por eso mismo, vale la pena ser propuesta. Nos sirve como luz para caminar con dirección, sentido y meta.

Mi nombre, Salvador, así lo expresa: Sal, elemento básico para dar sabor y conservar, imperativo del verbo salir; va, imperativo del verbo ir, sal tú, orden, envío, misión: va al mundo-cultura del “otro”, diferente de ti, y sé Sal, sana el dolor (dor, en portugués). Esto es la misión, salir como enviado, ir al mundo del otro y compartir el “sabor” de la buena noticia que somos, encontramos y portamos, dando sabor, saboreando, sanando y siendo salvados. Tú, como yo, en nombre del Salvador, podemos salvar, sanar, consolar, ayudar a liberar y ser salvados.                         

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