Santidad, camino humano, por gracia divina
Todos nosotros tenemos un camino que recorrer y un destino al cual
llegar. Algunos recorren el camino elegido por ellos mismos, a otros les toca
caminar por caminos propuestos o impuestos por otros. Unos caminan por caminos
ya trillados, otros abren camino al andar. Hay quienes recorren caminos
tortuosos, inseguros y hasta peligrosos, mientras otros los encuentran suaves, seguros
y hasta amables. ¿Dependerá esto del camino, del ambiente, del tiempo, del
caminante o de los acompañantes?
Espiritualidad “A La Mano”
Espiritualidad es la realidad más profunda
del ser humano: el principio y la fuente de las motivaciones ultimas, de donde
emanan sus ideales y utopías, en donde se enraízan los valores que inspiran y
guían su actuar, de donde brotan la pasión, la indignación y la mística por las
cuales vive y lucha y con las cuales contagia a los demás. La espiritualidad “ayuda no solo a vivir la
muerte, sino a vivir la vida” (antropóloga social y
cultural Marta
Morente).
No necesariamente está vinculada a
una Religión. “La pertenencia religiosa depende mucho de la geografía. Si uno
nace en Portugal, muy probablemente sea católico. Si uno nace en Egipto, seguramente
será musulmán. El lugar donde nacemos nos identifica con esa tradición
religiosa. Pero, sobre todo, “tiene mucho que ver con la historia de la
persona: cuáles son las sensibilidades y los valores que ha ido interiorizando
a lo largo de la vida y que ahora forman su espina dorsal, que lo guían. Tal vez han sido sembrados en la
familia y después los ha interiorizado. Tal vez uno es artista y su manera de
leer la vida tiene un toque especial de creatividad. Otro es muy solidario y
este valor ha permeado sus relaciones. Otra persona es muy profunda y sabe
reflexionar. En todo caso, la espiritualidad abarca un horizonte muy amplio:
tiene que ver con la intencionalidad, la profundidad o la capacidad de elevarse
de la persona” (teólogo Arnaldo Pangrazzi).
Lo que es válido para todos los seres humanos,
es tanto más imperioso y válido para el cristiano, con la diferencia que la
realidad más profunda de su propio ser, el principio vital, la fuerza motora e
inspiradora de su vida es el mismo Espíritu de Dios.
Dentro de este marco espiritual, válido para
todos los seguidores y seguidoras del Señor Jesús, existen escuelas o líneas de
espiritualidad que se diferencian cuando enfatizan algún rasgo específico de la
persona de Cristo y hacen de él el eje o hilo conductor de la vida personal o
de grupo.
Espiritualidad de Allamano
Vamos a rastrear juntos esa espiritualidad que
encarnó José Allamano y que lo llevó a los altares de la catolicidad.
Como persona individual, José Allamano, bebió
de la espiritualidad cristiana familiar, parroquial, eclesial y ambiental, en
el Piamonte italiano. Centrada en la oración cotidiana, la vivencia de los
sacramentos, particularmente la Eucaristía, en la liturgia, María y los santos,
en el amor a la Iglesia, representada en el papa y en las buenas prácticas de
urbanidad y civilidad.
La iluminó y afianzó durante su formación en
el seminario, los estudios académicos, especialmente moral y sagrada Escritura,
lo mismo que con las prácticas apostólicas, como formador, evangelizador y
animador.
La forma o estilo que le fue dando a su vida,
la transmitió a sus fieles cristianos en el Santuario, a sus formandos jóvenes,
seminaristas y sacerdotes, a muchas personas que confiaron a él su orientación
espiritual y, definitivamente, a los miembros de los Institutos por el fundados:
Misioneros y Misioneras de la Consolata, a los cuales les dijo, categóricamente,
“el espíritu se los doy yo”.
Ese espíritu, esa espiritualidad, podríamos decir,
esa santidad de vida, fue sometida a estudio por las autoridades de la Iglesia
Católica en Italia - Europa, el Kenia – África y en Roraima – Brasil. Al final, fue reconocida
oficialmente como buen camino de santidad. Por eso, al proclamar Santo a José
Allamano y proponerlo como tal a toda Iglesia Católica y la humanidad en
general, se está canonizando también el carisma por él recibido y vivido, estudiado
y reflexionado, orado y donado a sus misioneros y, por medio de ellos, a toda
la “comunidad de la vida”, para que la “Gloria de Dios” sea anunciada y
conocida (Cfr. Is 66,19).
Dios mismo se ha manifestado a través de él,
con varios milagros, dos de los cuales han sido reconocidos oficialmente por la
Iglesia. Uno en favor de la “Señora Serafina Nyambura, del Kenia, que tenía
fuertes dolores abdominales, fiebre, vómito, malestar general causado por un
edema en las arterias inferiores que, a pesar del tratamiento médico, empeoraba
cada vez más. De pronto experimentó una rápida mejoría e inexplicable curación.
El otro, con un indígena amazónico, Sorino Yanomami, víctima del ataque
traicionero de un jaguar, que le desgarró el cráneo y le desacomodó el cerebro.
Las Hermanas Misioneras de la Consolata, celebrando la Novena al Padre Fundador,
pidieron su intercesión ante el Dios de la vida por su curación y para que le
ayudara a restablecer la paz y a calmar su angustia. Los médicos tradicionales
o "chamanes", mientras Sorino se encontraba en el hospital
de Boavita, en manos de los profesionales de la salud occidental, imploraban al
Dios de la vida, con sus rituales tradicionales, que calmara el espíritu del
jaguar para que no continuara amenazando a sus familiares y mucho menos a
Sorino en su proceso de sanación, para que se recuperara el equilibrio y la armonía con la creación.
Un verdadero diálogo intercultural se tejió y se está tejiendo entre la medicina occidental, en el hospital, y la tradicional en
la selva, entre la espiritualidad yanomami y la fe cristiana católica, entre las
misioneras/os y el pueblo yanomami, entre el pueblo y el resto de la creación, entre los Institutos Misioneros y la
Iglesia Particular de Boavista, entre esta y la católica - universal.
Fruto de ese tejido y gracias a la curación
exitosa de Sorino y su regreso a la comunidad, que los estudiosos la definieron como milagrosa, porque,
ante la incapacidad humana, técnica y científica, “para Dios nada hay imposible”,
es que hoy podemos disfrutar la salud de Sorino, su regreso a la comunidad y al trabajo y la declaración de santidad de
José Allamano.
Santidad aprobada y propuesta
Esta espiritualidad, estilo de vida y camino de santidad,
fue aprobada, respaldada y sancionada por los papas Juan pablo II, con su Beatificación
(1990) y Francisco con la Canonización (20 de octubre, 2024), día universal de
las misiones, junto a la sede de San Pedro. Allí será propuesta como inspiración
para todos los cristianos católicos y toda la humanidad representada en Sorino
Yanomami, miembro de un pueblo originario, amazónico, aún no bautizado.
Querido José Allamano
Tú que viviste como hijo y
hermano
desde el cielo mira la familia
humana
intercede ante el Padre de la “comunidad
de la vida”
para que la anime el “espíritu de
familia” que propusiste.
Tú que escuchaste y respondiste
la llamada del Señor
con prontitud, enérgica confianza y perseverante decisión
“El Señor me llama hoy, no sé si
me llamará mañana”
intercede por
nuevas vocaciones para la vieja misión
Tú que viviste como cristiano y sacerdote
diocesano
desde el cielo mira las comunidades,
parroquias y diócesis
intercede ante la Comunidad
trinitaria
para que el “espíritu de cuerpo” sostenga
la sinodalidad.
Tú que contemplando el mundo
desde la Eucaristía y la Consolata
desde el cielo mira la humanidad
en búsqueda de espiritualidad
intercede, con María Consolata, allí
en la fuente de la “energía vital”
para que sea el “Otro Consolador”
el animador de la vida en aflicción.
Tú que convocaste, formaste,
enviaste y acompañaste misioneros
desde el cielo continúa con tus
santos José Cafasso y Juan Bosco
suscitando misioneros para enviar
más allá de toda frontera
en tantas situaciones de prisión,
enfermedad y desolación.
En esta espiritualidad ordinaria, común y corriente,
cotidiana, cada persona, a los años que tenga, en el oficio que desempeñe, en
el estado de vida que se halle, en la profesión que ejerza, puede hacer lo
ordinario de manera extraordinaria, con su buena volntad y el apoyo de la gracia bautismal. Nadie necesita hacer cosas extraordinarias,
heroicas, milagrosas. Simplemente debe tratar de hacer lo que tiene que hacer, lo ordinario, de manera
extraordinaria: “hacer el bien, bien hecho y sin ruido”. Esto está “A la
mano” para todo mundo.