Santidad cristiana en Cuba
A través de la Pagina web, www.consolata.org, recibí el correro electrónico de Mario Eliecer
Velázquez Betancourt (1987), hijo de del matrimonio formado por Mario y Merlis
Mercedes.
“Un gran día, me contó por e-mail, una amiga procedente
de Italia me regaló una postal del Santuario de la Consolata y en ella venia la
Oración de José Allamano a la Virgen y un pequeño comentario sobre los
Misioneros de la Consolata. Esa era la chispa que me faltaba, era la curiosidad
por el mundo de las Misiones y la gente pobre. Pero lo veía imposible, en Cuba
no hay presencia de ustedes…
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Así fue que, compartiendo con él, le conté de la fiesta
del Beato Fundador, José Allamano y le envié el mensaje del P. Stefano
Camerlengo, Superior General IMC, para la ocasión, en donde trata el tema de la
santidad como propuesta del Padre Fundador para todos los hijos de la Familia Consolata,
insinuándole que lo leyera y después, si le venía alguna inspiración, la
escribiera y me la mandara. Así lo hizo y por eso, con su autorización, comparto
su respuesta, como parte de la preparación a la fiesta:
La santidad vista desde la vida y práctica de un joven cubano
“Bueno, Primero que todo, todo hijo de la Iglesia debe
comprender que está llamado a ser santo. Sea de cualquier parte del Mundo. Es
precisamente el Señor Jesús quien invita a seguir su camino hacia la plenitud. La vocación a la vida cristiana y el llamado a la
santidad son, pues, equivalentes, ya que todo fiel está llamado a la santidad.
La santidad está en la misma línea que la conformación con Aquel que
precisamente es Maestro y Modelo de santidad.
A diario me pregunto y
cuestiono ¿Puedo, con mis limitaciones, vivir en santidad? Por eso siempre recuerdo que,
durante el Año Litúrgico, La Iglesia nos invita a recordar a una fila de
santos, quienes han vivido plenamente la caridad, han sabido amar y seguir a
Cristo en su vida cotidiana. Ellos nos dicen que es posible para todos recorrer
este camino. En todas las épocas de la historia de la Iglesia, en toda latitud
de la geografía del mundo, los santos pertenecen a todas las edades y a todo
estado de vida, son rostros concretos de todo pueblo, lengua y nación. Y son
muy distintos entre sí. En realidad, debo decirle que también según mi fe
personal muchos santos, no todos, son verdaderas estrellas en el firmamento de
la historia. Y quisiera añadir que para mí no sólo los grandes santos que amo y
conozco bien son “señales en el camino”, sino que también los santos sencillos,
es decir las personas buenas que veo en mi vida cotidiana, que nunca serán
canonizados. Son personas normales, por decirlo de alguna manera, sin un
heroísmo visible, pero que en su bondad de todos los días, veo la verdad de la
fe.
En mi experiencia diaria de joven Cubano, con
30 años de edad, vivo con mis limitaciones la santidad, por lo que la plenitud
de la vida cristiana no consiste en el realizar empresas
extraordinarias, sino en la unión con
Cristo, en el vivir sus misterios, en el hacer nuestras sus actitudes, sus
pensamientos, sus comportamientos. EL
es quien nos hace santos, y la acción del Espíritu Santo que me
anima desde mi interior, es la vida misma de Cristo Resucitado, que se nos ha
comunicado y que me transforma.
Nunca voy olvidar
unas palabras de una Religiosa que en una ocasión nos cruzamos en el Hospital
donde estudio y me dijo, sin saber que yo era cristiano, dicen que la
santidad no es otra cosa que la caridad plenamente vivida.
Para que la caridad sea plenamente vivida, como una buena
semilla, crezca en el alma, me propuse que como todo fiel debo escuchar
voluntariamente la Palabra de Dios, y con la ayuda de su gracia, realizar las
obras de su voluntad, participar frecuentemente en los sacramentos, sobre todo
en la Eucaristía y en la santa liturgia, acercarme constantemente a la oración,
a la abnegación de sí mismo, al servicio activo a los hermanos y al ejercicio
de toda virtud. Me parece que esta
es la verdadera sencillez y grandeza de la vida de santidad: el encuentro con
el Resucitado el domingo; el contacto con Dios al principio y al final de la
jornada; seguir, en las decisiones, las “señales del camino” que Dios nos ha
comunicado a través de cosas sencillas.
Estimado Padre, ¡qué grande y bella, y también sencilla,
es la vocación cristiana vista desde esta luz! Todos estamos llamados a la santidad: es la medida misma de la vida
cristiana”.
Mi
respuesta:
Gracias Mario!
He leído con alegría y sorpresa tu reflexión sobre la
santidad. Me siento en sintonía contigo y tu praxis de discípulo misionero:
discípulo del encarnado - crucificado - resucitado y misionero del amor hecho
caridad operante. De verdad, te agradezco por el testimonio de santidad que me
ofreces.
Yo estoy, en estos días de preparación a la fiesta de
José Allamano (16 de febrero) pensando la santidad en clave de humanidad:
"sed compasivos como vuestro Padre es compasivo" (Jesús), en la línea
del Samaritano. Una compasión reactiva, que me lleva a la misericordia solidaria y liberadora, que
me permite vivir y hacer experimentar la consolación en esta historia y
disfrutarla en la eternidad.
El ser compasivos, humanamente sensibles y activos
frente al sufrimiento de los otros y de la creación, nos hace más humanos y,
entonces, más santos. Como ves, se trata de algo muy parecido a lo que tú
narras...
Bueno... y si publico tu reflexión en mi blog o en la
web de la Consolata... no te incomodas?
Un abrazo...!
Salvador
Autorización
de publicar: “Con mucha
alegría acepto, lo que escribí es mi vida cotidiana o lo intento vivir así. Falta
pocas horas para la fiesta de Nuestro Padre Fundador, con mucha alegría y gozo...
todavía su espíritu suscita jóvenes que quieren seguir su camino... "Que
fuimos consolados y ahora estamos prestos para Consolar".
Desde el parque en donde hay Internet
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