viernes, 27 de diciembre de 2024

El futuro es tarea

 Jóvenes constructores de su futuro

Foto Stanis

Una propuesta 

Había una vez un joven llamado Andrés, quien, en su cumpleaños número 25, se encontraba insatisfecho con su vida. Aunque tenía sueños grandes, sus días se escapaban entre distracciones y malos hábitos. Un día, su abuelo, un hombre sabio y respetado, le dio un consejo sencillo pero poderoso:

"Quién serás dentro de cinco años depende de los libros que lees, la comida que comes, los hábitos que construyes, las personas con las que pasas el rato, la actividad física que practicas, el dinero que inviertes y los sacrificios que haces" y la espiritualidad que te habite y te mueva.

Intrigado, Andrés decidió tomar estas palabras en serio y cambiar su vida, construyendo un futuro que valiera la pena.

Los libros que lees

Andrés comenzó a dedicar tiempo a la lectura cada noche. Pasó de leer novelas ligeras a libros que le enseñaban sobre liderazgo, finanzas y desarrollo personal. En uno de esos libros, aprendió que "la vida mejora cuando mejoras tus decisiones". Inspirado, tomó notas y aplicó lo aprendido, cultivando su mente con nuevas ideas.

Resultado: Al cabo de un año, su forma de pensar era más estratégica, y sus decisiones comenzaron a reflejar sus nuevos conocimientos.

La comida que comes

Dejó atrás las comidas rápidas y optó por aprender a cocinar recetas saludables. Investigó sobre nutrición y entendió que su cuerpo era su herramienta más importante. Incorporó frutas, vegetales y proteínas en su dieta, notando rápidamente un aumento en su energía y bienestar.

Resultado: Su mente estaba más clara, y ya no se sentía fatigado a mitad del día.

Los hábitos que construyes

Al principio, construir hábitos fue difícil, pero Andrés empezó con pasos pequeños: levantarse temprano, escribir sus objetivos del día y practicar gratitud cada mañana. Al repetir estas acciones, se convirtieron en parte de su rutina diaria.

Resultado: Andrés se volvió más disciplinado y productivo, logrando avanzar en proyectos que antes parecía imposible terminar.

Las personas con las que pasas el rato

Andrés evaluó sus relaciones y se dio cuenta de que algunas personas en su círculo no compartían sus valores. Aunque fue difícil, decidió rodearse de amigos que lo motivaban y que también trabajaban en sus metas.

Resultado: Su nuevo círculo lo inspiraba a crecer, y juntos se desafiaban a alcanzar nuevos logros.

La actividad física que practicas

Un día, un amigo lo invitó a correr. Al principio, no podía completar ni un kilómetro, pero persistió. Más tarde, se inscribió en un gimnasio y encontró en el ejercicio una forma de liberar el estrés y fortalecer su cuerpo.

Resultado: Andrés no solo mejoró físicamente, sino que también adquirió una mayor confianza en sí mismo.

El dinero que inviertes

Inspirado por sus lecturas, Andrés aprendió sobre inversiones. Comenzó ahorrando un pequeño porcentaje de su salario y luego invirtió en un fondo indexado. También tomó un curso para aprender a gestionar mejor sus finanzas.

Resultado: En cinco años, había acumulado un ahorro sólido y generado ingresos pasivos, lo que le permitió cumplir metas como viajar y estudiar.

Los sacrificios que haces

Andrés entendió que el éxito requiere dejar de lado algunas cosas. Renunció a noches de fiesta sin sentido, redujo el tiempo que pasaba en redes sociales y se enfocó en actividades que sumaban valor a su vida.

Resultado: Aunque los sacrificios eran incómodos al principio, se sintió más satisfecho al ver los resultados.

La espiritualidad que te habite y te mueva

Andrés se descubrió a sí mismo como un ser integral: biológico, emocional, espiritual. Conectado con dodos los otros seres del planeta y del cosmos. Se interesó en generar y participar en encuentros diversificados, en tejer relaciones creativas y constructivas. Buscó conocer testigos de vida amable y feliz. Así se encontró con la persona de Jesús de Nazaret y su evangelio, se hizo su discípulo misionero e integró en su tiempo el servicio desinteresado, realizado por amor.

Resultado:  aún siendo incomprendido por muchos de su entorno, irradiaba alegría y sonreía, contagiaba de consolación los ambientes que frecuentaba y, sin hablar, invitaba a experimentar lo que vivía.

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El Andrés de 5 años después

A los 30 años, Andrés casi no reconocía al joven que era cinco años atrás. Ahora tenía una vida plena: estaba rodeado de personas que lo apoyaban, se sentía fuerte y saludable, tenía un negocio que le apasionaba, un futuro financiero sólido y le alcanzaba el tiempo para servir, contemplar y orar.

En una reunión familiar, su abuelo le preguntó: "¿Qué hiciste para llegar hasta aquí?"

Andrés sonrió y respondió: "Seguí tus palabras. Leí, comí mejor, construí buenos hábitos, cuidé a quién dejé entrar en mi vida, me mantuve activo, invertí en mi futuro y tuve el coraje de hacer sacrificios" y cultivé una espiritualidad o manera de vivir.


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