Había una
vez un joven llamado Andrés, quien, en su cumpleaños número 25, se encontraba
insatisfecho con su vida. Aunque tenía sueños grandes, sus días se escapaban
entre distracciones y malos hábitos. Un día, su abuelo, un hombre sabio y
respetado, le dio un consejo sencillo pero poderoso:
"Quién
serás dentro de cinco años depende de los libros que lees, la comida que comes,
los hábitos que construyes, las personas con las que pasas el rato, la
actividad física que practicas, el dinero que inviertes y los sacrificios que
haces" y la espiritualidad que te habite y te mueva.
Intrigado,
Andrés decidió tomar estas palabras en serio y cambiar su vida, construyendo un
futuro que valiera la pena.
Los
libros que lees
Andrés
comenzó a dedicar tiempo a la lectura cada noche. Pasó de leer novelas ligeras
a libros que le enseñaban sobre liderazgo, finanzas y desarrollo personal. En
uno de esos libros, aprendió que "la vida mejora cuando mejoras tus
decisiones". Inspirado, tomó notas y aplicó lo aprendido, cultivando su
mente con nuevas ideas.
Resultado: Al cabo de un año, su forma de
pensar era más estratégica, y sus decisiones comenzaron a reflejar sus nuevos
conocimientos.
La comida
que comes
Dejó atrás
las comidas rápidas y optó por aprender a cocinar recetas saludables. Investigó
sobre nutrición y entendió que su cuerpo era su herramienta más importante.
Incorporó frutas, vegetales y proteínas en su dieta, notando rápidamente un
aumento en su energía y bienestar.
Resultado: Su mente estaba más clara, y ya no
se sentía fatigado a mitad del día.
Los
hábitos que construyes
Al
principio, construir hábitos fue difícil, pero Andrés empezó con pasos
pequeños: levantarse temprano, escribir sus objetivos del día y practicar
gratitud cada mañana. Al repetir estas acciones, se convirtieron en parte de su
rutina diaria.
Resultado: Andrés se volvió más disciplinado y
productivo, logrando avanzar en proyectos que antes parecía imposible terminar.
Las
personas con las que pasas el rato
Andrés
evaluó sus relaciones y se dio cuenta de que algunas personas en su círculo no
compartían sus valores. Aunque fue difícil, decidió rodearse de amigos que lo
motivaban y que también trabajaban en sus metas.
Resultado: Su nuevo círculo lo inspiraba a
crecer, y juntos se desafiaban a alcanzar nuevos logros.
La
actividad física que practicas
Un día, un
amigo lo invitó a correr. Al principio, no podía completar ni un kilómetro,
pero persistió. Más tarde, se inscribió en un gimnasio y encontró en el
ejercicio una forma de liberar el estrés y fortalecer su cuerpo.
Resultado: Andrés no solo mejoró físicamente,
sino que también adquirió una mayor confianza en sí mismo.
El dinero
que inviertes
Inspirado
por sus lecturas, Andrés aprendió sobre inversiones. Comenzó ahorrando un
pequeño porcentaje de su salario y luego invirtió en un fondo indexado. También
tomó un curso para aprender a gestionar mejor sus finanzas.
Resultado: En cinco años, había acumulado un
ahorro sólido y generado ingresos pasivos, lo que le permitió cumplir metas
como viajar y estudiar.
Los
sacrificios que haces
Andrés
entendió que el éxito requiere dejar de lado algunas cosas. Renunció a noches
de fiesta sin sentido, redujo el tiempo que pasaba en redes sociales y se
enfocó en actividades que sumaban valor a su vida.
Resultado: Aunque los sacrificios eran
incómodos al principio, se sintió más satisfecho al ver los resultados.
La
espiritualidad que te habite y te mueva
Andrés se descubrió
a sí mismo como un ser integral: biológico, emocional, espiritual. Conectado
con dodos los otros seres del planeta y del cosmos. Se interesó en generar y
participar en encuentros diversificados, en tejer relaciones
creativas y constructivas. Buscó conocer testigos de vida amable y feliz. Así se encontró con la persona de Jesús de Nazaret y su evangelio, se hizo su discípulo
misionero e integró en su tiempo el servicio desinteresado, realizado por amor.
Resultado: aún siendo incomprendido por muchos de su entorno, irradiaba alegría y sonreía, contagiaba de consolación los ambientes que frecuentaba y, sin hablar, invitaba a experimentar lo que vivía.
El Andrés
de 5 años después
A los 30
años, Andrés casi no reconocía al joven que era cinco años atrás. Ahora tenía
una vida plena: estaba rodeado de personas que lo apoyaban, se sentía fuerte y
saludable, tenía un negocio que le apasionaba, un futuro financiero sólido y le
alcanzaba el tiempo para servir, contemplar y orar.
En una
reunión familiar, su abuelo le preguntó: "¿Qué hiciste para llegar hasta
aquí?"
Andrés
sonrió y respondió: "Seguí tus palabras. Leí, comí mejor, construí buenos
hábitos, cuidé a quién dejé entrar en mi vida, me mantuve activo, invertí en mi
futuro y tuve el coraje de hacer sacrificios" y cultivé una
espiritualidad o manera de vivir.